La Ciguapa https://images.app.goo.gl/P3WdHSjHgz79Qybr9
La madrugada está fría, Miguel hace el intento de quedarse en la cama un poco más, pero Moreno está inquieto en el rancho.
¡¡Moreno!!, le dice Miguel para tranquilizarlo.Toma sombrero, machete y porrón y va hasta el rancho. Miguel mira los rincones buscando qué pudo llamar su atención. -Vamos que el campo hay que trabajarlo con la fresca, hoy tenemos guateque, dice Miguel mientras pone los arreos. El guateque navideño es en el conuco de los González, vienen guajiros de todos los confines.
Moreno tira del arado clavado en la tierra, durante algunas horas. A media mañana toman un descanso. Las garzas van tomando las lombricillas de la tierra removida. Moreno pasta tranquilamente, pero algo lo distrae. Levanta las orejas y las garzas alzan el vuelo. - Seguramente vieron un sijú platanero buscando frutas maduras. Los sijúes impresionan al más pintao, mi padre me contó que giran la cabeza en redondo y tienes dos ojos falsos detrás para despistar a los enemigos. Oiga cuando cruzan el cielo chillando, los demás animales se ocultan. El biejo me contó muchas historias sobre lechuzas; decía que se convierten en mujer, las llaman Ciguapa, tienen los pies al revés y hechizan a los hombres. Menuda tontería, dice Miguel como si Moreno pudiera entenderlo.- Por si acaso llevo un machete palmao a la cintura y nadie sabe manejarlo mejor que yo.
El sol está detrás de una nube, los jupitos alineados como cortina baten sus copas con fuerza. Miguel afinca el arado en la tierra, a cuatro leguas se escucha la voz montuna animandolo: ¡Moreeenooo, ooh, oh!, el resto del tiempo silba para sentirse acompañado.
Termina la jornada pasado el mediodía, deja los arreos en el rancho y toma el trillo del río caminando junto al caballo. Hay marcas en el lodazal, a Miguel le resulta raro el tamaño de aquellos pies. No recuerda haber visto a nadie por esos lares.
Mientras baña a Moreno en el recodo del río siente un escalofrío en la nuca, al voltearse ve a una muchacha desnuda en la transparencia de las aguas. Ambos coinciden miradas, un tanto nervioso apura el cepillado pues el potro esta brioso.
Al mirar nuevamente no la encuentra, se aproxima a los arbustos y solo observa huellas frescas que vienen hasta el río. Inexplicable, había gotas de agua en ellas.-¿Cómo es que entra si acaba de salir?, se rasca la cabeza y da un último vistazo a la maleza.
La brisa invernal sobre la ropa mojada le cala los huesos, un poco desconcertado decide regresar al bohío.
Rasura su barba, alisa el cabello con pomadas grasas y viste su ropa de domingo, perfumando el cuello con Old Spice.
Al abrir la puerta queda de una pieza, a solo unos centímetros, la muchacha del río, la reconoció por el cabello negro azabache y ojos penetrantes. Ella puso una mano en el pecho de Miguel. Sintió el corazón galopar como el de Moreno en los juegos de cinta.
Lo empuja con seguridad hacia el interior, la luz del día se esfuma tras las rendijas. No puede ver los detalles de su cuerpo, solo escucha el jadeo. El olor embriagador de azucenas y campanillas se cuela por su nariz. Miguel la toma por la cintura y al tratar de besarla lo empuja y echa a correr.
Miguel palpa un líquido viscoso en todas partes, no puede ver nada. Cambia su ropa; por mucho que se perfuma siente el aroma en la respiración.
Laúd en manos y silbando toma el trillo techado de marabú. No ve ni las palmas de las manos, el chirrido de los grillos y la luz verde fosforescente de los cocuyos son la única compañía. Trata de dibujar en su mente lo que ha pasado. - No he soñado, o sí.
En el instante pasa un cuerpo veloz, el pelo largo roza su piel. Un gemido desconcertante similar al de la lechuza y la misma fragancia quedaron en el aire. Para disipar el miedo entona una décima:
Mi gallo, este gallo mío
que nació para la fiesta
ya serruchó con la cresta
el silencio del bohío.
Lleva perlas de rocío
hasta el mismo río que bebe
y cuando el río se atreve
a repetir su escenario
le va arriba a su contrario
antes que el río se lo lleve.
La luz de la lámpara china y las cuerdas de un tres le marcan la proximidad del rancho de los González. Está pálido cuando llega al rastrillo.
_ ¿Qué le pasa compadre?, parece que ha visto un fantasma. Agarre un taburete, le dijo Eunise, dándole una jícara con aguardiente. -Lo esperábamos hace rato porque usted si sabe improvisar y aquí hay que amanecer.
Todos comieron arrimados a la gran mesa debajo de la salvadera, se deleitaron con yuca, cerdo asado, chilindrón de ovejo, fricasé de guanajo, y congrís.
Entrada la noche todos salen a bailar, él dirige la vista para el pozo y allí está la muchacha. Pudo detallar el pelo suelto hasta la cintura, lleva el mismo vestido blanco manchado de lodo.
Miguel animado va a su encuentro. -Compay Miguel, intercedió Eunise, solo falta usted por comer. _Gracias Comaita, ahoritica mismo voy, le respondió. Volviéndose hacia el pozo. - Mire Comaita tenemos visita, quiero presentarle a...
La frase queda inconclusa, allí no había más que el cubo y la soga. Eunise lo mira haciendo una mueca. - Miguel no es de mucho beber, pero seguro se dio unos tragos de más, se dijo.
Miguel mira las huellas de unos pies grandes en la tierra húmeda. Echándose el sombrero hacia atrás, susurra.- Ah caray, va o viene.
Relato de mi autoría basado en la leyenda americana de la Ciguapa, libre de AI.
Décima de Dimitri Tamayo Carbonell.
Fotografía tomada de https://images.app.goo.gl/P3WdHSjHgz79Qybr9
🌹❤️
Me ha gustado su cuento basado en la leyenda de la siguapa o sigüapa. Acá, en Cuba, oi cuando era niño, muchp relatos sobre este ser mitológico. Ĝracias por traerme de vuelta esos gratos momentos.
🙏
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