El frío de la mañana se colaba por las rendijas de la oficina, cubriendo de un halo grisáceo el espacio. Un aroma a herrumbre y a papeles viejos flotaba en el aire, mezclándose con la tensión palpable que reinaba en la sala. Sentado frente a su escritorio, Alberto repasaba por enésima vez los detalles del caso.
Su padre, Don Carlos, de pie junto a la ventana, observaba con detenimiento los tejados de la ciudad. Alberto suspiró, levantándose de golpe. "Papá, necesito que me leas de nuevo la declaración de la testigo, por favor", dijo con voz grave.
Don Carlos, asintió y tomó asiento frente a su hijo. Con voz clara y pausada, comenzó a leer el relato de la mujer que aseguraba haber presenciado el crimen: el asesinato de un hombre a manos de su esposa. Un crimen que, por alguna inexplicable razón, las autoridades querían catalogar como legítima defensa.
Alberto escuchaba con atención, sus manos entrelazadas sobre el escritorio. Su mente, aguda y analítica, tejía una red de posibilidades, buscando las inconsistencias en el relato oficial, las fisuras en la coartada de la acusada.
De pronto, un detalle llamó su atención. "Papá", interrumpió, "¿en qué momento dice la testigo que vio el arma?"
Don Carlos revisó el texto. "Dice que la vio en la mano de la víctima, justo antes de que la mujer lo apuñalara", respondió.
Alberto frunció el ceño. "Eso no tiene sentido", murmuró. "Si la víctima tenía el arma en la mano, ¿cómo pudo la mujer apuñalarlo? A menos que..."
Se levantó de su escritorio, alargó su mano buscando el bastón, lo tomó y comenzó a pasear por la habitación, mientras su mente procesaba a toda velocidad. Don Carlos lo observaba en silencio, sonriendo, fascinado por la forma en que su hijo parecía transformar la información en un rompecabezas tridimensional, encajando cada pieza con precisión milimétrica.
De pronto, Alberto se detuvo en seco. "Papá", dijo con una sonrisa triunfal, "creo que sé lo que sucedió. Recuerdas cuando tuve mi accidente. Un mes antes, estuve en el departamento forense y hubo un caso donde el rigor mortis comenzó a manifestarse muy rápidamente, entre las 2 y 3 horas después de la muerte, esto se debió a que la rigidez se instala más rápidamente en ambientes cálidos que en los fríos. Según el acta de cálculo del intervalo post mortem, la temperatura del cuarto era de 33 grados Celsius y la del cuerpo 25 grados Celsius de lo que nos indica que la velocidad del rigor no se corresponde con el testimonio".
Y así, con una sagacidad que solo la experiencia y la pasión por la justicia podían otorgar, Alberto y Don Carlos presentaron las pruebas, demostrando que la acusada no había actuado en defensa propia, había matado intencionalmente a su marido.
Al final del día, mientras caminaban por las calles de la ciudad, Alberto, tomado el brazo de su papá, exclamó: "gracias por ser mis ojos, papá", y con voz emocionada prosiguió. "Tu ayuda ha sido invaluable".
Don Carlos sonrió, conmovido por las palabras de su hijo. "Juntos somos un gran equipo, te lo dije el día que tuviste el accidente", respondió.
Eyes of justice
The morning chill crept through the cracks of the office, covering the space with a grayish halo. A smell of rust and old papers hung in the air, mingling with the palpable tension that reigned in the room. Sitting at his desk, Alberto went over the details of the case for the umpteenth time.
His father, Don Carlos, standing by the window, watched the rooftops of the city closely. Alberto sighed, standing up with a start. "Dad, I need you to read me the witness statement again, please," he said in a deep voice.
Don Carlos, nodded and took a seat across from his son. In a clear, slow voice, he began to read the account of the woman who claimed to have witnessed the crime: the murder of a man at the hands of his wife. A crime that, for some inexplicable reason, the authorities wanted to classify as self-defense.
Alberto listened attentively, his hands clasped on his desk. His mind, sharp and analytical, wove a web of possibilities, searching for inconsistencies in the official story, for cracks in the alibi of the accused.
Suddenly, a detail caught her attention. "Dad," she interrupted, "at what point does the witness say she saw the gun?"
Don Carlos checked the text. "She says she saw it in the victim's hand, just before the woman stabbed him," he answered.
Alberto frowned. "That doesn't make sense," he muttered. "If the victim had the gun in his hand, how could the woman have stabbed him? Unless..."
He got up from his desk, reached out for the cane, picked it up and began pacing the room, while his mind processed at full speed. Don Carlos watched him silently, smiling, fascinated by the way his son seemed to transform the information into a three-dimensional puzzle, fitting each piece together with millimetric precision.
Suddenly, Alberto stopped in his tracks. "Dad," he said with a triumphant smile, "I think I know what happened. You remember when I had my accident. A month before, I was in the forensic department and there was a case where rigor mortis began to manifest itself very quickly, between 2 and 3 hours after death, this was due to the fact that rigidity sets in more quickly in warm environments than in cold ones. According to the calculation of the post-mortem interval, the temperature of the room was 33 degrees Celsius and that of the body 25 degrees Celsius, which indicates to us that the speed of rigor does not correspond to the testimony".
And so, with a shrewdness that only experience and passion for justice could grant, Alberto and Don Carlos presented the evidence, proving that the accused had not acted in self-defense, she had intentionally killed her husband.
At the end of the day, as they walked through the streets of the city, Alberto, taking his dad's arm, exclaimed, "thank you for being my eyes, Dad," and in an excited voice continued. "Your help has been invaluable."
Don Carlos smiled, touched by his son's words. "Together we are a great team, I told you that the day you had the accident," he replied.
CRÉDITOS
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Traductor Deepl
Muy buen relato. Caramba, en pocas palabras haces una narración en la que pudiste tener descripciones, diálogo, narración, crear suspenso y llegar a un buen final. Te felicito. No es nada fácil crear relatos que sean cortos y buenos también. Éxito y bendiciones.
Muchas gracias. Me alegra mucho saber que es de su agrado.
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Logrado relato policial y de abogacía, que regula bien la información para darnos un efectivo cierre. Saludos, @franvenezuela.
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