El hippocampus y la piraña || relato corto

in Literatos4 years ago (edited)

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Foto de Francesco Ungaro en Pexels

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     Un día, una gigantesca tromba, revolvió el mar mezclando y reuniendo cientos de especies en un sitio del mismo, luego del estrepitoso agite.

Las diferentes clases se analizaban, se miraban de reojo, otras socializaron, algunas se intimidaron, así como hubieron las que sólo, ni hablaron... Entre ello, coincidieron un mozo hippocampus y un joven «piraña».
Al igual que los humanos acostumbran en tiempos carentes de cordialidad, –ocasión que precedió de la inesperada situación– hablaron empezando una disgustosa y pasajera conversación; la susodicha piraña, arrogante, con sus salvajes habilidades de subestimar y burlarse de quien le complacía, preguntando al Hippocampus: —¿Que se siente poseer la capacidad mas diferente y homosexual del reino animal? ¿Debe ser vergonzoso no? –Preguntó mordaz con insoportable imprudencia.
A lo que el caballito, sin titubear replicó:
—No. Vergonzoso es que hallan individuos como tú espetando esas preguntas discriminadoras y, para responder a la otra pregunta pues me siento tan común como el resto pero especial como ninguno.
—Es absurdo no puedes sentirte así, tu diferencia te debe ser menos. –Afrentó la insensible y voraz piraña.
Momento justo que otra tromba nuevamente sacudió todo, disparando con la gigante fuerza de sus ondas a todos los animales a distintos rumbos cortando la burda conversación.

     Todo el importuno reflejó un mar colapsado, y retomado de su calma habitual.
Desde ese entonces las especies vivían en más tranquilidad, gracias a aquella sacudida divina que como magia pareció hechizar a muchas especies llenándolos de sensatez y benevolencia. Cada raza en su grupo estaba, cada clase a otra lindaba amable y cordial, sin embargo, ocasionalmente acontecía una que otras discordias en el mar infinito, tranquilo, imprevisible, que creaba caminos para que sus habitantes se conocieran y se adaptaran a la esencia transparente que el colosal hogar azul dictaba aún si algún odioso le contrariaba.

La vida marina siguió su curso, todos sus habitantes vivían en el corazón de su naturaleza; empero, un día en especial, un Hippocampus revolucionó la forma de procrear, alquilando su vientre para los animales que no podían concebir un heredero. A pesar que es criticada, la mayoría, esta en acuerdo y conforme con los términos maravillosos y convenientes al fin y al cabo para quienes adoptan.

~~~~~~

     La piraña, hacía tiempo, ha estado privada de libertad por su mal obrar; –lo suficiente como para estar tan aislado de no enterarse de la novedad que suscitaba una revolución «acullá»–.
Sugestionado, por una amigable Medusa, cuya amistad surgió por su trabajo de orientadora, se le redujo sentencia debido al buen comportamiento elevándolo hasta una prueba que con su ayuda aprobó obteniendo por los tiburones del juzgado la firma como apto para convivir...

La piraña Fred, enamorado de su orientadora Medusa, salió libre al fin y Molly la Medusa tan enamorada como el, conciliaron un amor.
Formaron su hogar. Concluyeron en tener un «heredero» que poseyera todo lo que con amor van construyendo pero, eso era imposible por la condición estéril de Molly.
Tristes, salieron de paseo un día, intentando solucionar su problema y pasaron cerca de una empresa en la que había mucha gente a la espera de ser atendidos.
La hermosa pareja de la piraña preguntó a una señora Calamar que acompañaba un caballito de mar...
— Disculpe, hemos estado fuera mucho tiempo. ¿Podría decirnos por qué la aglomeración?.
— La señora calamar respondió: oh, es por la espera de poder alquilar algún vientre –puesto que la adopción no figuraba–.
La Medusa agradeció por la información retirándose a comentarle a su pareja.
Fred vió una solución a su tristeza y esperaron para alquilar un vientre pero no tuvieron éxito de modo que la tristeza Volvió a sus corazones y continuaron su camino.

Entre variaciones de los caminos, del destino... O casualidad, se encontraron sus cambiadas personalidades; Maxin El Hippocampus, y Fred la piraña. Fred se sorprendió de ver al Hippocampus que una vez se propuso a humillar. Hizo una mirada apenada y furtiva, ladeando su cabeza para que Máximo –como le decían –, no se diera cuenta mientras pasaba a su lado...
— ¿Que pequeño es el Mar eh?
— ¿Disculpa?
— Tranquilo yo tampoco creí tener que verte. No me lo preguntas pero lo he olvidado y, te perdono. Después de todo eramos jovenes. –murmuro a fred con disimulo.– ¿Es tu pareja?, los noto tristes. –se atrevió a comentar.
Fred estaba helado como si estuviese en el polo norte.
—Si, mucho gusto. –Se presentó Molly. Pues acertó, no podemos tener un hijo y la solución que encontramos la hemos perdido. Se agotaron los vientres.
—Oh, si no cuento ahora con vientres, la demanda es muy alta, ha sido un éxito rotundo, pero creo que puedo hacer algo por ustedes.
—¿Como? ¿No cuentas con vientres? ¿Tu creaste esa empresa?
—Si, yo soy el dueño. Vamos veré en qué puedo ayudarles.

Nadaron veloces. Ya en las instalaciones de la empresa Maxin pidió que esperaran mientras atendía algunas cosas.
La espera eterna carcomía su noción de tiempo. La aforada esperanza se dibujaba en una incógnita dentro de las burbujas que exhalaban inquietos.
Finalmente apareció Maxin.
— Lo siento, no encontré a nadie que pueda, la demanda es muy grande tanto que los vientres están comprometidos al menos por los siguientes dos años –dentro de las normas de seguridad sanitaria– y la persona que hubiese hecho la caridad se ha ido al océano.
Las incognitas cedieron dando lugar a burbujas vacías y trémulas.
— Pero... Si no les molesta, dispongo de buena salud ahora y cuento con una pareja igual de saludable. Yo podría procrear para ustedes. Si me lo permiten. – Se ofreció feliz el altruista Hippocampus coloreando dentro de las burbujas de sus clientes personales, una aura verde color esperanza.
El pertinente tiempo después, el generoso Caballo de Mar concibió exitoso un hijo para Fred y Moly regalándoles un bendito heredero con el que viven felices.

Moraleja: «La vida da muchas vueltas y no sabemos si algún día necesitaremos de la persona que menos pensamos».

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