Persiguiendo un sueño
El romanticismo decía que migrar podía ser un idilio, un escenario recordado de aventuras, emociones y ante todo un futuro mejor, pero, ¿sería tan así?
Estaba en mi último año de educación media, mi plan siempre fue estudiar, pero, en mi país era imposible, demasiado costoso y no habría bolsillo alguno que pudiera costearlo.
Recuerdo la primera vez que le dije a mis padres, estábamos cenando, se quedaron mudos, el ceño de mi padre estaba muy marcado, los ojos de mi madre estaban aguados por las lágrimas, era comprensible si apenas tenía dieciséis años.
Los meses pasaron demasiado rápido, vino la graduación, sabía que mi sueño y decisión pronto se vería materializado. No me di cuenta que estábamos festejando las fiestas, aquella Navidad y año nuevo se vivieron con añoranza y congoja, “la niña se iría de casa”.
Enero llegó majestuoso, acomode la maleta y en ella mis miedos y sueños, también los temores bien escondidos en las medias blancas qué me dio mamá, mi cuerpo sentía descargas de adrenalina, de esa emocionante y llena de miedo, de esas que se siente bien cuando llega.
El día había llegado. El reloj despertador sonó justo a las cinco de la madrugada, me levanté e hice mi cama, acomode cada cosa donde siempre me gustó tenerlas, este era mi espacio, en el que permanecí hasta que cumplí los diecisiete años, partía del hogar el mismo día de mi cumpleaños.
Baje las escaleras deseando qué estás me detuvieran, en la cocina el olor al té recién hecho de mamá me hizo un nudo en el corazón, me detuve ante la escena que veía, mis padres y un pastel con las velas encendidas, aquella canción me hizo llorar, este era un llanto que dolía y acompañaría por toda la vida.
Sople las velas pidiendo un ferviente deseo, luego de eso salimos de la casa tomados de las manos, recordé la escena de cuando me llevaron a la escuela por primera vez. El viaje fue muy corto, el aeropuerto parecía enorme, allí mi padre se encargó del embarque, mientras mi madre abrazaba me abrazaba, abrazaba a su niña pequeña que se iría del nido.
El primer anuncio a abordar resonó en el ambiente; sin embargo, en mi alma resonó más fuerte y doloroso, las manos temblorosas de mamá no me soltaban y yo no quería que lo hiciera, pero de pronto su mano se abrió y avance sola.
Al voltear atrás los vi abrazados, ambos tenían una sonrisa forzada, una que alivio a corazón, sonreí de la misma forma buscando ellos sintieran lo mismo, mamá alzó su mano y de forma enérgica me despidió. Corrí hasta llegar a la puerta de embarque y entregué mi boleto, ante mí un pasillo desconocido, uno que me llevaría a mi nuevo futuro.
Retrocedí buscando ver a mis padres una vez más, allí estaban, mi madre destrozada y mi padre buscando darle contención, sin embargo, él también estaba devastado, sentí el impulso de regresar, sin embargo, está decisión también buscaba el bienestar de ambos.
En el avión miré por la ventana y me empapé del paisaje, uno que de seguro no vería en largo tiempo.
Así comenzaría mi nueva aventura, aquella que nació buscando un sueño, el inicio fue difícil y es que todo en la vida lo es, ¿quién no sufriría por dejar a sus padres? Decidí migrar en aras de un futuro mejor y solo espero que este anhelo no termine siendo una pesadilla.
Migrar.
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