Soledad dulce compañera que habitas mi entorno desde la niñez. Me aprietas, me ahogas, me enseñas a crecer. Eres esa amiga que esta cerca aún cuando me encuentre ciega a tu presencia, pero que a puertas cerradas eres mi única compañera. Has sido un pedazo de mi que a veces me consume y al mismo tiempo me empuja a entender que no me haces daño aunque a veces eres cruel.
Soledad, tu que vives en la oscuridad de mis parpados, que cuando te reconozco me gritas que aunque hayan tantos, al final siempre seguirás tu residiendo en mi espacio. No importa la cercanía de otros ni ninguno de mis logros, continuaras ahí en la penumbra esperando por mí.
Oh soledad! Maldita obsesiva ¿Será que algún día dejaré de sentir tu sensación en mí? Eres un fantasma que persigue y atosiga todas mis esperanzas de olvidar que estas aquí, paciente e insolente he de decir. No hay manera, quizás el día en que muera me deshaga de este efecto que produces en mí. Eres una enfermedad vestida de misionera, queriendo mostrar una cara de nobleza inexistente que nunca estuvo ahí. ¿Estaré sola toda la vida aunque acompañado sea mi existir?
Imagen: Pixabay
Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.
¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!