Creative Nonfiction: The accusing finger/ El dedo acusador (ENG/ ESP)

in The Ink Well7 months ago


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Image by Pixabay Edited in Canva

The accusing finger

At that time I was a child who did what was expected of her. My only concern was studying, turning in homework on time and not stepping on the pavement stripes as I walked. My parents were proud of me because I grew like a good, lanky, healthy tree, and my teachers, all women trained in educating children, saw what you can surely see through a microscope: a small sample of something bigger.

Enjoying a certain favouritism among the group of teachers, rather than winning me friends, made me the target of ridicule and enmity: the children made fun of my short-sightedness, my extreme pallor and even because I was a little overweight. Although the cruelty of the children did not affect me much, the fact that I had no friends affected me more. I tried to make friends with some girls, but they ignored me or simply took advantage of me to borrow my homework. In any case, I was experiencing what any average child might experience at school.

"The boys don't like me," I confessed to my grandmother, who was in charge of the house because my parents were working.

"You are not a gold coin for everyone to love you. If your family loves you, that's enough for you," said my grandmother with the wisdom that comes with time and life. But I was too little to understand rejection and too weak to bear it.


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Pixabay

Perhaps for that reason, driven by the need to please others and make friends, I took part in a childish and innocent game, which I sensed would be an opportunity to show which side I was on and that they could count on me to play, that I was another girl like them.

The idea was Beltrán's, who boasted about making jokes in class:

"Let's hide the eraser and chalk from the teacher",_ he proposed and all the children shouted in acceptance. The teacher was in the school office and had left her things on the desk. I found no reason to play this foolish game, but I didn't object to it either. Seeing that she remained silent, one of the children suggested that I take the eraser and chalk and hide them.

There was a shudder at the desk, then I realised that the shudder came from my body: I was shaking. Unable to utter a sound, I listened as my classmates began to say:

"Go on, Nancy, go and take them. Hide them," I was conscious of my blood flowing, but my need for acceptance urged me to sit up and reach the desk. There I took the things and quickly stuffed them into my backpack. The teacher, who arrived later, after doing other things, wanted to use the stolen implements and couldn't find them. Looking at us, she asked:


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Pixabay

"Who took the things from my desk?" -We all fell silent, though I was sure my heartbeat could be heard throughout the room. I lowered my head and realised with horror that my hands were dirty with chalk.

"Who took my things without my permission?" -asked the teacher again.

"Nancy took them," I heard everyone say. I looked up and saw all my classmates' fingers pointing at me.

"She has them in her backpack," they completed their accusation against me. My first reaction was to defend myself, but anger and sadness played tricks on me: they made a lump in my throat stop all words and I started to cry. For a girl like me, that accusation was worse than getting a zero on a test.

The teacher came over, opened my backpack and found the chalk and eraser hidden in my notebooks. There, like a murder weapon or the body of the crime, the teacher carefully took her things and then asked me to bring my representative the next day.


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Pixabay

Arriving home and telling what had happened was a very strong humiliation: not only was it accepting my misdeed, it was also accepting that I had fallen into a trap, only for my colleagues to accept me:

"If they tell you to jump off a cliff, do you go and jump?" -My grandmother asked me with her usual wisdom.

I said no, but after that, many times, in my childhood nightmares, my classmates would invite me, with a smile, to throw myself off a cliff and as I fell, accusing fingers would point at my disintegrating face and I would never be the same again...

All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl

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Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends


Reveal spoiler

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El dedo acusador
En esa época era una niña que hacía lo que se esperaba de ella. Mi única preocupación era estudiar, entregar las tareas a tiempo y no pisar las rayas de las aceras mientras caminaba. Mis padres estaban orgullosos de mí porque crecía como un árbol bueno, espigado y sano, y mis maestras, todas mujeres entrenadas en la educación de niños, veían lo que seguramente se puede ver a través del microscopio: una pequeña muestra de algo más grande.
Gozar de cierto favoritismo entre el grupo de maestras, más que hacerme ganar amigos, hizo que me convirtiera en blanco de burlas y enemistades: los niños se burlaban de mi miopía, de mi palidez extrema y hasta porque estaba algo pasada de peso. Aunque la crueldad de los niños no lograba afectarme mucho, el hecho de no tener amigos me afectaba más. Intentaba hacer amistad con algunas niñas, pero me ignoraban o simplemente se aprovechaban de mí para que les prestara la tarea. En todo caso, vivía lo que cualquier niño promedio podía vivir en su etapa escolar.
_Los niños no me quieren –yo le confesaba a mi abuela, quien era la que quedaba al mando de la casa porque mis padres trabajaban.
_Tú no eres monedita de oro para que todo el mundo te quiera. Con que te quiera tu familia, te basta y te sobra –decía mi abuela con la sabiduría que da el tiempo y la vida. Pero yo era muy pequeña para entender el rechazo y muy débil para soportarlo.
Tal vez por eso, empujada por la necesidad de agradar a los otros y hacer amigos, participé en un juego infantil e inocente, que yo intuí sería la oportunidad de demostrar de qué lado estaba y que podían contar conmigo para jugar, que era otra niña como ellos.
La idea fue de Beltrán quien presumía de hacer chistes en clase:
_Vamos a esconderle el borrador y la tiza a la maestra –propuso y todos los niños gritaron en señal de aceptación. La maestra estaba en la dirección de la escuela y había dejado sus cosas sobre el escritorio. No encontré motivos para realizar aquel insensato juego, pero tampoco me opuse a ello. Al ver que permanecía callada, uno de los niños sugirió que fuera yo la que tomara el borrador y las tizas y los escondiera.
Se produjo un estremecimiento en el pupitre, luego me doy cuenta que el estremecimiento vino de mi cuerpo: estaba temblando. Sin poder emitir un sonido, escuché cómo mis compañeros comenzaron a decir:
_Anda, Nancy, ve y tómalos. Escóndelos –fui consciente del fluir de mi sangre, pero mi necesidad de aceptación me impulsó a incorporarme y llegar hasta el escritorio. Allí tomé las cosas y rápidamente las metí en mi mochila. La maestra, que llegó después, luego de hacer otras cosas, quiso utilizar los implementos sustraídos y no los halló. Con la mirada puesta en nosotros, preguntó:
_¿Quién tomó las cosas de mi escritorio? –todos guardamos silencio aunque yo estaba segura que los latidos de mi corazón se escuchaban en todo el salón. Bajé mi cabeza y me di cuenta con horror que mis manos estaban sucias de tiza.
_¿Quién tomó mis cosas sin mi permiso? –preguntó nuevamente la maestra.
_Las tomó Nancy -escuché que dijeron todos. Alcé la mirada y vi que todos los dedos de mis compañeros me señalaban.
–Las tiene en su mochila –completaron su acusación en mi contra. Mi primera reacción fue defenderme, pero la rabia y la tristeza me jugaron un mal momento: hicieron que un nudo en mi garganta detuviera todas las palabras y me pusiera a llorar. Para una niña como yo, aquella acusación era peor que sacar cero en un examen.
La maestra se acercó, abrió mi mochila y encontró las tizas y el borrador escondidos entre mis cuadernos. Allí, como un arma homicida o el cuerpo del delito, la maestra tomó con cuidado sus cosas y luego me pidió que al día siguiente llevara a mi representante.
Llegar a mi casa y contar lo que había sucedido fue una humillación muy fuerte: no solo era aceptar mi fechoría, también era aceptar que había caído en una trampa, solo para que mis compañeros me aceptaran:
_Si te dicen que te tires por un barranco, ¿tú vas y te tiras? –me preguntó mi abuela con su sabiduría de siempre.
Le dije que no, pero luego de eso, muchas veces, en mis pesadillas infantiles mis compañeros me invitaban, con una sonrisa, a tirarme a un barranco y mientras caía, los dedos acusadores apuntaban a mi rostro que se desintegraba y que yo más nunca volvía a ser la misma..

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When one is trying to seek acceptance from her peers, the effects could be dawning. You would want to please them and at the end of the day displeases yourself.

Your grandmother is a woman of wisdom. Her words were timely and very relevant in helping you rediscover yourself.

The role of the family is important at this time of growth to guide and protect. Thank you for your comment

Eeya all in a bid to be accepted by her peers, I hope she grows her self love not minding if she is accepted or not because apparently, those kids are not even nice, setting her up like that.

I agree with your words. Thank you for commenting. Regards

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El equipo de curación del PROYECTO ENTROPÍA

Thank you for your support, friends

It is difficult to accept rejection at such a young age, our young and inexperienced mind tries to assimilate the situation, but it is very complex. In those moments of weakness and longing for acceptance we make mistakes that cost us dearly, you experienced it firsthand.

Thanks for sharing your experience with us.

Good day.

believe that family love and guidance is essential to get through this stage. Thank you and have a nice day

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Thank you for your support, friends. Regards