La mosca me distrajo parte de la tarde y el inicio de la noche; de modo que entre las dos partes me distrajo bastante. Al principio me hice el desentendido, pero la malvada zigzagueaba frente a la pantalla de mi computadora como un punto entrante y saliente y aunque me esforzaba en atender lo que escribía no me dejaba concentrar; y como no estaba para hacer de espectador de una mosca me armé con intenciones de matarla o lo más difícil, de sacarla de mi oficina.
Como no logré atinarle con Mario Vargas Llosa y su Civilización del espectáculo, opté por quitarme la camisa y enfrentarla sin falsas maniobras, persiguiéndola directamente por el espacio aéreo de mi oficina. Le soltaba en cada oportunidad un ataque frontal con la camisa, pero ante el riesgo de fallar y romperle la nariz a mi colección de títeres o hacer que mis portalápices se estrellaran en el piso, o peor aún, herir de muerte a la pantalla, me calmé y por el momento sólo se me ocurrió pensar que a todo necio le llega su momento.
Más tarde, era yo el que zigzagueaba en las redes sociales, saltando de una cuenta a otra para ver de qué valía la pena informarse y como X ardía y arde con el derrocamiento en Siria del tirano Bashar Al-Assad —a quien, por cierto, el presidente Chávez le entregó una réplica de la espada de Bolívar— me detuve porque no se puede pasar la página sin leer la historia; no se puede hacer a un lado la noticia de que este maldito había encerrado a familias enteras; que en la cárcel Sednaya liberaron a personas que no recuerdan nada ni cómo se llaman; que encontraron pasadizos y celdas subterráneas; y que aún hay prisiones secretas y familiares que esperan a los suyos.
Pero a la mosca le llegó su momento como a todo maldito, porque esta mañana la estrellé contra las palmas de mis manos; no supo si le amaneció, lo mismo que a Bashar Al-Assad, quien no duró para que le pelaran el ajo y la cebolla y si lo atrapan lo vuelven picadillo porque es lo que merecen todos los tiranos; porque olvidan que tarde o temprano los muros siempre caen y en la bajadita los espera el pueblo; no se salvan ni que los cabronee un hijo de Putin.
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