Me gusta este título, ¡nos representa!
Llegó diciembre y, una vez más, unidos gracias a esta carrera que nos mantiene juntos por más de 5 años.
Aunque este mes no sea mi favorito, pues siempre quiero que pase rápido (cerrar los ojos y que sea enero), necesito durante ese sueño hacer una parada en nuestra reunión de diciembre... ¡Madre mía! ¡Cómo la espero con ansias!
Cuando llegó finalmente el día, me desperté feliz, acudí a mi trabajo bien temprano y deseando regresar a casa lo antes posible. Sin embargo, las cosas no sucedieron como esperaba... Caminando a casa, me puse a pensar en lo feliz que estaba por la tarde maravillosa que íbamos a pasar y, de repente, vino un pensamiento en cadena (si supieran cuánto los odio). Pensé en mis amigas y sus parejas, y recordé que faltaba alguien. Recordar eso me dio un vuelco en el estómago; pensar en lo que había sucedido y que él ya no estaba hizo darme cuenta de que también me faltaba algo en mi vida. Y así recordé una vez más por qué no me gusta Diciembre...
Ya no quería ir... pero mis amigos no me lo perdonarían jamás. Ya no quería ponerme mi vestido rosa fresa que tanto anuncié, ni tampoco quería sonreír; solo quería llorar y pensar en papá. Lo quería conmigo, recordándome una vez más que en Diciembre no se podía viajar porque era muy peligroso... Pero debo reponerme y llegar a casa sin problemas. Estoy en la calle, en bici y con un pensamiento en cadena...
Por eso, me olvidé de mi vestido nuevo y decidí llevar uno más discreto; era así como me sentía. Rezar porque nadie se diera cuenta de lo que me pasaba, que nadie me hiciera la maldita pregunta al ver mi cara...
Llegué a nuestro encuentro y solo de verlos volví a sonreír. Amo que mis amigos me provoquen eso... seguridad.
La primera persona en la que me centré iba de pantalón largo ancho y una blusa negra de cuello alto. A pesar de que le dije que fuera un poco más atrevida (le di permiso para eso), está un poco rebelde últimamente.
Estaba junto a alguien que, de solo verla, me provoca calma; su atuendo era un violeta claro y ¡bum!, me dio en el corazón (a papá le encantaba que me vistiera de ese color). Volví a mis pensamientos en cadena, los cuales no duraron mucho al ver a una persona vestida de amarillo, con zapatos altos y llevándola al nivel 10... ¿qué digo? ¡10 en 100! Estaba haciendo de tía junto al recién estrenado papá... ¡que va! Pensé: esta tarde no me la jode nadie y así fue.
Hablamos, nos reímos, comimos; no nos importó nada más.
En cierto momento encendí mi chip observador y analicé a cada uno de mis amigos. Ellos saben cuánto los conozco pero me reservo para mí cada una de mis impresiones; si tuviera algo que decirles, se los diría por separado. Suelo ser algo dura cuando digo lo que pienso.
El regreso fue tranquilo; llegué a casa saciada de alegría y de historias. Pero en cuanto tenga la oportunidad voy a sugerir cambiar de mes; necesito estar con ellos al 100%, no se merecen mi 50...