Cuentan que hay seres que habitan el agua de los ríos. Eso me dijeron hace muchos años, cuando era una niña y todavía Juana iba a mi casa a conversar con mi abuela. No sé si Juana vive. Es muy probable que no.
Unos seres diminutos y muy hermosos, que adquirían la forma de un deseo. Por eso eran irresistibles.
Había manera de conjurarlos, pero no era fácil saber cuándo habías caído bajo su hechizo. Eran seres caprichosos y podía pasar que tan pronto como se enamoraran, se desilusionaran y te abanadonaran en la orilla del río. O que asumieran las formas más encantadoras de la ternura. Así le ocurrió a una amiga suya que no podía concebir un hijo.
Un encantado se ofreció como hijo suyo, y ella se fue a vivir con él al río, en una casa de agua. Apareció muchos años después cuando su madre estaba a punto de morir, pues quería despedirse.
A todos les contó la historia de su hijo, que ya por aquel entonces era un joven muy apuesto, decía. La tomaron por loca hasta que la vieron, luego de haberle dado cristiana sepultura a su madre, desaparecer nuevamente en las aguas.
Hunbo quien buscó el cadaver. Pero no encontraron nada.
No llegué a tiempo para concursar, pero como quiera que la foto de la ronda 223 me gustó mucho (y me dio muchísimo trabajo; ¡no sé cuántas versiones hice!), lo dejo. No logré la luz que quería, esa que tanto admiro en @quantumg, pero se hizo el esfuerzo. Espero que les guste.
Gracias a @fotobrina por regalarnos esta bella fotografía.
Contributed to the #LIL by @teungkulik.
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Que relato tan bonito.