En los primeros años llegaron a Maturín, la capital del estado Monagas, un estado del oriente de Venezuela, zona agrícola y petrolera, pero a los pocos años de estar allí, se trasladaron a Cumaná, la capital del estado Sucre, el más oriental de los estados de Venezuela, haciendo frontera con Trinidad y Tobago.
Tanto Maturín como Cumaná contrastaban profundamente con sus costumbres y modales, ya que venían de Bogotá, ciudad mucho más moderna y conservadora.
Colombia es un país con muchos inmigrantes regados por todo el mundo, y en Venezuela había, en esa época, una colonia colombiana muy grande, pero más que todo en las ciudades grandes y prósperas. Por otro lado, no era muy común encontrar en Venezuela inmigrantes colombianos del nivel de nuestros personajes, ya que eran cultos y educados. José, aparte de sus conocimientos científicos, era un gran ebanista, y ella, Ana, quien concluyó su carrera de ingeniero en Venezuela, era orfebre y escultora.

Ana y José
En principio vivieron alquilados, pero poco a poco reunieron dinero y se compraron una casa grande, en una zona campestre de Cumaná.
Yo los conocí en la oportunidad en que José se trajo a su hermana Miriam, que era entrenadora de gimnasia, y como yo dirigía la gimnasia de la ciudad, lo ayudé con lo de su hermana.
Para esa época, aún la cuidad los veía como inmigrantes colombianos, pero de a poco se fueron ganando el cariño de la gente, y transformando mucho de sus hábitos y forma de ser hasta convertirse en unos cumaneses más; aunque José y Ana no perdieron ni perderán nunca el acento colombiano, sus hijos hablaban cumanés.
La zona donde vivían se llama "Tres Picos" y por esas vueltas de la vida, mi compañera Sol y yo también compramos una casa por allí cerca, y eso hizo que nuestra amistad creciera, y que nos hiciéramos como hermanos.
Estábamos convencidos de que nos haríamos viejos en Cumaná; era tan bello vivir allí, entre vecinos que nos querían, mucha vegetación, iguanas, aves de todas clases, rabipelados, murciélagos y culebras, noches de ron y música colombiana y cumanesa.
Cuando llegó la crisis económica, ya José y yo éramos jubilados, y sus hijos vivían en Europa, porque habían hecho su vida por allá. Ana era una artesana cumanesa muy reconocida, y ya a Sol, mi mujer, no le faltaba mucho para jubilarse como profesora de la Universidad de Oriente.
Nunca olvidaré el día en que le quitaron cinco ceros a nuestra moneda, allí todos nosotros quedamos arruinados.
Los primeros en marcharse fueron José y Ana; Sol y yo los despedimos entre abrazos y lágrimas, con la promesa de volvernos a encontrar en cuanto la mala situación del país pasara.
Es tan duro ver partir a los amigos, un pedazo de la ciudad se va con ellos.
"Al menos se van para su tierra" , me dije dándome ánimo, pero uno de los primeros mensajes de José fue: "Ya aquí somos extranjeros, hermano".
Al poco tiempo se fue mi hijo para Chile, otra despedida donde el esfuerzo por no llorar deja un dolor que no se olvida nunca; jamás había sentido una sensación así, de impotencia y de rabia, verlo partir sin querer irse.
Al poco tiempo un mensaje suyo decía: "Me va muy bien papá, y Valdivia es hermoso, pero ser inmigrante es triste".
José y Ana luego se fueron a los Estados Unidos, y tampoco se adaptaron. Por último, a España, con Marcela y la familia de su esposo Luis Carlos. Allí tienen tres nietos).
Jhon Jaime y Carolina viven en Alemania, Carolina tiene dos hijos, y Jhon Jaime tres.
Como la casa de José y Ana aún está intacta allí, en "Tres Picos", ya que los vecinos se la cuidan, él vino a Venezuela, en noviembre a resolver lo de la venta de su casa grande.
Teníamos 5 años sin vernos, fui al recibirlo al aeropuerto, y se alojó en mi apartamento de Caracas (porque a todas estas yo me vine a Caracas, y Sol, mi mujer, se quedó en Carúpano, su pueblo natal, para ayudar a su hermana que quedó viuda; una separación forzada por la crisis, prueba dura para el amor, hasta ahora vamos ganando la pelea).
El rostro de José no podía ser de mayor felicidad, nos tomamos unos tragos, como es de rigor entre dos orientales, y nos pusimos al día en todo.

José y yo
Nunca me imaginé a alguien tan preparado como José en esa situación.
José estuvo dos días en Caracas y luego siguió para Cumaná, yo tenía miedo de que la mala situación del país y lo maltrecha que está la ciudad lo obligaran a vender su hermosa casa a muy bajo precio.
Solo duró un mes en Cumaná, ya que debía cumplir con una fecha de salida determinada.
—No te contaré nada sin un traguito de por medio, hablamos esta noche —me dijo cuando lo pasé a recogerlo por el terminal de pasajeros al regresar de Cumaná.
Ya en la noche, cuando llegué del trabajo nos sentamos a hablar.
—¿Cómo estuvo lo de la venta de la casa? —le pregunté sin rodeos.
—Ya te cuento —me respondió sonreído —con en vaso en alto como el que quiere hacer un brindis.
—¿Qué paso? ¿hiciste una buena venta? —pregunté yo, levantando también mi vaso.
—Nada de eso —me dijo, chocando mi vaso —no venderé la casa del único sitio del mundo donde no soy inmigrante, me regreso, hermano; nos regresamos —me respondió llorando.
Nota: Todas las fotos son de mi propiedad
Un relato conmovedor, Carlos.
Mi querida adrianacabrea, cuanto te recuerdo a diario, tu y Rubi están siempre conmigo.
Algunos problemas técnicos me han impedido estar más activo en hice, pero ya lo estamos solucionando.
Abrazos, los quiero mucho.
Igualmente, te tenemos muy presente, con gran cariño. Espero leerte más por aquí, Un abrazo enorme de todos por acá.
Me conmovio leer tu relato porque como la mayoría de los venezolanos parte de mis hijos son inmigrantes.
Lo que mas me gusto fue que José decidiera quedarse en Venezuela y es que los afectos son lo más importante.
Saludos @acostacazorla y gracias por compartir tu historia.
Gracias por tu comentario amigo.
Saludos.
Cuánto significado encierra el final del relato. Se siente que valió la pena leerlo.
Éxitos 👍
Saludos, leopard0.
Gracias por tu hermoso comentario, y por haberme leído.
Se me aguaron los ojos al final...quizá sea que ...acostumbrada a malos finales estaba esperando otro de esos y este me sorprendió. Dios quiera que en la vida real todos los relatos sobre migraciones concluyan en reencuentros. Tengo una sobrina en Chile, dos sobrinos - nietos en Bolivia, me nació hace dos semanas un sobrino - biznieto en Bolivia. Lo conozco por fotos y videos...no se si alguna vez lo podré abrazar. Gracias por compartir un relato que termina bonito aunque igual nos haga llorar.
Saludos, Sayuri.
Ed una dura realidad, que todos deseamos tenga un fina feliz.
Gracias por tu lectura y comentario.
¡Carajo! Aunque sea en la eternidad, nos volveremos a reunir en Tres Picos o El Cotoperi.
El abrazo más fuerte @acostacazorla, y a Sol un beso.
¡Maravilloso relato!
Felictaciones, @acostacazorla