Historias en su tinta 083: "Enpiñado", por bonzopoe

in Literatos28 days ago

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Juan no logra conseguir piña. Ha ido a los lugares habituales en su búsqueda, pero en todos se ha agotado. Su nivel de estrés ha ido incrementándose a lo largo del día, conforme recibe una negativa tras otra de cada puesto de frutas, primero de los mercados cercanos, y luego de los del resto de la ciudad. Esta a un paso de la desesperación.

Después de años finalmente su padre le pasará la estafeta del negocio familiar, y le dará la receta para mantener el éxito de la empresa que le dio de comer, a él y a sus hermanos, durante toda su vida, y la clave está en la piña.

Toda su vida sin fijarse en ella, toda su vida despreciándola, y ahora su futuro depende de ella, de que su padre pueda enseñarle a usarla antes de morir. Casi como si fuera la fórmula secreta de la Coca-Cola, guardó durante toda su vida el secreto para su preparación, así como su padre lo hizo con él, antes de pasarle la estafeta.

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Ahora es el turno de Juan, que en vez de estar en casa junto a su padre en sus últimas horas de vida, corre por la ciudad como desquiciado, tratando de conseguir una mísera piña. Es curioso como tu vida puede depender de algo tan banal, piensa Juan, mientras busca en el enésimo supermercado por una piña.

Todo su vida quejándose de ella por la importancia que le daba su padre, y ahora daría lo que fuera por una. Su teléfono no para de sonar con mensajes de su familia, preguntándole si ya la consiguió, diciéndole que su padre desvaría, que no le queda mucho, que se apure por favor.

En el super en el que está solo hay piña enlatada en almíbar, sabe que no sirve, pero aún así pregunta, y le confirman que no, que tiene que ser piña natural no procesada. Sale corriendo desesperado, le queda solo un supermercado más por visitar, y si en el no hay piña, no sabe que va a hacer, de donde va a sacarla.

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Se sube al auto y conduce pasándose los altos, como si literalmente su vida dependiera de conseguir una piña, y tal vez así sea. Llega al lugar y corre hasta el fondo del establecimiento, al área de frutas y verduras, y a lo lejos ve lo para parece una piña. ¡Finalmente!, se dice en silencio.

La toma entre sus manos y al llegar a la caja registradora para pagar, ve que es una papaya. Regresa, deja la papaya, coge la piña y va corriendo de vuelta a la caja registradora, pero al llegar no es ni una piña ni una papaya, es un melón.

Por un momento se queda quieto, todo contrariado, y en eso escucha el tono de mensaje de su teléfono, es su familia de nuevo pidiéndole que se apure, diciéndole que su padre puede morir en cualquier momento, que regrese ya con piña o sin esta.

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Regresa corriendo al área de frutas y verduras, deja el melón, y toma de nuevo la piña, y corre de nuevo a la caja, pero ahora mirando la piña para estar seguro de que no se ha equivocado de fruta esta vez. Llega a la caja, pone la piña en el mostrador, y la pierde de vista un momento para sacar su cartera, y cuando pone la vista otra vez en la piña, ya no es una piña, es una sandía.

Juan mira a su alrededor sin saber que hacer. Todo gira, como si se burlara de él, con lágrimas en los ojos y dando tumbos corre de nuevo a cambiarla, pero antes de tomar de nuevo la piña, saca el billete con el que va a pagar y se lo pone entre los labios, y camina rápidamente a la caja sin dejar de mirar la fruta cuya búsqueda lo ha atormentado todo el día.

Llega a la caja, paga sin dejar de mirar la piña, y así, sin quitarle la vista de encima va hasta su auto, y conduce despacio, orillado a la derecha cuidando de no dejar de mirar la piña para que esta no cambie de nuevo. El teléfono suena otra vez, pero lo ignora, la piña es más importante en este momento.

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No sabe si su padre todavía respira, no puede preocuparse por eso en ese momento, lo único que importa en este momento es llegar a casa con la piña, lo demás está en manos de Dios, se dice Juan mientras reza en silencio.

Llega a la casa, deja el auto mal estacionado en la entrada y camina con la piña entre sus manos hasta el cuarto donde está su padre. Al entrar todos los que alguna vez conoció están ahí. Su familia entera, sus amigos de la infancia, su esposa y sus hijos, incluso sus nietos que viven del otro lado, en los Estados Unidos.

Todos parecen ignorarlo, menos su padre que se acerca hasta a él, y le dice: "Bien hecho mijo, ahora ya podemos irnos", toma la piña y la pone en la mesita de noche junto a la cama, y después de hacerlo esta desaparece. Ahora nos toca a nosotros, le dice su padre, y Juan finalmente lo comprende todo.

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Mira las fotos que están en las paredes del cuarto y recuerda su vida. Ve el emporio de restaurantes de comida mexicana que construyó con el pasar de los años, gracias a las recetas que heredó de su padre y de su abuelo, y que le hicieron acreedor del título del "Rey de los tacos al pastor".

Se voltea a mirar a su padre, y le sonríe, y luego se dirige a la cama rodeada por toda su familia, se acuesta en ella, y en su rostro lleno de arrugas se dibuja una sonrisa mientras pleno y feliz da su último suspiro.




©bonzopoe, 2025.

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