En la nave Vehicle III, en los confines del universo cerca del sistema de Kolob, el caos resaltaba. La tripulación estaba infestada de sarna. Todos se rascaban sin cesar en un intento inútil de calmar el escozor que los consumía. Las luces parpadeaban, los sistemas fallaban, y mientras todo se desmoronaba a su alrededor, un amor peculiar florecía.
Elio Galván, el técnico de mantenimiento, había desarrollado un afecto inexplicable por una lata de jugo que había encontrado en la despensa de la nave. Era una lata de jugo Yukery, brillante y sin imperfecciones, con una superficie metálica impecable que lo había cautivado. Para él, no era solo una lata; era Lúmina, un objeto que se había convertido en su compañera en medio del desorden. En sus momentos de soledad, Elio se perdía en pensamientos sobre Lúmina, convencido de que su brillo perfecto era una señal de algo más profundo y especial.
Sin embargo, su obsesión no pasó desapercibida. Óxido, un villano creado por la corrosión de la nave, acechaba en las sombras. Este ser malicioso, compuesto de metal oxidado, no soportaba la idea de que algo en la nave brillara o permaneciera intacto. El odio de Óxido hacia todo lo reluciente se concentró en Lúmina, la lata perfecta que Elio protegía. En su mente, destruir esa lata significaba destruir el último vestigio de algo puro en un mundo corroído.
Cuando los relojes digitales de los pasillos de la nave indicaron que comenzaba la noche y mientras la nave seguía su errático curso hacia Kolob, Óxido decidió atacar. Aprovechando el desorden causado por la sarna que consumía a la tripulación, se deslizó por los conductos de ventilación, avanzando hacia el compartimiento donde Elio había escondido a Lúmina. Elio, sintiendo que algo oscuro se acercaba, corrió hacia el almacenamiento con el corazón acelerado.
Cuando llegó, vio a Óxido alzando una mano corroída sobre Lúmina, sus dedos afilados rozando la superficie de la lata, dejando pequeñas marcas oscuras. Elio observó cómo el villano intentaba corroerla, ansioso por destruir aquello que él amaba. El villano había esperado este momento, seguro de que el metal brillante no resistiría su toque corrosivo. Sin embargo, el daño era superficial. Las cicatrices que dejó no restaron belleza a Lúmina; más bien, le dieron una nueva forma de perfección a los ojos de Elio.
En un acto desesperado, Elio utilizó lo único que tenía: un líquido de antioxidante. Con rapidez, roció a Óxido, sabiendo que ese líquido sería su única defensa. El producto cubrió al villano, debilitando su estructura y ralentizando su avance. Óxido, que hasta ese momento había parecido invencible, comenzó a tambalearse. El malvado ser, formado de corrosión, se debilitó bajo el efecto del líquido, desmoronándose en una pila de metal oxidado.
Con el enemigo neutralizado, Elio tomó a Lúmina con manos temblorosas. Inspeccionó la lata, ahora con algunas marcas causadas por Óxido, pero esas cicatrices no la hacían menos valiosa para él. Al contrario, la hacían aún más especial. Lúmina no solo había sobrevivido al ataque, sino que ahora llevaba consigo las marcas de una batalla ganada, una historia compartida con Elio en los confines del universo.
A pesar de la sarna que seguía infectando a la tripulación y la incertidumbre del viaje espacial, Elio y Lúmina permanecieron juntos, como un símbolo de resistencia y amor en medio del caos.
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Contenido original, escrito para:
Hispaliterario 38 / Por el amor a una lata por @hispa.literario.
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Es mi responsabilidad compartir con ustedes que, como hispanohablante, he tenido que recurrir al traductor Deepl para poder llevar mi contenido original en español al idioma inglés. También, hago constar que he utilizado la herramienta de revisión gramatical Grammarly.
English
On the ship Vehicle III, in the far reaches of the universe near the Kolob system, chaos reigned. The crew was infested with scabies. Everyone scratched incessantly in a futile attempt to soothe the itch that consumed them. Lights flickered, systems failed, and a peculiar love blossomed as everything crumbled around them.
Elio Galvan, the maintenance technician, had developed an inexplicable affection for a can of juice he had found in the ship's pantry. It was a Yukery juice can, shiny and flawless, with an impeccable metallic surface that had captivated him. To him, it wasn't just a can; it was Lúmina, an object that had become his companion amidst the clutter. In his moments of solitude, Elio would lose himself in thoughts about Lúmina, convinced that its perfect shine was a sign of something deeper and more special.
However, his obsession did not go unnoticed. Rust, a villain created by the ship's corrosion, lurked in the shadows. This malicious being, composed of rusted metal, could not stand the thought of anything on board the vessel glowing or remaining intact. Rust's hatred of all things shiny focused on Lúmina, the perfect can that Elio protected. In his mind, destroying that can meant destroying the last vestige of something pure in a corroded world.
When the digital clocks in the ship's corridors indicated the onset of night, Rust decided to attack as the ship continued its erratic course toward Kolob. Taking advantage of the disorder caused by the mange consuming the crew, he slipped through the ventilation ducts, advancing toward the compartment where Elio had hidden Lúmina. Elio, sensing something dark approaching, ran toward the storage with his heart racing.
When he arrived, he saw Rust raising a corroded hand over Lúmina, his sharp fingers brushing the surface of the can, leaving small dark marks. Elio watched as the villain tried to corrode it, eager to destroy that which he loved. The villain had waited for this moment, certain that the shiny metal would not resist his corrosive touch. However, the damage was superficial. The scars it left did not detract from Lúmina's beauty; rather, they gave her a new form of perfection in Elio's eyes.
In a desperate act, Elio used the only thing he had: an antioxidant liquid. Quickly, he sprayed Rust, knowing that this liquid would be his only defense. The product coated the villain, weakening his structure and slowing his advance. Rust, who until that moment had seemed invincible, began to stagger. The evil being, formed of corrosion, weakened under the effect of the liquid, crumbling into a pile of rusted metal.
With the enemy neutralized, Elio picked up Lúmina with trembling hands. He inspected the can, now with some marks caused by Rust, but those scars did not make it less valuable to him. On the contrary, they made it even more special. Lúmina had not only survived the attack but now bore the marks of a battle won, a history shared with Elio in the far reaches of the universe.
Despite the mange that continued to infect the crew and the uncertainty of space travel, Elio and Lúmina remained together, a symbol of resilience and love amid chaos.
All rights reserved. © Copyright 2024 Germán Andrade G.
The original content was written for:
Hispaliterario 38 / For the love of a tin can by @hispa.literario.
Images edited using CANVA.
It is my responsibility to share with you that, as a Spanish speaker, I have had to resort to the translator Deepl to translate my original Spanish content into English. I also state that I have used the grammar-checking tool Grammarly.
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Muy bueno @germanandradeg ! Me encantó la creatividad. Suerte en el concurso
Me contenta que te haya gustado, gracias por el comentario y los buenos deseos.
¡Hola! Ger-Man.
Termine de leer esta historia y me quedo una inquietud, que espero me aclares. ¿Lumina es un jugo de pera?
Feliz fin de semana.
Tomate, papá, de tomate.
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