Todos tenemos nuestros pequeños placeres, que nos llenan y nos hacen sentir bien, en plenitud. Aunque para muchos, estos quizás no sean bien vistos.
El verdadero problema es, cuando estos placeres al mismo tiempo nos hacen daño, pero nos aferramos a ellos...
Lucas era un joven tranquilo, trabajaba en la tienda de accesorios telefónicos en el día y por la noche estudiaba para sacar su carrera en ingeniería informática, que era su verdadera pasión.
Vivía solo desde hacía unos meses, desde que decidió independizarse para tener su propio espacio. Y Karen, su vecina del frente, siempre estaba dispuesta a ayudarlo en cualquier cosa que necesitase, aunque este no parecía mostrar el mismo interés en ella.
Karen siempre recordaba el día que lo conoció, él estaba en el kiosco de la esquina, con un refresco en la mano y una gran sonrisa.
Ya habían pasado algunos meses y Karen estaba dispuesta a confesarle su amor a Lucas, así que decidió invitarlo a pasar la noche en la terraza de su apartamento, a lo cual Lucas se mostró encantado de participar.
La gran sorpresa de Karen fue verlo llegar con un six-pack de latas de refresco y al preguntarle que porque llevaba tantos, sus ojos se iluminaron y empezó a hablar del refresco como si fuera su mayor tesoro, el confeso que era lo único que tomaba en el día, y que no se imaginaba una vida sin su adorada bebida, que no había nada más valioso para él.
Karen le pregunto, “¿Y qué pasa si te digo que hay muchas otras cosas deliciosas en este mundo?”
El volteo a verla, un poco ruborizado ante la expresión de Karen y le dijo "No entiendo que quieras decir, pero mi amor por las bebidas es superior a cualquier otro que puedas imaginar, no importa lo que digas, si no compartes ese mismo amor como yo, creo que ya no podremos ser más amigos"
“Lucas, eso es muy superficial”, respondió Karen, tratando de mantener la calma. “Deberías quererte más. Hay tantas cosas en la vida que valen la pena explorar.”
“¿Explorar qué? ¿Comidas, bebidas que no me gustan? Este refresco es lo único que realmente disfruto”, replicó Lucas destapando su segunda lata de refresco.
Y a la vez, Lucas se puso de pie y tomo el resto de latas de refresco que quedaban y le dijo a Karen "Sé que tus intenciones son buenas, créeme, en el fondo lo sé, pero prefiero esto, no estoy interesado en cambiar" y emprendió su camino a la soledad de su habitación.
En esta historia quise reflejar como a veces nos aferramos aquello que nos da placer sin importar el daño que pueda causarnos, o que nos aleje de conexiones verdaderas.
"Este post es parte de mi entrada al reto #Hive14Challenge con @hivecreatorsday; en el que espero retomar la creación de contenido en mi blog y ser más activa en la comunidad 🔥"
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Es verdad, muchas personas se aferran a objetos y a personas que no les hacen bien. Aunque sepan que les hacen mal siguen aferrados, pase lo que pase. Una muy interesante historia.
Gracias por compartir tu historia.
Buena tarde.
Así es, es necesario soltar aunque nos duela.
Saludos, gracias por leer.
Así es. Esta historia no sé por qué me recordo a las situaciones que vivo con mi mamá y su forma de ser. Excelente relato. Gracias por compartir! 💕
Jejeje, la llevé al extremo de la situación, pero a mi también me recordó a un amigo 😅