Tambores de guerra suenan desde el occidente de Atlántida. Aidoneus, rey de Hades, sabía que el momento había llegado. Solo necesitaba una excusa, y qué mejor excusa que el "rapto" de su hija ilegítima, Kore Perséfone, de la casa de Proserpina.
Rapto que nunca ocurrió.
"Aidoneus", escuchó que le llamaran.
Se volvió. Kore estaba ahí, a un lado de las columnas que enmarcaban la salida al balcón. Su sencillo vestido color rojo hacía juego con el rubí de su tocado de cobre. Unas investiduras propias y dignas de una reina de Hades. De su reina y esposa.
"Kore, te ves preciosa".
La aludida sonrió mientras caminaba hacia él. Deteniéndose, y con la mirada hacia el horizonte, la joven reina le dijo con preocupación:
"Tanathos me dijo que pronto estaremos en guerra".
"No te lo puedo negar ni ocultar, amor mío. Estamos en guerra ya; solo es cuestión de tiempo para que lleguen a los límites de Hades".
"¿Qué hacemos mientras tanto?"
"Prepararnos para recibirlos... Con la espada".
Kore le miró, sorprendida. Aidoneus, con decisión, se dirigió a su habitación.
"¡No puedes tú solo contra el enorme ejército de Zeus, Aidoneus! ¡Te aplastarán!", exclamó Kore.
"Es mejor morir de pie que de rodillas, reza un viejo dicho. Y eso es lo que los hadeítas hacemos mejor: luchar sin retroceder, sin rendirse. Para ello hemos entrenado durante toda nuestra vida, para ello es que mi pueblo, nuestro pueblo se ha preparado. Para enfrentarnos a un nuevo tirano".
"Suena a que sabían que Zeus no era diferente a su padre Cronos".
"No solo nosotros. Incluso Yggdrassil y Mesopotamia lo habían notado desde que ascendió al trono. Por ello es que mantienen su distancia".
"Podemos recurrir a ellos y ofrecer una alianza".
Aidoneus negó con la cabeza. "Aunque quisiera, ellos no se meterán".
Kore, triste y cabizbaja, murmuró: "Estamos solos entonces".
El silencio de Aidoneus le confirmó la sentencia. Mirando entonces hacia el horizonte, donde el sol se ocultaba en el ocaso, la joven empezó a reflexionar.
Debió decirle a su madre que se casaría con Aidoneus y que no tomaría los votos de sacerdotisa de Eleusis, como marca la tradición con respecto a las hijas ilegítimas del rey. Debió afrontar el rechazo materno en lugar de querer conservarlo. Habría preferido eso que darle al hijo de Cronos la excusa perfecta para una invasión y masacre sin nombres; sin embargo, ya todo estaba hecho. Había llegado hasta donde estaba gracias a toda una sucesión de hechos, y si está en sus manos compensarlo, lo aprovecharía para ayudar a su esposo en aquella guerra inevitable.
Una idea surgió de inmediato en su mente. Quizás su esposo no tenga la esperanza en su idea, pero no estaba de más intentarlo.
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