A una sombrilla de distancia

in Literatos2 days ago

A Elvira Skourtis (@elviguitarra)


Una sombrilla. Lo primero que me anunciaba su presencia era la sombrilla por encima de la tapia. No importa el color o la forma que fuera, el tempo de su caminar, era único y constante día tras día.
Luego, a través de los aproximadamente diez centímetros existentes entre el suelo y la tapia, podía admirar sus pasos calzados ora por botines, ora por tenis y algunas gloriosas ocasiones, unos hermosos y pequeños dedos me saludaron desde sandalias durante el verano.
No obstante, lo primero y lo último que siempre vi fue aquella sombrilla. Siempre en la misma dirección: por la mañana hacia la esquina, por la tarde, de regreso hacia el pueblo. Cada día ha sido igual.
Esta mañana espero su llegada rumbo a la esquina. La anhelo como el marino anhela ver la luz del faro a través de la tormenta. En mi mente, la idea de subirme a la tapia y verla completa me aterroriza.
Decenas de veces lo he pensado, pero no he tenido el valor. Hoy tampoco. Creí que sí, pero ahí viene la sombrilla con su movimiento rítmico y cualquier otro pensamiento emigra de mi cabeza como un ave fuera de estación.
La luz del sol la alcanza a tocar con suavidad por los pies a pesar de la sombrilla. Lo sé porque dos pequeñas sobras de pasos se cuelan por debajo de la tapia. Salgo de la comodidad de mi asiento y me animo a caminar a su lado.
Un hormigueo emocionante recorre todo mi cuerpo. Es excitante imaginarme caminando junto a ella. Mira al suelo y noto su sombra y por encima, el contoneo de la sombrilla que de pronto se detiene. ¿Sabrá que estoy del otro lado de la tapia, a escasos centímetros de ella? ¿A una sombrilla de distancia?
La mera idea de que me haya descubierto me pone a sudar. ¿Sabrá lo que estoy haciendo? ¿Sabrá de mis sueños de familia junto a ella? ¿Que tengo la casa decorada con sombrillas, que he invertido una fortuna en adornos de sombrillas?
Me quedo estático, a duras penas miro hacia arriba justo a tiempo para ver cómo la sombrilla desciende. Con temor me alejo de la tapia. Con temor miro hacia atrás con aún mayor temor a ver un rostro de mujer observándome.
Pero no.
Hoy es uno de esos días que permanecen para siempre en la memoria. Hoy es el día en que puedo deleitar mi vista con la imagen de unos dedos de ángeles que descienden casi hasta al suelo para abrochar unas zapatillas.
Hoy es el día en que me cubro con una armadura barata de coraje y bajo mi mano hasta el suelo. Con mucho cuidado, para que no lo note, rozo por un instante la silueta de la suya y soy feliz.
Luego, la sombrilla vuelve a su lugar arriba y reanuda el contoneo. Mañana será un nuevo día. Quizás, el día en que me decida y salte por encima de la tapia para ver a la dueña de aquella sombrilla, de aquellos pies, dedos y de cada uno de mis suspiros.
Quizás mañana.
Por lo pronto, iré luego a la tienda de la esquina y compraré otra sombrilla para la casa.

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El cuento es de mi autoría

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Magnífico relato; no solo muy imaginativo y gráfico (casi cinematográfico), sino también sugestivo. Saludos, @abelarte.

Muchísimas gracias por leerme y por sus palabras.
Eso significa mucho para mí.
Abrazos

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