Si bien no suelo escuchar música clásica, hay una pieza que me emociona cada vez que la escucho. No sé si es porque me resulta profundamente melancólica, o por la historia que hay detrás, pero os comparto las dos cosas a ver qué os parece a vosotros.
Dicen que Beethoven iba caminando una noche con un amigo, cuando, en un barrio humilde de Bon, escuchó una música de piano que salía de una de las casas. Sin pensárselo un momento, cruzó la calle y se metió en la casa, donde encontró a un hombre trabajando, y a una joven sentada al piano. Estos se sorprendieron mucho ante la irrupción, pero quien más se sorprendió fue Beethoven al descubrir que la muchacha era ciega. El músico se excusó, diciendo que se había quedado muy sorprendido ante la calidad de la ejecución de la joven, y que no había podido resistirse a averiguar quién era la artífice de tan bella melodía. Le preguntó dónde había aprendido a tocar, y ella le dijo que había tenido una vecina que pasaba gran parte de su tiempo ejecutando piezas de Beethoven, y ella, embelesada por la melodía, se había dedicado a imitarla.
Cuenta la leyenda que el músico se sintió tan turbado al ver que la joven ciega había aprendido a tocar de aquella manera, inspirada por su música, que abrió la ventana, dejó que la luz de la luna entrara a través de ella, e improvisó esta pieza en su honor.