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In the heart of Greenfield School stood a mighty old tree—a towering neem with sprawling branches and deep roots. It had been there for generations, watching over students as they played, studied, and grew.
The children loved the tree. Every day, they gathered beneath its shade, escaping the harsh afternoon sun. Its thick leaves whispered in the wind, carrying secrets from one class to another. The cool breeze it provided made the playground the most comfortable spot, and the teachers often held lessons under its shade, turning the outdoors into a magical classroom.
For decades, the neem tree stood strong through every season. It listened to the giggles of children, the worries of students before exams, and the dreams they shared while sitting beneath it. Some carved their names on its bark, while others hung swings from its sturdy branches.
One summer, a powerful storm swept through the town, uprooting many trees and shaking the very foundation of Greenfield School. The students were worried—would their beloved tree survive? When they arrived the next morning, they found a few broken branches, but the tree still stood tall. It had weathered yet another challenge, just like the students it had sheltered for years.
The school honored the neem tree, naming it The Guardian of Greenfield. A plaque was placed at its base, reminding every student that, like the tree, they too must stand strong, provide comfort to others, and remain deeply rooted in kindness and wisdom.
And so, the tree continued its quiet duty—offering shade, a cool breeze, and lessons in resilience for generations to come.
ESP
En el corazón de la escuela Greenfield se erguía un viejo y poderoso árbol, un altísimo neem de ramas extensas y raíces profundas. Llevaba allí generaciones, vigilando a los alumnos mientras jugaban, estudiaban y crecían.
A los niños les encantaba el árbol. Todos los días se reunían a su sombra para escapar del sol de la tarde. Sus gruesas hojas susurraban al viento, transportando secretos de una clase a otra. La brisa fresca que proporcionaba convertía el patio en el lugar más cómodo, y los profesores solían dar clases bajo su sombra, convirtiendo el exterior en un aula mágica.
Durante décadas, el árbol de neem se mantuvo firme en todas las estaciones. Escuchaba las risitas de los niños, las preocupaciones de los alumnos antes de los exámenes y los sueños que compartían sentados a su sombra. Algunos grababan sus nombres en su corteza y otros se colgaban de sus robustas ramas.
Un verano, una fuerte tormenta arrasó la ciudad, arrancó muchos árboles y sacudió los cimientos de la escuela Greenfield. Los alumnos estaban preocupados: ¿sobreviviría su querido árbol? Cuando llegaron a la mañana siguiente, encontraron algunas ramas rotas, pero el árbol seguía en pie. Había superado otro desafío, igual que los alumnos a los que había dado cobijo durante años.
La escuela honró al neem bautizándolo como El Guardián de Greenfield. Se colocó una placa en su base, recordando a todos los alumnos que, como el árbol, ellos también deben mantenerse firmes, ofrecer consuelo a los demás y permanecer profundamente arraigados en la bondad y la sabiduría.
What a lovely tribute to this strong, beautiful tree!
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