Entretenido se hizo el camino mientras hablaba con el viejo, temas sobre la vida, el universo. La respuesta a la pregunta de ¿Dónde estaba? No era necesario responderla. Los árboles a ambos lados de la calle eran iguales. El viento movía las hojas oscuras y tomé una flor amarilla. Su olor me hizo recordar que una vez perdí la memoria.
La gran urbe se imponía ante nosotros con edificios de distintos tamaños. Según el recorrido de la mirada comenzaban siendo pequeños y luego enormes. Smith explicó que en los más pequeños vivían propietarios de casas de alquiler en los suburbios. En los edificios medianos vivían los dueños de compañías e industrias de diversos tipos. En los más grandes habitaban los dueños de Ciudad Extraña, entre ellos el señor Batiks, con su rascacielos acariciando las nubes.
Llegamos a una casa nueva, adornada en el interior con cuatro cuadros de pinturas abstractas. Smith cerró la puerta y las ventanas, encendió una luz:
-Soy miembro de una organización secreta, nuestro objetivo es derrotar a Batiks, solo así lograremos justicia en esta localidad. Soy el jefe de esta urbe, pero me escondía en los suburbios para no levantar sospechas. Confío en ti para que me ayudes en una misión importante, no puedo exponerme, ahora es muy peligroso, sin embargo, es difícil que te reconozcan en esta zona – dijo.
-Cuenta conmigo.
-¿Tienes nombre? ¿Vienes de algún lado? – el viejo preguntó subiendo los hombros.
-La verdad es que no se nada – respondí mirando al suelo – conozco las palabras, a veces las olvido, también conozco los objetos y fenómenos.
-¿Qué extraño? – dijo Smith.
-Cayendo en la misión, pronto llegarán dos compañeros los cuales te guiarán hasta un edificio, suban al piso cuarenta y busquen el apartamento número cuarenta y cinco. Allí vive un colaborador, él les entregará un paquete si entregan esta carta – Smith me la dio y la guardé – Si no está allí regresa, si hay guardianes ni te acerques al edificio, ¿está claro?
-Sí, está claro.
En la tarde de ese mismo día llegaron a la casa un joven y una muchacha. Smith los presentó como los encargados de acompañarme en la misión. Cuando el reloj marcó exactamente las seis, los tres fuimos al edificio indicado. Después de ser recibidos por unas señoras gordas, constatamos la no presencia de vigilantes en la zona. Aquellas mujeres nos convidaban a subir con risas anormales. Como dijo Smith, el apartamento cuarenta y cinco estaba en el piso cuarenta, para infortunio nuestro el elevador estaba roto. No hubo otro remedio que subir por las escaleras.
Mientras subíamos notamos la ausencia de muchos escalones, se hizo necesario descartar algunas y tomar otras. Bajábamos un piso en una sección y subíamos dos por otra. Llegamos incluso a bajar más de lo que subíamos y sin embargo se sentía todo lo contrario. Era demasiado confuso y perturbador, parecía un rompecabezas obligándonos a la desesperación. Por un momento tuve miedo de no poder llegar al destino.
Después de haber hecho mil combinaciones, llegamos y tocamos la puerta correcta. En aquel piso solo estaban los departamentos del cuarenta al cuarenta y nueve, aunque la puerta del cuarenta y seis estaba clausurada.
Pasados varios minutos, no salía nadie. Una vecina del cuarenta y siete salió y nos dijo:
-¿Ustedes buscan al hombre de ahí? Casi ahora mismo acaba de marcharse, creo que iba a la Avenida Principal. Después estuvieron aquí unos guardianes buscándolo.
Antes de que la mujer cerrara la puerta un gato blanco salió corriendo y se perdió en las escaleras de granito. Tratamos mil combinaciones más para salir de aquel desesperante lugar cuando la tarde moría lentamente. El lugar se hacía cada vez más monótono y se empezaron a escuchar las risas de las señoras. Llegamos al segundo piso y para nuestra sorpresa, por ninguna sección del edificio se podía bajar al primero. En una sección estaba el espacio donde deberían haber estado las escaleras y a través de él vimos los rostros de las mujeres riendo:
-Están atrapados, ya avisamos a los guardianes, pronto llegarán.
Era de suponer que Batiks ordenase avisar ante la presencia de cualquier visitante. Probablemente le seguían los pasos desde hace tiempo, lo vigilaban las señoras. Asustados creímos por un momento que caeríamos en manos de esos ineptos abusadores. Entonces nos llenamos de valor y nos lanzamos por un balcón, estaba a tres metros de altura. Tratamos de amortiguar el impacto con algunos giros, pero no fue suficiente, la muchacha se fracturó una pierna.
Las mujeres se alteraron, al punto que comenzaron a gritar:
-¡Se escapan!
Con mucho cuidado cargamos a la joven y nos alejamos hasta una casa abandonada para escondernos. Sonaban las primeras sirenas, por una ventana observé la llegada de al menos cinco soldados. Hablaron con las mujeres y luego avanzaron hacia la casa en la cual nos escondíamos. Rápidamente bloqueamos todos los accesos, hicimos absoluto silencio y esperamos pacientemente su retirada.
Rodearon la casa, registraron los alrededores, pero al ver que no podían entrar desistieron y se fueron.
Salimos del refugio cuando ya era de noche. Caminamos de vuelta a la casa de reunión sin hablar una sola palabra, mirando a la luna más alta que cualquier edificio de la ciudad y un gato blanco venía en sentido contrario al nuestro.
Tanto las imágenes como el texto son de mi autoría.
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