En su travesía por el cosmos, la Mujer Meteoro se topó con el mismísimo Tiempo. Era una oportunidad única, un encuentro que prometía ser inolvidable.
―¿Nunca te has preguntado por qué las horas puntuales son tan importantes? ―inquirió la Mujer Meteoro al Tiempo, quien se encontraba sentado al otro lado del universo, o al menos, del pasillo.
El Tiempo quedó atónito. No la había visto llegar, pero su postura sugería que llevaba allí, en el universo, tanto tiempo como él mismo.
El Tiempo tenía los pies recogidos sobre el cosmos, su mirada fija en un reloj de pie azul con manchas verdes y blancas.
―No lo sé ―respondió la Mujer Meteoro―. Es como si todas las cosas importantes solo ocurrieran en las horas "nombradas". ―Observó al Tiempo, buscando confirmar su atención, y lo encontró completamente absorto en la conversación, dedicándole todo su tiempo.
―Es curioso, si uno se detiene a pensarlo ―continuó―. Los horarios... personales o profesionales, como los de clase, por ejemplo; o las citas; o incluso la programación de televisión ―se explicó con cierta dificultad, como si no esperara que el Tiempo se interesara en sus reflexiones. Era la primera vez que alguien prestaba atención a sus peculiares pensamientos, y no sabía del todo cómo manejar la situación.
―Tienes razón ―respondió el Tiempo―. Es como si las demás horas no importaran. Nadie queda a las doce y un minuto o a las cinco y trece. Todo se reduce a las horas: en punto; y cinco; y diez; y cuarto; y veinte; y media.
―¡Exacto! ―exclamó la Mujer Meteoro―. Es como si los minutos entre el uno y el cuatro, el seis y el nueve, simplemente no existieran ―añadió, con mayor seguridad.
―De hecho, utilizamos expresiones como "y media pasadas" o "y cuarto pasadas" para referirnos a esos minutos olvidados ―continuó el Tiempo.
Un silencio se apoderó de ellos por unos instantes. Ambos parecían procesar la información que acababan de compartir.
―Qué gran pérdida de tiempo ―concluyeron al unísono.
Pero la Mujer Meteoro, disfrutando de la compañía del Tiempo, decidió continuar la conversación:
―Tengo otra pregunta.
―Te la responderé con una condición: que tú luego respondas a una mía.
La Mujer Meteoro aceptó y preguntó:
―¿Por qué se leen las horas?
―Cada segundo es una frase ―respondió el Tiempo―, cada minuto una página, cada hora un libro... porque el tiempo, en sí mismo, es una historia. Por eso se leen las horas del reloj, por eso se lee la vida. Vive tu tiempo, escribe tu historia y lee tu vida. ―Sus ojos se llenaron de lágrimas―. Vive ―añadió, como un consejo y, al mismo tiempo, una disculpa.
La Mujer Meteoro agradeció con una sonrisa la respuesta del Tiempo. Y luego dijo:
―De acuerdo. ¿Cuál es tu pregunta?
El Tiempo no se demoró en responder, y con una voz que parecía conocer la respuesta que recibiría, le preguntó a la Mujer Meteoro:
―¿A dónde vas?
―A destruir la Tierra ―respondió ella.
English version
Memoirs of the cosmos.
In her journey through the cosmos, Meteor Woman came across Time itself. It was a unique opportunity, a meeting promising to be unforgettable.
―Have you ever wondered why punctual hours are so important? ―inquired Meteor Woman to Time, who was sitting on the other side of the universe, or at least, of the hallway.
Time was stunned. He hadn't seen her arrival, but her posture suggested she had been there, in the universe, for as long as he had.
Time had his feet propped up on the cosmos, his gaze fixed on a blue grandfather clock with green and white spots.
―I don't know ―answered Meteor Woman―. It's as if all important things only happen in the "named" hours. ―She observed Time, seeking to confirm his attention, and found him completely absorbed in the conversation, devoting all his time to it.
―It's curious, if one stops to think about it ―she continued―. Schedules... personal or professional, like class schedules, for example; or appointments; or even television schedules ―she explained with some difficulty, as if she didn't expect Time to be interested in her reflections. It was the first time someone had paid attention to her peculiar thoughts, and she didn't quite know how to handle the situation.
―You're right ―responded Time―. It's as if the other hours don't matter. No one meets at twelve and one minute or at five and thirteen. Everything comes down to hours: on the dot; at five; at ten; at quarter past; at twenty; at half past.
―Exactly! ―exclaimed Meteor Woman―. It's as if the minutes between one and four, six and nine simply don't exist ―she added, more confidently.
―In fact, we use expressions like "half past" or "quarter past" to refer to those forgotten minutes ―continued Time.
A silence engulfed them for a moment. Both seemed to process the information they had just shared.
―What a waste of time ―they concluded in unison.
But Meteor Woman, enjoying Time's company, decided to continue the conversation:
―I have another question.
―I'll answer it with a condition: that you then answer one of mine.
Meteor Woman agreed and asked:
―Why are hours read?
―Every second is a sentence ―answered Time―, every minute a page, every hour a book... because time, in itself, is a story. That's why hours on the clock are read, that's why life is read. Live your time, write your story and read your life. ―His eyes filled with tears―. Live ―he added, as advice and, at the same time, an apology.
Meteor Woman thanked Time with a smile for his answer. And then she said:
―Okay. What is your question?
Time didn't hesitate to respond, and with a voice that seemed to know the answer he would receive, he asked Meteor Woman:
―Where are you going?
―To destroy Earth ―she answered.
Translated and formatted with Hive Translator by @noakmilo.
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