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Margarita fue muy clara:
-Yo sí es verdad que no voy a aceptar esa falta de respeto, mi marido es mi marido, y no lo comparto con nadie, ya Julián sabe cómo soy yo, en lo primero que yo vea a una bicha de esas sacándole cuadro, le saco los ojos, y si es él el que anda de pasao se lo corto cuando esté dormido, él sabe muy bien que yo sí se lo hago.
Pero Julián no es cualquiera, él es un hombre inteligente y salomónico, e hizo una casa grande en la orilla de la playa, al lado del muelle donde hacía los barcos. La casa la construyó de cuatro pisos, un piso para cada mujer, pero claro, la planta baja es de Margarita, cuando las mujeres salen preñadas ellas las partea y se queda con los muchachitos, y le dice a todo el mundo que son de ella, como Julián le da plata para que haga mercado, ella compra bastante comida, y en secreto les reparte a todas.
Aquí no le han sacado los ojos a nadie, ni a ningún varón se lo han cortado, Margarita se pasea orgullosa por el barrio, agarrada de la mano de Julián, porque ella siente que tiene el mejor marido del barrio.
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