Una vez pinté un mural... Le llamé jazmín como flor de mi jardín, atraía las miradas del cielo, convocando los colores del paisaje eterno, hasta resurgir como pájaros cantores que juegan hasta el sinfín de los tiempos.
Pinceladas al viento certero se plasman como tatuajes en el agua, peces se forman en las nubes como sonrisas picaronas, contándonos Miles de historias hasta quedarnos dormidos, prefiriendo besar la alegría hasta entrar en sueños profundos.
Manos libres abrieron sus conocimientos, engrandeciendo lo perdido, fundiéndose con los tonos metalizados hasta compartir un mismo sueño en el verano renacido, que transmite la oportunidad de ver lo infinito en la yema de mis dedos, conformando lo sublime de lo invisible.
Trazos de vida emergen complacidos, narran a las copas de los árboles lo mucho que disfrutan de mis ojos que se posan. Junto las manos en rezos, implorando a la vida volver a entregarme pasajes hacia mundos sin recorrer y poder seguir caminos que impacten cada día más y más.