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En la cocina de la familia Gutiérrez, un conflicto estaba a punto de estallar. Doña Rosa, conocida por ser la matriarca indiscutible, abrió el refrigerador con la intención de comenzar a preparar su famosa ensalada para la gran reunión familiar. Pero al inspeccionar los estantes, se dio cuenta de algo alarmante: solo quedaba un pepino. Un simple, verde y fresco pepino.
—Esto no puede ser —murmuró. Lo tomó con cuidado, como si fuera una reliquia invaluable.
Antes de que pudiera siquiera lavarlo, Clara, su hija mayor, entró apresurada en la cocina con un vaso vacío y una licuadora bajo el brazo. —¡Mamá! Necesito ese pepino para mi batido detox. Lo prometí en mi Instagram, y no puedo quedar mal con mis seguidores.
Doña Rosa levantó una ceja, sosteniendo el pepino como si fuera un cetro. —Tu “Instagram” puede esperar, Clara. Este pepino es para mi ensalada. Sin él, no será la misma.
Antes de que la discusión pudiera continuar, Martín, el hijo menor, apareció con un cuaderno y un frasco de vinagre. —¡Alto ahí! Yo lo necesito para mi experimento de ciencias. La maestra dijo que tengo que presentar algo innovador, y este pepino es perfecto para demostrar las reacciones químicas con ácido acético.
La cocina se transformó en un campo de batalla. Clara y Martín intercambiaban argumentos, mientras Doña Rosa intentaba imponer su autoridad maternal. Pero nadie estaba dispuesto a ceder.
—¡Ya basta! —gritó finalmente la matriarca, golpeando la mesa con una cuchara de madera. —Este pepino no se toca hasta que decidamos quién tiene más derecho a usarlo.
En ese momento, el abuelo Roberto, atraído por los gritos, se asomó a la cocina. En su mano sostenía algo que los demás reconocieron de inmediato: un pequeño talismán de madera, gastado por los años pero lleno de historia. Era un objeto que había pasado por generaciones en la familia Gutiérrez, conocido por ser portador de suerte y decisiones sabias.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el abuelo con su tono calmado.
—Estamos peleando por un pepino, abuelo —respondió Martín, cruzado de brazos.
El abuelo soltó una carcajada y levantó el talismán. —¿Por un pepino? Este talismán ha resuelto problemas mucho más grandes. ¿Por qué no dejamos que sea él quien decida?
Los tres lo miraron con incredulidad, pero al final aceptaron. Era una tradición familiar respetar la "decisión" del talismán. Roberto explicó las reglas: cada uno sostendría el talismán y se concentraría en lo que quería. Según la tradición, quien sintiera una “reacción especial” sería el elegido.
Clara fue la primera. Sujetó el talismán y cerró los ojos, imaginando su batido perfecto. Pero no sintió nada más que el frío de la madera. —No funciona —dijo con frustración, devolviéndoselo al abuelo.
Martín lo tomó después. Lo observó detenidamente, buscando algún truco oculto, y lo apretó con fuerza. Pero tampoco sintió nada, salvo una ligera incomodidad en sus dedos.
Finalmente, llegó el turno de Doña Rosa. Con un suspiro, tomó el talismán entre sus manos y cerró los ojos. En ese instante, una cálida sensación recorrió su cuerpo, y una imagen apareció en su mente: la de su abuela, preparando la misma ensalada en una antigua cocina, riendo con la familia reunida alrededor de la mesa. Abrió los ojos con lágrimas en los suyos.
—¿Qué pasó, mamá? —preguntó Clara, algo inquieta.
—Sentí... algo hermoso —dijo Doña Rosa con una sonrisa serena. —Recordé a mi abuela. Ella siempre decía que el talismán nos une cuando estamos en conflicto. Creo que no importa quién se quede con el pepino. Lo que importa es que lo usemos juntos.
Clara y Martín, conmovidos por las palabras de su madre, decidieron hacer las paces. Al final, partieron el pepino en tres: Clara usó una parte para su batido, Martín realizó su experimento con otra, y Doña Rosa agregó el resto a su ensalada.
Durante la reunión familiar, todos disfrutaron de la comida, pero lo más especial fue el momento en que el abuelo colocó el talismán en el centro de la mesa. Mientras los Gutiérrez reían y compartían historias, el pequeño amuleto parecía brillar con un resplandor cálido.
—Nuestro talismán siempre a dado alegría a nuestra familia —dijo el abuelo, levantando su copa.
Y así, un viejo talismán volvio a recordarles a los Gutiérrez que la verdadera magia estaba en la familia.
In the Gutiérrez family kitchen, a conflict was about to break out. Doña Rosa, known as the undisputed matriarch, opened the refrigerator with the intention of preparing her famous salad for the big family gathering. But as she inspected the shelves, she realized something alarming: only one cucumber remained. A simple, green, and fresh cucumber.
—This can't be —she murmured. She took it carefully, as if it were a priceless relic.
Before she could even wash it, Clara, her eldest daughter, rushed into the kitchen with an empty glass and a blender under her arm.
—Mom! I need that cucumber for my detox smoothie. I promised it on my Instagram, and I can't let my followers down.
Doña Rosa raised an eyebrow, holding the cucumber as if it were a scepter.
—Your "Instagram" can wait, Clara. This cucumber is for my salad. Without it, it just won’t be the same.
Before the argument could continue, Martín, the youngest son, appeared with a notebook and a jar of vinegar.
—Hold it right there! I need it for my science experiment. The teacher said I have to present something innovative, and this cucumber is perfect for demonstrating chemical reactions with acetic acid.
The kitchen turned into a battlefield. Clara and Martín exchanged arguments while Doña Rosa tried to impose her maternal authority. But no one was willing to give in.
—Enough! —the matriarch finally shouted, banging the table with a wooden spoon. —This cucumber stays put until we decide who has the most right to use it.
At that moment, Grandpa Roberto, drawn by the shouting, peeked into the kitchen. In his hand, he held something the others immediately recognized: a small wooden talisman, worn by time but full of history. It was an object that had been passed down through generations in the Gutiérrez family, known for bringing luck and wise decisions.
—What’s going on here? —the grandfather asked in his calm tone.
—We're fighting over a cucumber, Grandpa —Martín replied, crossing his arms.
The grandfather let out a hearty laugh and raised the talisman.
—A cucumber? This talisman has solved far greater problems. Why don’t we let it decide?
The three of them looked at him incredulously, but in the end, they agreed. It was a family tradition to respect the talisman’s “decision.” Roberto explained the rules: each person would hold the talisman and focus on what they wanted. According to tradition, whoever felt a “special reaction” would be the chosen one.
Clara went first. She held the talisman and closed her eyes, imagining her perfect smoothie. But she felt nothing except the cold wood.
—It doesn’t work —she said in frustration, handing it back to her grandfather.
Martín took it next. He examined it carefully, looking for some hidden trick, and squeezed it tightly. But he felt nothing either, except a slight discomfort in his fingers.
Finally, it was Doña Rosa’s turn. With a sigh, she took the talisman in her hands and closed her eyes. At that moment, a warm sensation spread through her body, and an image appeared in her mind: her grandmother, preparing the same salad in an old kitchen, laughing with the family gathered around the table. She opened her eyes, tears glistening in them.
—What happened, Mom? —Clara asked, slightly uneasy.
—I felt... something beautiful —Doña Rosa said with a serene smile. —I remembered my grandmother. She always said that the talisman brings us together when we’re in conflict. I think it doesn’t matter who keeps the cucumber. What matters is that we use it together.
Clara and Martín, moved by their mother’s words, decided to make peace. In the end, they split the cucumber into three parts: Clara used a portion for her smoothie, Martín conducted his experiment with another, and Doña Rosa added the rest to her salad.
During the family gathering, everyone enjoyed the meal, but the most special moment was when Grandpa placed the talisman in the center of the table. As the Gutiérrez family laughed and shared stories, the small amulet seemed to glow with a warm radiance.
—Our talisman has always brought joy to our family —the grandfather said, raising his glass.
And so, an old talisman once again reminded the Gutiérrez family that the true magic was in being together.
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Refrescante y portador de un gran mensaje este relato que nos regalas. La unidad de la familia es su mayor fortaleza. Juntos pueden disfrutar mejor los buenos momentos y apoyarse en las dificultades.
Me gustó tu historia. Éxitos 🌻
Sí la familia es muy importante, lamentablemente no todos tenemos la dicha de la unidad. De todas maneras en mi historia sí.
Gracias por comentar 🤗Hola @leopard0 👋