Un Secreto a Voces
No podía dejar de pensar que era la primera Navidad juntas, y aún no había sido capaz de decirle a mi familia sobre Eva.
—Un centavo por tus pensamientos.
Giré mi rostro para encontrarme con aquellos tiernos ojos de Bambi que me miraban con preocupación. Nuestras manos, entrelazadas debajo de la almohada, se dieron un ligero apretón.
—Quiero que mi familia sepa que estamos juntas. —La expresión de Eva fue de sorpresa al escuchar aquello—. Entenderé si piensas que es muy pronto. Es solo que desearía que pudiéramos estar juntas estas Navidades, sin tener que pretender delante de mi familia que solo eres mi amiga.
Eva miró el techo e inhaló una gran bocanada de aire. Su mirada quedó aislada de mí, por lo que me pareció una eternidad, para luego mirarme nuevamente.
—¿Cuándo quieres hacerlo? —preguntó con una dulce sonrisa.
—En Noche Vieja. Estará toda la familia reunida y de esa manera todos podrán darse por enterados y yo no tendré que dar más explicaciones de las necesarias.
—Noche Vieja es en dos días.
—Lo sé.
—¿Pueden venir mis padres? No es que no lo sepan, pero un poco de apoyo moral no nos vendría mal.
¿Sus padres lo sabían? La miré con sorpresa ante la nueva información.
—¿Cómo es que lo saben? Y, ¿cómo es que no me lo habías dicho? Pensaba que todavía no les habías contado nada.
—Y fue así. Yo no dije nada. —Ella sonrió—. Lo dedujeron todo y luego lo confirmaron cuando me enviaste aquella foto. —¡Oh, no! No podía ser lo que estaba pensando.
—Dime que no fue esa foto.
—Tranquila. Para mamá no fue nada del otro mundo. Es enfermera y ha tenido que ver muchos cuerpos des…
—Ni siquiera termines la oración. ¡Qué vergüenza, Eva! ¿Cómo se supone que la volveré a ver a la cara?
Me di la vuelta en la cama y enterré mi cara en la almohada. Eva se echó a reír como si lo que acaba de decirme hubiera sido la cosa más chistosa del mundo.
—No puedo creer que disfrutes tanto de verme así —dije aún con el rostro en la almohada.
—Lo siento, Max. Solo quería que estuvieras al tanto de que mis padres lo saben y están bien con ello. De su parte no habrá problemas. Son tus padres los que me preocupan.
Me puse de lado nuevamente y Eva hizo lo mismo para que quedáramos cara a cara. Tenía un lindo hoyuelo en el mentón que siempre me incitaba a acariciarlo con mi pulgar, y esta vez no fue la excepción. Aparté el flequillo de su rostro y miré sus ojos cafés.
—¿Crees que todo saldrá bien? —Mi mirada se desvió a sus labios rosados.
—No estarás sola. Yo estaré a tu lado, tomando tu mano en todo momento. Y si no sale como lo pensamos, las puertas de mi casa estarán abiertas para ti. —Sus palabras hicieron que un nudo en mi garganta creciera.
—Quiero decirte algo antes de que todo se vuelva un caos.
Eva levantó una ceja y me miró con curiosidad.
La miré fijamente y tomé la decisión más importante de mi vida.
—Te amo —dije sin pensarlo demasiado.
Al principio ella no dijo nada, lo cual me asustó porque temí que pensara que era muy pronto para tal declaración. También tenía miedo de que ella todavía no se sintiera lo mismo.
Sin embargo, después de unos eternos segundos, ella me sonrió, acunó mi rostro con sus manos y se acercó para depositar un tierno beso.
—Yo también te amo —dijo sobre mis labios, haciéndome sentir como la chica más suertuda del mundo.
—Aww, qué tiernas, pero, ¿cuándo vamos a formalizar esto? Ya hemos esperado demasiado.
Aquella voz hizo que se me helara la sangre. Eva se alejó de mí a la velocidad de la luz, cayéndose de la cama en el proceso.
—¡No es lo que parece!
—¡Por Dios, Max! Ya todos lo saben —dijo mi madre, quien cargaba una pila de ropa limpia y doblada—. Primero, no eres muy discreta, y segundo, Eva vive más aquí que en su propia casa. —Mi madre puso la ropa sobre la silla que tenía en mi escritorio y luego se volvió para mirarnos. Eva ni siquiera podía dirigirle la mirada, presa de su propia vergüenza—. Lo único que les voy a pedir es que la puerta no tenga seguro. —Quise morir en ese instante—. Las dejo para que sigan en lo suyo —dijo riendo.
—¡Mamáááá!
Mi madre salió de la habitación, dejándonos completamente avergonzadas y desconcertadas.
Le di dos palmadas a la cama para que Eva subiera y se reuniera conmigo.
—No puedo creer lo que acaba de pasar.
—Yo tampoco —dijo ella después de recobra la compostura—, pero veamos el lado positivo.
—¿Cuál sería ese?
—Si ya todos lo saben, no hay necesidad de salir de ningún closet. Además, creo que juzgue mal a tus padres. Tu mamá parecía muy cool con la idea.
—Siempre y cuando no haya seguros en la puerta —reí.
—Siempre podemos hacerlo en mi casa —sugirió ella con picardía, lo cual hizo que todos los colores subieran a mi rostro.
—¡Eres mala!
—Solo cuando estoy contigo —dijo besándome con pasión.
Le correspondí con el mismo ímpetu. Y, mientras ambas sucumbíamos ante nuestras hormonas alborotadas y todo ese amor, no pude evitar pensar que tal vez no había sido la más sutil, y que nuestro secreto era uno que todos ya sabían de antemano. El lado positivo es que las Navidades serían más interesantes de lo que creí al principio.
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Gracias por el apoyo.
Una relación y situación amorosa muy bien narrada, con apropiada resolución. Saludos, @itsjunevelasquez.
Gracias, @josemalavem. Contenta con el resultado de esta historia. Hacía ya meses que no escribía por trabajo, pero aquí estamos de vuelta.
Muy bonita historia y bien escrita, felicitaciones!
Muchísimas gracias. 🥰