Era una noche especial para aquel hombre que celebraba sus 37 años de matrimonio. Su casa, que se erigía como un mausoleo, estaba iluminada con luces tenues, parpadeantes por las constantes fallas eléctricas.
Samuel, de 63 años, había pasado semanas preparando esta velada. La mesa del comedor estaba muy bien decorada hasta con un mantel bordado por su esposa, Clara, años atrás. Ademas, una botella de Dom Pérignon, apartada especialmente para la celebración. No bastando eso, en el aire flotaba un delicioso aroma a lechón asado. El ambiente era una mezcla de nostalgia y amor con una inquietante sensación de opresión que Samuel no lograba identificar.
Con un suspiro profundo, Samuel colocó el álbum de fotos familiares en la mesa, reviviendo su vida junto a Clara. Las imágenes mostraban momentos de felicidad, risas, de viajes y celebraciones. Al pasearse por el álbum, una sonrisa se dibujó en el rostro de Samuel, pero a la vez brotó una sombra de melancolía.
La fuerza de la tormenta golpeó las ventanas, haciéndolo tomar la decisión de ir a la habitación matrimonial, donde ella pasaba el tiempo. La habitación estaba oscura, el interruptor se había dañado tiempo atrás y no había tenido tiempo de repararlo.
En la penumbra, la figura de Clara yacía en la cama como siempre. Samuel se acercó y le tomó la mano, susurrando palabras de amor y recordando historias de felicidad. El viento aulló y los relámpagos proyectaron sombras en las paredes. Samuel notó algo en el rostro de Clara. Sus ojos estaban abiertos, mirando el techo. Un escalofrío acarició toda su piel al darse cuenta de lo impensable. El pánico lo quiso arropar, pero trató de mantenerse racional. Le tomó el pulso y no encontró nada. La realidad lo golpeó con fuerza: no estaba viva.
¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Cuánto tiempo llevaba Clara sin vida? La angustia se mezcló con una sensación de horror cuando comprendió que había estado viviendo con un cuerpo inerte.
De repente, un susurro recorrió sus pabellones: "estoy aquí". Las palabras lo desconcertaron y llenaron de más miedo. Se alejó de la cama y en su retroceso tropezó con muebles, mientras un frío se adueñó del sitio.
El aire se tornó denso, y la oscuridad en la habitación parecía cobrar vida. Los relámpagos iban y venían y junto a ellos las sombras adoptaban formas aterradoras. Samuel, inundado por el terror, observó cómo la figura de su amada Clara se levantó y a la vez se desvaneció.
La casa, que una vez había sido su refugio de amor y recuerdos, ahora se sentía como una prisión de desesperación. Extraños sonidos llenaban los pasillos de la casa indicando presencias que se desplazaban de un lado a otro. Samuel se dio cuenta de que se enfrentaba a la más oscura y retorcida de las realidades.
Con el corazón en la boca, intento salir de la habitación, pero la puerta cerró en seco. La temperatura descendió y las ventanas se empañaron. Desesperado, Samuel intentó pedir ayuda, pero sus gritos fueron tragados por la oscuridad. En ese momento recordó una frase de su amada: La muerte no podrá separarnos.
Otra vez el susurro se hizo notar y Samuel desesperado seguía en su afán de salir de la habitación. Pero sus esfuerzos no tuvieron éxito y en su mente ya desquiciada las sombras reinaban. El pobre hombre había pasado tiempo cuidando de un cuerpo vacío, aferrándose a una esperanza inexistente. Y ahora, estaba condenado en la oscuridad.
Pasaron semanas y los vecinos extrañados por la ausencia de Samuel llamaron a la policía. Estos encontraron una casa vacía. No había rastro de él, solo el eco de su último suspiro y la fría certeza de que, en alguna parte, su alma atormentada estaría buscando la paz que nunca encontraría.
Todos los Derechos Reservados. © Copyright 2024 Germán Andrade G.
Dedicado a mi mente atormentada.
Imágenes editadas usando CANVA.
Es mi responsabilidad compartir con ustedes que, como hispanohablante, he tenido que recurrir al traductor Deepl para poder llevar mi contenido original en español al idioma inglés. También, hago constar que he utilizado la herramienta de revisión gramatical Grammarly.
Caracas, 25 de octubre del 2024
English
It was a special night for the man celebrating 37 years of marriage. His house, which stood like a mausoleum, was illuminated with dim lights, flickering due to constant electrical failures.
Samuel, 63, had spent weeks preparing for the evening. The dining table was beautifully decorated, even with a tablecloth embroidered by his wife, Clara, years ago. In addition, a bottle of Dom Pérignon had been set aside, especially for the celebration. Not only that, a delicious aroma of a roast suckling pig hung in the air. The atmosphere was a mixture of nostalgia and love with an unsettling sense of oppression that Samuel could not identify.
With a deep sigh, Samuel placed the album of family photos on the table, reliving his life with Clara. The pictures showed moments of happiness, laughter, travel, and celebrations. As he flipped through the album, a smile spread across Samuel's face, but simultaneously a shadow of melancholy sprouted.
The force of the storm was pounding on the windows, so he decided to go to the master bedroom, where she spent her time. The room was dark. The switch had been broken some time ago, and she hadn't had time to repair it.
In the gloom, Clara's figure lay on the bed as usual. Samuel reached over and took her hand, whispering words of love and recalling stories of happiness. The wind howled and lightning cast shadows on the walls. Samuel noticed something on Clara's face. Her eyes were open, staring at the ceiling. A shiver caressed his entire skin as he realized the unthinkable. Panic wanted to tuck him in, but he tried to remain rational. He checked his pulse and found nothing. Reality hit him hard: she wasn't alive.
How had he not realized this before? How long had Clara been lifeless? Anguish mingled with a sense of horror as he realized he had been living with an inert body.
Suddenly, a whisper ran through his wards, “I'm here.” The words disconcerted him and filled him with more fear. He moved away from the bed and in his retreat stumbled over furniture, as a chill took over the place.
The air became thick, and the darkness in the room seemed to come alive. Lightning flashed back and forth, and along with it, shadows took on terrifying shapes. Samuel, awash with terror, watched as the figure of his beloved Clara rose and at the same time vanished.
The house, which had once been his refuge of love and memories, now felt like a prison of despair. Strange sounds filled the halls of the house indicating presences moving about. Samuel realized he was facing the darkest and most twisted of realities.
With his heart in his mouth, he tried to leave the room, but the door slammed shut. The temperature dropped and the windows fogged up. Desperate, Samuel tried to call for help, but his screams were swallowed by the darkness. At that moment he remembered a phrase of his beloved: Death will not be able to separate us.
Again the whisper was heard and Samuel continued his desperate efforts to leave the room. But his efforts were fruitless and in his already unhinged mind shadows reigned. The poor man had spent time nursing an empty body, clinging to a non-existent hope. And now, he was doomed in the dark.
Weeks went by and neighbors puzzled by Samuel's absence called the police. They found an empty house. There was no trace of him, only the echo of his last breath and the cold certainty that, somewhere, his tormented soul would be searching for the peace he would never find.
All rights reserved. © Copyright 2024 Germán Andrade G.
Dedicated to my tormented mind.
Images edited using CANVA.
It is my responsibility to share with you that, as a Spanish speaker, I have had to resort to the translator Deepl to translate my original Spanish content into English. I also state that I have used the grammar-checking tool Grammarly.
Caracas, October 25th, 2024
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Me gusta como llevaste la trama de Samuel. Muy buena redaccion y escrito.Bendiciones.
Estimado @davot, mil gracias por tu visita y tu amable comentario.
Un fuerte abrazo virtual desde este lado del planeta.