Del ensueño a la pesadilla
Agachada en el rincón de una habitación contigua a la sala de estar de la planta alta de una vieja y olvidada mansión, estaba Matilde sosteniéndose de las piernas. El vaivén constante y recto, hacia delante y hacia atrás, no perturbaba la vista perdida y la mente enfocada en los vívidos recuerdos.
Seis meses antes, huyó de casa, de la supuesta tiranía de sus padres, quienes en reiterados sermones y medidas, le impedían cumplir todos los deseos y fantasías compartidos con Manuela, la inseparable amiga desde el jardín de infancia. Lamentaba el chat en donde conoció a Eduardo, el supuesto salvador quien la financió a ella y a su amiga para emigrar al país norteño. Por alguna razón, todos piensan que encontrarán la liberación yendo hacia el norte. Matilde y Manuela chocaron contra la pared desvaneciendo las fantasías adolescentes.
Ambas esperaron la mayoría de edad, y en una maniobra encubierta partieron al paraíso construido por Eduardo durante las encantadoras sesiones virtuales. Matilde, prendada del encanto del supuesto magnate, se dejó seducir por las promesas y regalos a través de la virtualidad. Manuela, también confraternizó con Rolando, el amigo intimo de Eduardo.
Las deterioradas paredes y sólida puerta son tan distintas de las observadas en la pantalla del ordenador, el fastuoso escenario en donde solía presentarse el galán, causante de las fantasías y desvaríos. Llora al recordar las dudas expresadas por Manuela, quien olfateó algo de maldad en Rolando, pero como siempre, avasalló con su euforia contagiosa arrastrándola con ella.
El abuso constante desfiguró la ingenuidad negada tontamente sin saberlo, una extraña manía que comparten todos cuando se es joven. Nunca imaginaron el calvario luego del viaje de ensueño mientras avanzaban en el tren hacia la tierra de las oportunidades. Los verdes campos y pueblos pintorescos vistos a través de los vitrales, ahora son sombras desvaneciéndose. El silencio abrumador y enloquecedor era roto por el canto de los grillos, quienes eran bálsamos para sus oídos.
Ella era una más de las muchas en aquella prisión. Perdió el contacto con Manuela, justo al llegar, la incertidumbre le causaba un gran pesar, el remordimiento no la dejaba dormir, imagina lo peor par su amiga al juzgar por su propia experiencia.
Resignada espera la penumbra nocturna, tiembla, en cualquier momento vendrán por ella. Al abrir el cerrojo la impotencia volverá a hacerse cargo de ella en una reiterada pesadilla, el extremo de sus fantasías. De nada sirve gritar, nadie vendrá en auxilio, solo espera sobrevivir al asco que le espera de nuevo.
Siente explotar el alma cuando el rostro envejecido y ojos cansados de su padre se posa en los de ella, llora con amargura la liberación gritando, «¿Dónde está Manuela?». De nuevo el silencio acapara el escenario.
Fin
Una micro ficción original de @janaveda
Imagen de prettysleepy1 en Pixabay
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