A veces el silencio puede ser un escape nocivo. Nos escondemos y nos sumimos en ese mortal acto, y creemos que de esa manera nos protegemos. No obstante, al final solo es una daga afilada que se entierra dentro de nuestro ser; que nos lastima y nos hace llorar internamente, porque no queremos que otros vean nuestra verdad. Deseamos no ser débiles, aunque somos vulnerables en el interior. Pero seguimos escogiendo el silencio. Ese silencio que es nuestra propia tortura, una autoflagelación constante que nos perpetúa el dolor de aquello que no nos atrevemos a confesar.
Hay silencios cargados de tantas voces que aplastan, qué hacen renacer, vibrar 📍