Esa noche se terminaba el año, un año de pocos logros y grandes pérdidas en la vida de nuestro protagonista, en lo personal a Kirsteen Gabriel Höss, (ese nombre se lo había dado su padre), ya que así se llamó su abuelo europeo, aunque con tantas historias, ya no estaba seguro si era Finlandés, Alemán, o Polaco, en fin, decía que este año Kirsteen había tenido que darle el último adiós a su padre, viejo militar retirado, que era la única persona que quedaba de su familia con vida y que se había pasado sus últimos años defendiéndose de las acusaciones de pertenecer al nacional socialismo, Kirsteen siempre lo había apoyado.
También había tenido que asistir al sepelio de su mejor amigo, quien no aguantó más la miseria en la que vivía y se había pegado un tiro, nadie sabía muy bien de dónde diantres sacó aquel revólver, que la policía dijo que fue un verdadero golpe de suerte que aquella antigüedad haya servido para tan nefasto fin, y que luego en las experticias fuera imposible que volviera a funcionar.
Si bien a Kirsteen no le quedaban ya razones para vivir, después de su fracaso en los estudios de medicina, sin familia, ni hijos, ni la posibilidad de tenerlos, con semejante miseria a su alrededor, y acorralado por la sombra de su padre, ya que cuando esté murió, comenzaron a aparecer acreedores de todo tipo y enemigos de toda calaña, que lo obligaron a salir de la vieja casona por un tiempo, puesto que ni siquiera un empleo decente tenía, con el cual honrar aquellas deudas, que fue la única herencia que recibió de su padre.
Pero Kirsteen en aquella, la última noche de año viejo, solo pensaba en emborracharse hasta morir, nada le importaba, nada tenía sentido, así que volvió a la vieja casa de su padre, con dos botellas de aguardiente barato que pudo comprar, seguro estaba que cuando estuviera bien borracho, tendría el valor de volarse los sesos con el arma de reglamento de su padre.
Entró por la puerta principal, encendió todas las luces de la casa, y puso algo de música, dejándola que se repitiera hasta que se apagará el infierno, Antonio Vivaldi, las cuatro estaciones, estaba seguro que con aquel aguardiente era poco probable que llegara al invierno, Kirsteen era el más vivo ejemplo de que la cultura no tenía nada que ver con el dinero.
Se sentó en el viejo despacho de su padre, todo estaba tal cual como lo dejó el viejo general, recordó que aún tenía las llaves de los cajones en la cartera, abrió el doble fondo del cajón (Esto solo lo sabía su padre y él lo había visto solo una vez, siendo tan pequeño que su padre jamás pensó que él se daría cuenta de ello, y mucho menos que lo recordaría tantos años después.) Así, rápidamente echó mano a la vieja pistola de su padre, la colocó sobre el escritorio y comenzó a beber.
En aquella estancia Kirsteen comenzó a mirar las cosas con detenimiento, nunca había estado allí más del tiempo necesario, ya que siempre le tuvo mucho respeto a las cosas de su padre, pero ahora, ya que no había nada que pudiera impedirle hurgar a sus anchas, comenzó, y lo hizo con los propios cajones del escritorio.
En el cajón, además de la pistola, habían unos habanos muy finos, pero Kirsteen nunca fumó, sin embargo encendió uno para ahogarse con el humo y apagarlo rápidamente en el vaso de licor.
Luego pasó al segundo cajón, en este estaba el viejo reloj y las joyas de su madre, que mirandolas bien, tenían mucho valor, aún así decidió seguir adelante con su plan, después de todo, aún no estaba ebrio y apenas comenzaba a sonar el verano, ya vería.
En los cajones de la izquierda no había más que baratijas y antiguas fotos de su abuelo Kirsteen, al cual debía su tan peculiar nombre.
De pronto pensó que si los cajones de la derecha tenían doble fondo, los de la izquierda también debían tenerlo, y de no ser así, nada perdía con intentarlo.
Abrió el cajón superior y por más que le dió vueltas, no pudo encontrar nada, así que lo colocó en su lugar y abrió el cajón inferior, rápidamente consiguió un mecanismo y luego de varios intentos, se disparó un ganchillo y este abrió.
Lo primero que encontró fue una vieja pistola Luger, en perfecto estado de conservación y un juego de tres llaves con una cruz esvástica, una de las llaves decía bodega, así que tomó el llavero y se fue a recorrer la vieja casona, buscando aquella bodega a la que se refería, no pudo encontrarla, así que hizo un ejercicio de observación buscando dónde podía estar aquel cuarto secreto, no le costó mucho hallarlo, ya que conocía bien la casa, y justo detrás de la biblioteca había un espacio, que era el único lugar donde podía estar aquel salón secreto.
Comenzó a mover los libros, buscando un mecanismo que abriera la puerta secreta, mientras se decía a sí mismo que su padre debía tener también una caja fuerte con una fortuna guardada, ya que nunca se supo porqué de la noche a la mañana el general había despedido a la servidumbre y se había quedado solo con una cocinera que hacía el aseo y se retiraba después de la hora de la comida.
De pronto un libro llamó su atención, era un viejo tomó del Quijote, pero al tratar de levantarlo, se escuchó un clickear, sonaron unos goznes y la biblioteca se abrió de par en par.
Busco una pequeña linterna y pudo ver en el interior una bodega con todo tipo de licores, cada uno más viejo y costoso que el otro, eufórico, tomó un par de botellas de whisky de 25 años y se dirigió nuevamente al despacho de su padre.
En la estancia comenzaba a dejarse caer el otoño, aunque para Kirsteen ya parecía que había vuelto la primavera.
Destapó una de las botellas, no sin antes lanzar contra la pared las dos botellas de aguardiente que había comprado con lo único que le quedaba en los bolsillos, y comenzó a degustar aquel elíxir de los dioses que significaba para él cada sorbo, brindo por su mejor amigo, pensó que si hubiera hecho antes este descubrimiento seguramente este estaría vivo y bebiendo con él, también brindo por su padre, a pesar de nunca llegar a conocerlo bien lo admiraba, y este siempre le trató con respeto.
Volvió a los cajones del escritorio, fue cuando encontró las cartas de él a su madre, y también una carta de esta diciéndole al viejo general que se iría para siempre, que solo volvería a la casa a recoger las cosas de los niños y que está se encargaría de que no viera nunca más a sus hijos, esto lo desconcertó completamente:
¿Será que su madre aún seguía con vida?
¿O acaso este tuvo algo que ver con su muerte prematura?
¿Es que tenía otros hermanos?
¿Estarán con vida todavía?
Así estuvo por un rato, trataba de asimilar todas las revelaciones de aquella noche, Kirsteen sentía que debía haber más, fijó su mirada en la esvástica del llavero, este estaba sobre el escritorio, como esperándolo, se levantó de un salto, tomó en su mano izquierda el pequeño llavero, en la derecha la botella de whisky, ya por debajo de la mitad, buscó en la cocina una vieja lámpara de kerosene, la encendió y volvió a la vieja despensa, una vez allí, buscó desesperadamente dónde podían servir las otras dos llaves, solo quedaban dos puertas por encontrar, y una de esas estaba seguro, que marcaría el destino de su miserable existencia para siempre.
Buscó detalladamente con precisión, la vieja construcción era muy rica en detalles, los azulejos en la pared habían sido colocados tal vez para distraer a cualquier intruso, pero Kirsteen no era un intruso, y ya estaba seguro que había una caja fuerte con una fortuna allí, casi al alcance de su mano.
Así estuvo, buscando y cuando ya estaba a punto de rendirse, tocó una baldosa que sonó hueca, la empujó y está dejó ver una pequeña cerradura, metió la llave y no pasó nada, metió la segunda y está giró sobre sí misma, un ruido de cerraduras se escuchó, empujó la pequeña portezuela y se vio en una pequeña sala, en medio de la oscuridad más terrible y absoluta que había experimentado jamás, y un fuerte olor que, con los efectos del licor y la adrenalina, no estaba seguro de que podía ser.
Kirsteen volvió por la lámpara, buscó un trago y ya no le quedaba, no había tiempo de buscar otra botella, tomó una de la despensa, la destapó y tomó un sorbo muy largo, como si algo o alguien en su cabeza le hubiese dicho que se preparara para lo que iba a encontrar allí adentro.
Cruzó la puertecilla y la lámpara iluminó la pequeña estancia, pero lejos de encontrar el tesoro que esperaba, en aquel terrible cuarto secreto de su padre, lo que encontró lo tomó completamente desprevenido.
Cuando al fin sus ojos se acostumbraron a la semi-oscuridad, y dirigió la lámpara hacia el fondo del cuartito, pudo distinguir los restos del cadáver de una mujer, esta hacía mucho tiempo que se había descompuesto, Kirsteen se detuvo horrorizado por un segundo, pero rápidamente se convenció que debía ser su madre, está estaba encadenada a una especie de potro o viga, (no pudo distinguirlo bien) y junto a ella, restos de dos cadáveres más pequeños, eran dos niñas, pudo darse cuenta de ello por el largo de sus cabellos, y porqué entre sus huesos habían despojos de muñecas de trapo.
Kirsteen ante este dantesco espectáculo enloqueció, salió huyendo de aquel terrible lugar, se fijó por un segundo en la caja fuerte que había al fondo de la habitación, pero ya no le importó, solo la botella que aún tenía en la mano izquierda significaba algo para él.
Cruzó la estancia como un loco, se podía escuchar como el invierno cubría toda la casa con sus hermosas notas, pero Kirsteen lo ignoró también, se dirigió al despacho de su padre, totalmente rebasado por el odio y un sentimiento de impotencia que le hacía muy difícil respirar.
Al entrar al viejo despacho tomó la vieja pistola de su padre, y la descargo completa en el viejo retrato en la pared.
Se tomó un trago, largo y espaciado, este hubiese sido suficiente para matar a cualquier cristiano, pero Kirsteen estaba poseído por un sentimiento que lo estaba consumiendo, totalmente borracho, pensaba en su madre, en el hecho de que nunca la conoció, en sus hermanas, inocentes niñas víctimas de aquel maldito viejo machista, lloró amargamente, pensó que su vida hubiera sido muy distinta con su madre y sus hermanas, lanzó la botella sin destapar que había quedado sobre el escritorio, afuera, el bullicio y los fuegos artificiales anunciaban la llegada del año nuevo, al fondo el invierno de Vivaldi lo cubría todo, luego sacó la vieja Luger del cajón, y sólo alcanzó a decir antes de volarse la cabeza:
Frohes neues Jahr✨.
Del Alemán: Feliz año nuevo✨.
Fin.
Créditos:
- Todo el texto de la obra es de mi total autoría.
- Todas las imágenes fueron generadas con inteligencia artificial bing.
- Para la traducción al inglés utilicé la herramienta Deepl.
English.
That night was the end of the year, a year of few achievements and great losses in the life of our protagonist, personally to Kirsteen Gabriel Höss, (that name had been given to him by his father), since that was the name of his European grandfather, although with so many stories, he was no longer sure if he was Finnish, German or Polish, Anyway, he said that this year Kirsteen had had to say his last goodbye to his father, an old retired military man, who was the only person left alive in his family and who had spent his last years defending himself against accusations of belonging to national socialism, Kirsteen had always supported him.
He had also had to attend the funeral of his best friend, who could no longer bear the misery in which he lived and had shot himself. Nobody knew exactly where the hell he got that revolver, which the police said was a real stroke of luck that this antique had been used for such a disastrous purpose, and that it was impossible for it to work again.
Kirsteen had no reason left to live, after his failure in his medical studies, with no family, no children, and no possibility of having any, with such misery around him, and beset by the shadow of his father, for when he died, creditors of all kinds and enemies of all sorts began to appear, forcing him to leave the old house for a time, since he had not even a decent job with which to honour those debts, which were the only inheritance he had received from his father.
But Kirsteen on that, the last night of the old year, was thinking only of getting drunk to death, nothing mattered to him, nothing made sense, so he went back to his father's old house, with two bottles of Cheap rum he could buy, sure that when he was drunk enough, he would have the courage to blow his brains out with his father's gun.
He went in through the front door, turned on all the lights in the house, and put on some music, letting it play on repeat until all hell broke loose, Antonio Vivaldi, the four seasons, he was sure that with that schnapps he was unlikely to make it through the winter, Kirsteen was the most vivid example that culture had nothing to do with money.
He sat down in his father's old office, everything was just as the old general had left it, he remembered that he still had the keys to the drawers in his wallet, he opened the double bottom drawer. (This only his father knew and he had seen it only once, when he was so small that his father never thought he would notice it, let alone remember it so many years later). So he quickly got hold of his father's old gun, placed it on the desk and began to drink.
He had never been there longer than necessary, for he had always had a great deal of respect for his father's things, but now, since there was nothing to prevent him from rummaging about, he began, and he did so with his own desk drawers.
In the drawer, in addition to the pistol, were some very fine cigars, but Kirsteen never smoked, yet he lit one to choke on the smoke and quickly extinguish it in the liquor glass.
Then he went to the second drawer, in it was the old watch and his mother's jewellery, which, on closer inspection, had a lot of value, but he still decided to go ahead with his plan, after all, he wasn't drunk yet and summer was just beginning to ring, he would see.
In the left-hand drawers there was nothing but trinkets and old photos of his grandfather Kirsteen, to whom he owed his peculiar name.
Suddenly he thought that if the drawers on the right had double bottoms, the ones on the left must have them too, and if not, there was no harm in trying.
He opened the top drawer and no matter how hard he turned it, he couldn't find anything, so he put it back in place and opened the bottom drawer, quickly got a mechanism and after several attempts, a crochet hook went off and it opened.
The first thing he found was an old Luger pistol, in perfect condition and a set of three keys with a swastika, one of the keys said cellar, so he took the key ring and went around the old house, looking for the cellar he was referring to, he could not find it, so he made an exercise of observation looking for where that secret room could be, it did not take him long to find it, as he knew the house well, and just behind the library there was a space, which was the only place where that secret room could be.
He began to move the books, looking for a mechanism that would open the secret door, while he told himself that his father must also have a safe with a fortune in it, since it was never known why overnight the general had dismissed the servants and was left with only a cook who did the cleaning and retired after lunchtime.
Suddenly a book caught his attention, it was an old copy of Don Quixote, but when he tried to pick it up, he heard a click, some hinges sounded and the library opened wide.
He reached for a small lantern and could see inside a cellar with all sorts of liquors, each one older and more expensive than the next. Elated, he grabbed a couple of bottles of 25-year-old whisky and headed back to his father's office.
Autumn was beginning to fall in the room, although to Kirsteen it seemed as if spring had already returned.
He uncorked one of the bottles, but not before throwing against the wall the two bottles of brandy he had bought with the only thing he had left in his pockets, and began to taste that elixir of the gods that meant to him every sip, he toasted his best friend, he thought that if he had made this discovery before he would surely be alive and drinking with him, he also toasted his father, although he never got to know him well he admired him, and he always treated him with respect.
He went back to his desk drawers, where he found the letters from him to his mother, and also a letter from her telling the old general that she was leaving for good, that she would only come back to the house to collect the children's things and that she would see to it that he never saw her children again, which puzzled him completely:
Could it be that his mother was still alive?
Or did it have something to do with his untimely death?
Did he have other brothers?
He stood there for a while, trying to assimilate all the revelations of that night, Kirsteen felt that there must be more, he fixed his gaze on the swastika on the key ring, it was on the desk, as if waiting for him, he jumped up, took the small key ring in his left hand, in his right hand the bottle of whisky, and, halfway down, He looked in the kitchen for an old paraffin lamp, lit it and returned to the old pantry. Once there, he searched desperately for where the other two keys might be of use; there were only two doors left to find, and one of those, he was sure, would mark the fate of his miserable existence forever.
The old building was very rich in detail, the tiles on the wall had been placed perhaps to distract any intruder, but Kirsteen was no intruder, and he was already sure that there was a safe with a fortune in it, almost within reach of his hand.
So he searched and when he was about to give up, he touched a tile that sounded hollow, he pushed it and it revealed a small lock, he put the key in and nothing happened, he put the second key in and it turned on itself, a rattle of locks was heard, he pushed the small door and found himself in a small room, in the middle of the most terrible and absolute darkness he had ever experienced, and a strong smell that, with the effects of liquor and adrenaline, he wasn't sure what it could be.
Kirsteen went back for the lamp, reached for a drink and there was no more, no time to get another bottle, she took one from the cupboard, uncapped it and took a very long sip, as if something or someone in his head had told him prepare herself for what she was going to find in there.
He stepped through the little door and the lamp lit up the small room, but far from finding the treasure he had hoped for, in that terrible secret room of his father's, what he found took him completely unawares.
When at last his eyes became accustomed to the semi-darkness, and he turned the lamp towards the back of the little room, he could make out the remains of a woman's corpse, which had long since decomposed, Kirsteen stopped in horror for a second, but quickly became convinced that it must be his mother, She was chained to some kind of rack or beam (he couldn't quite make it out) and next to her were the remains of two smaller corpses, two little girls, he could tell by the length of their hair, and by the fact that among their bones were the remains of rag dolls.
Kirsteen was maddened by this Dantesque spectacle, he fled the terrible place, he looked for a second at the safe at the back of the room, but he no longer cared, only the bottle still in his left hand meant anything to him.
He crossed the room like a madman, you could hear how the winter was covering the whole house with its beautiful notes, but Kirsteen ignored him too, headed for her father's office, completely overcome with hatred and a feeling of helplessness that made it very difficult to breathe.
As he entered the old office he picked up his father's old pistol, and unloaded it whole into the old portrait on the wall.
He took a drink, long and spaced out, it would have been enough to kill any Christian, but Kirsteen was possessed by a feeling that was consuming him, totally drunk, he thought of his mother, of the fact that he never knew her, of his sisters, innocent little girls, victims of that damned old macho man, he wept bitterly, he thought that his life would have been very different with his mother and his sisters, he thought that his life would have been very different with his mother and his sisters, he threw the uncorked bottle that had been left on the desk, outside, the noise and the fireworks announced the arrival of the new year, in the background the winter of Vivaldi covered everything, then he took the old Luger out of the drawer, and only managed to say before he blew his head off:
Frohes neues Jahr✨.
From the German: Happy New Year✨..
The end..
Crédits:
- I am the author of the entire text of the work.
- All images were generated with artificial intelligence.
- For the English translation I used the Deepl tool.
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