LA TRANSMUTACIÓN DE LA PENA

in Literatos2 months ago (edited)


El polvo no dejaba ver la maleza que el arriero iba dejando atrás, en el camino andado; tampoco importaba porque él llevaba los pensamientos fijos en una sola cosa. El cielo estaba igual de oscuro porque un montón de nubes negras cortaban la vista hacia el infinito; pero tampoco eso importaba, que el cielo y la tierra estuvieran sucias ¿¡O sí!? porque hacían juego con sus pensamientos, que a esa hora, mientras caminaba, bajo ese cielo oscuro y entre tanto polvo, estaban maquinando algo horrible.
     En eso iba cuando llegó al único cruce del camino y se cruzó con otro arriero que justo iba al mismo pueblo y a la misma casa; lo supo porque adelante no había más pueblo y a la casa que iban era a la primera que llegaban todos.
     —Qué bueno que nos cruzamos, así compartimos —dijo el segundo arriero mientras procuraba nivelarse al ritmo del primero.
     —Hubieras preferido no hallarme porque ahora tendré que compartir lo malo que llevo —terminó de hablar el primero y dejó que el segundo se nivelara en el andar.
     —No lleva gran cosa porque no veo bulto y como por el bulto se conoce al arriero; pero bueno, lo mismo somos y en el camino andamos, con gusto lo ayudaré a llevar sus penas.
     —Me quitará usted un gran peso de encima y hasta me ayudará a bajar de mi cruz.
     Justo pasó una tolvanera diminuta, pero fastidiosa que se metió entre ellos y los dejó mudo por largo rato.
     —El polvo nuevamente haciendo de las suyas —dijo el primero.
     —Eso somos y a eso volveremos —habló el segundo y acercó el oído para que el otro supiera que era todo escucha.
     —Verá —comenzó a contar el primero, pero antes estornudó para quitarse el polvo de la cara— voy a Mandilata porque estoy pensando cortarle la lengua a Cipriano; sí, al mismo pueblo y al mismo Cipriano que usted visitará, así que si quiere que Cipriano le conteste el saludo debería repasarme y llegar primero porque luego, ya no hablará. Sabe, también estoy pensando cortarle las manos, las dos, así su mano izquierda no sabrá lo que hace su derecha. Y si no me interrumpe le cuento que mis pensamientos también me andan rondando para que le corte las orejas, le saque los ojos y le rebane la nariz.
     El segundo arriero hacía un esfuerzo para no interrumpirlo, para no preguntar la causa de tan malos pensamientos; y mientras escuchaba se iba imaginando a Cipriano, sin lengua ni ojos; sin manos ni orejas y con la nariz rebanada. «Pobre» se dijo quedito, como para que el primer arriero no escuchara.
     Le iba a decir la causa de por qué quería cortarle los sentidos a Cipriano; pero al parecer, el segundo arriero no quería saber porque no preguntó.
     Cuando llegaron al pueblo, el segundo repasó al primero y corriendo fue a casa de Cipriano para advertirle que un arriero de malos pensamientos lo andaba buscando para hacerle daño; y mientras corría iba imaginando cómo sería Cipriano sin lengua ni manos; sin orejas ni ojos y con la nariz rebanada. Cuando llegó a la casa, había una multitud y como no lo dejaron entrar por las buenas, pues a empujones se hizo camino y ahí estaba Cipriano, bañado en sangre; tal como él lo había imaginado, sin ninguno de sus sentidos; y lo que más le sorprendió fue la acusación de Cipriano antes de morir, pues señaló delante de todos que el segundo arriero había sido el atacante.
     —Pero, ¿cómo si acabo de llegar?
     La multitud apresó al arriero y abrieron su bolso y en efecto, cayó el cuchillo y todas las partes que le faltaban a Cipriano.
     Cuando llegó el primer arriero, al segundo lo llevaban atado para colgarlo. Por un momento se cruzaron y el primero le dijo al segundo:
     —Te dije que hubieras preferido no hallarme, así no hubieses tenido que recibir lo malo que traía; y lo malo era la idea de matar a Cipriano.
     —Entonces fuiste tú, con tus pensamientos malos el que lo mató.
     —No, yo sólo lo pensé, pero tú lo imaginaste; tú lo hiciste; yo apenas voy a ver cómo quedó.
     Y frente a los ojos del segundo arriero, el primero desapareció. A empujones se siguieron llevando al culpable que ya le empezaba a pesar, como una montaña, su enorme carga.



Imagen diseñada en Canva

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¡Definitivamente hay que cuidarse de los malos pensamientos! ¡Buen trabajo!

Agradecido por el apoyo.

Magnífico relato, con un aire próximo al espíritu rulfiano y algo borgeano. Me recordó aquella pieza maestra del microrrelato que es "El gesto de la muerte". Gracias y saludos, @jesuspsoto.

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Hola, @jesuspsoto

¡Vaya cuento moralizador! Excelente de por sí. Digno de pasearse por las aulas. Los males no solo nacen en el corazón, sino en la imaginación.

Felicitaciones, mi amigo.

Gracias, amigo por la lectura y el comentario.

Cierto, amigos: los malos pensamientos llevan a malas acciones, perjudiciales y terribles para otros y para nosotros mismos. Extraño, pero interesante.