(Las imágenes son retratos de la autora, por Anita Lors)
El día en que aquel poema me conmovió, me di cuenta de dos cosas. La primera, con mucho asombro, de que hacía demasiado tiempo que nada me conmovía. ¿Cómo era posible? ¿Cuándo se me congeló tanto el corazón? ¿Cómo no me di cuenta en el mismo instante?
Entendí que llevo años, ¡años! Sintiendo a medias. Creo saber cuándo empezó. Y entiendo que, para aquella persona profundamente infeliz que yo era en ese momento, mi estado actual habría parecido la meta, una total bendición.
Para lograr esa meta, se llenó de espinas, se cubrió de capas sucesivas de cotas de malla, se selló con concreto, se escondió entre muros. Con el tiempo, gradualmente, esa que ya no soy yo logró su propósito. Ya pocas cosas le hacían verdadero daño.
Todavía tenía rabia, oh, muchísima. La bilis es su alimento su comida, la fuente de su fuerza. Incuso su literatura está hecha a base de bilis. La rabia la ayudaba a dar la cara y a poner un freno. Los pequeños monstruos de la vida se estrellaban contra ella, y no podían llegar más allá.
No dejó de ser buena, pero buena en el sentido práctico. Puso "peros" y "nos" como barreras infranqueables. Se castigó duramente cuando las dejaba caer. Se autoflageló como quiso, se abofeteó, se arañó la cara, se cubrió de cuerpo de cenizas. Se llamó débil, se exigió más que a los demás, se convirtió en una máquina de hacer lo correcto, pero sin que le afectara el corazón. Alcanzó el feliz estadío de no sentir.
Y a ese ser que ya no lloraba de alegría ni de tristeza, a ese corazón que ya no se encogía ante una melodía superior, un acto de bondad o una imagen dulce, a esa alma coja que detestaba todo lo que no fuera práctico, a ese estómago incapaz de producir mariposas… los llamó, triunfalmente, madurez.
La segunda cosa que entendí era que un simple, pequeño, casi intrascendente poema, descubierto por casualidad, escuchado en un idioma perfectamente ajeno, en el momento más innecesario... un poema chiquitoco así, que no podía estar más lejos de ella, de su sentir, de su letargo… un poema más entre miles de poemas mucho más famosos, más grandiosos, más sublimes… era el que por primera vez en mucho tiempo había logrado conmoverme.
La poesía toca cada alma de una forma tan sublime que es capaz de cambiarnos desde lo más profundo.
Lo hace
La poesía, el arte es así, a veces lo que menos pensamos nos abre los ojos. La vida te dice: Bienvenida de nuevo, es momento de que te vuelvas a descubrir.
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