LOS CINCO SE REUNIERON para jugar a buscar a Dios. Cada uno tenía su idea de dónde encontrarlo.
Lorángela repetía:
—Debe estar en el cielo.
Polliteresa, picaba aquí, picaba allá y decía:
—Seguro está dentro de una piedra.
Perroberto miraba hacia cierto punto y comentaba:
—Hay que ir a donde la gente se reúne los domingos, ahí debe estar.
Buhoracio los miraba y razonaba:
—Seguro está dentro de cada corazón.
Cada uno creía tener la razón; hasta Tortugaél, que casi nunca hablaba porque como era muy lento los demás le quitaban el turno; pero esta vez sí alcanzó a decir:
—En algún rincón ha de estar viéndonos, así que propongo que hagamos una competencia y el que llegue primero tendrá la primera oportunidad de escoger dónde buscarlo; si no está buscaremos donde diga el que llegó de segundo y así sucesivamente.
La tarde estaba de perla para jugar, pero los adultos interrumpían a los chicos para pedirles algún favor; debido a eso, Buhoracio propuso:
—Vamos hasta la montaña, allá podemos jugar sin que nos molesten.
—Sí —dijo Perroberto—, corramos hasta la montaña y el que llegue primero ganará y empezará el juego.
—Estoy de acuerdo —comentó Lorángela— y movió sus alas dando a entender que estaba lista para correr.
Polliteresa también se dispuso a competir y a Tortugaél no la dejaron hablar porque nuevamente le quitaron el turno para contar a la una, a las dos y a las tres; y todos salieron corriendo.
De los cinco, quien no había evolucionado hasta su forma actual, tal vez por su lentitud, era precisamente Tortugaél; para entonces parecía un cerebro con patas, imagínense que le quitemos a una tortuga su caparazón, ¡ahí está!, ¡un cerebro con patas!, quizá por eso era lento, porque se lastimaba con el ramaje, con la brisa y hasta con la forma en que los demás la miraban.
Pero eso sí, aunque era el último, nunca se rendía y corriendo iba hacia la montaña cuando de pronto vio que sus amigos venían de regreso:
—Detén tu carrera Tortugaél que parece que lloverá —le dijo Buhoracio.
—Sí —añadió Lorángela— yo iba corriendo por los aires cuando sentí el frío de la lluvia.
—Mejor es que regresemos a casa —habló Perroberto.
—Para no mojarnos y enfermarnos —concluyó Polliteresa.
—Pero tenemos que encontrar a Dios —expresó Tortugaél—; a eso salimos a jugar hoy.
Y se detuvo para recoger hojitas secas; tomó varias, se las puso en el cuerpo y dijo:
—Listo, ahora la lluvia no me mojará—. Y siguió corriendo para sorpresa de todos. —Recuerden —les terminó de decir—, quien llegue primero gana y empieza el juego.
Perroberto se echó y dijo:
—Dejémoslo que avance, que si no llueve igual lo alcanzaremos.
—¡Qué ingenuo! —dijo Buhoracio— cree que esas hojitas la protegerán.
Y como lo perdieron de vista y ninguno quería ser vencido por una tortuga, echaron a correr nuevamente hacia la montaña; que no estaba lejos, pero que era mucho considerando que nunca los dejaban salir a esos sitios.
Lorángela corría y no dejaba de mirar para el cielo, por eso fue la primera que vio venir la tempestad y la primera en detenerse nuevamente.
Polliteresa, que daba dos pasos y tres picotazos buscando alguna nueva piedra, sumó los picotazos a los pasos y con cinco se escondió debajo de un tronco.
Perroberto, que sabía lo que había que hacer porque lo había aprendido de los adultos se preparó para correr a casa; pero Buhoracio lo detuvo porque escuchó que llegaba la tortuga y la idea era que todos regresaran juntos.
Cuando Tortugaél llegó, todavía la lluvia era soportable y como estaba cubierta de más hojas le preguntaron que si estaba bien.
—Sí —contestó— las hojas son para protegerme del aguacero; sigamos que sólo nos falta subir.
Pero ninguno quería continuar por temor a la tempestad.
—Te estamos esperando para que regresemos —le dijeron.
—¿Y Dios? —insistió Tortugaél.
—No lo encontraremos porque está en el cielo— dijo Lorángela.
—Regresemos rápido que Dios está donde se reúnen las personas los domingos —sentenció Perroberto.
—Yo creo que debe estar en una de estas piedritas —seguía jugando sola Polliteresa.
—Ya no perdamos tiempo —habló Buhoracio —que cada quien lo consiga en su corazón o donde cree que debe estar; pero regresemos porque la lluvia me da miedo.
Y como empezaron a enchumbarse y estaban asustados, se les enfrió las ganas de dar con Dios; la lora, la pollita y el búho sacudieron sus plumas y antes de resfriarse corrieron a casa temerosas de ser alcanzadas por un rayo. El perro, que se estaba sacudiendo la cola, las vio huir y corrió detrás de las aves.
La tortuga se vio sola en medio del aguacero y aunque quería seguir buscando a Dios no pudo; tuvo miedo de una avalancha porque estaba a pie de montaña; y como empezaron los truenos y las centellas no pudo regresar porque «qué tal que un árbol me caiga encima y me aplaste», pensó.
Para protegerse se ajustó las hojitas, se metió dentro de un tronco que tenía un agujero, desde donde miraba la furia de las centellas y escuchaba la ferocidad de los truenos; y como se acordó de sus amigos tuvo mucho miedo de que algo les sucediera; pero como ella creía que Dios estaba en algún rincón viéndolos, le pidió que los protegiera, que los llevara bien a casa.
Cuando pasó la tormenta el pueblo salió a buscar a Tortugaél; sus compañeros de travesura contaron lo sucedido y todos salieron hacia la montaña. Gritaban por aquí, gritaban por allá; levantaban escombros y como no estaba debajo de la hojarasca seguían buscándolo.
Y como el camino estaba cubierto de árboles caídos, se desanimaron y empezaron a pensar lo peor y cuando llegaron al pie de la montaña se terminaron de convencer de que la pobre tortuga no había sobrevivido porque una parte de la montaña se había desprendido arrasando con toda la vegetación.
Ya habían empezado a regresar al pueblo cuando Hurracarla, una hurraca vieja y cegata vio un extraño brillo en un montoncito de barro y gritó:
—¡Milagro!, a este barro le han nacido dos ojos.
—Milagro es que Tortugaél se salve —dijo doña Zorramona.
—Y Milagro el que, doña Hurracarla, que está más cegata que una culebra ciega, haya visto lo que vio —le dijo Leonardo, el felino que mandaba a todos en el pueblo.
Y cuando vieron que era verdad también vieron que era mentira; es decir, era verdad que la pelota de barro sí tenía dos ojos, pero era mentira que los ojos pertenecieran a una pelota de barro porque la pelota era ni más ni menos que Tortugaél.
Ya en casa, quisieron quitarle la mugre; el barro y las hojas, pero las hojas se le habían adherido al cuerpo como un techo y hasta con las líneas de las tejas; y ahí sí, todos asombrados, dijeron:
—¡Milagro!
Una exquisitez tocayo @jesuspsoto, gracias por compartir esto, he disfrutado como un niño leyendo cada linea... De hecho "volé en el tiempo" a una vez que leí "Perro Sabio" de Gibran siendo un carricito y permanecí un buen rato dando de vueltas en mi mente a aquella historia... Un aplauso enorme a ti y tu trabajo tocayo!... Talento puro como siempre... Saludos y bendiciones por allá...
!discovery 40
!PIZZA
Tocayo que bueno saber de usted y mejor es saber que mi historia le activó su memoria infantil, que por lo visto fue feliz porque está marcada por la literatura.
🤗 Era asmático, y me daban crisis agudas durante la época de lluvia, y me la pasaba encerrado en casa... Mamá siempre ha sido de buena y constante lectura (en realidad no duerme el día que no lee, aún hoy a sus casi 80 años)... Así que a mí me tocó crecer con Kafka, Cortázar, El Gabo, Herrera Luque, Hesse, Vargas Llosa y hasta con alguna novela subida de tono de Morris West... Hehehe 😂😂😂... Entonces, cuando llegaban "los meses buenos" (con buen clima y sin asma) me iba a las calles a jugar con carritos de tabla y rolineras, volar "zamuras" y hasta darme de porrazos brincando paredes para robar pejuas y guayabas... Y mis compañeros de bochinche me decían cosas como: "¡Chamo, tú estás loco!... ¿Que vaina es esa de un tipo que se convirtió en cucaracha?... 😂😂😂... Todo se terminó de complicar cuando me "comí una Biblia" y quería ser cura... Y fue a peores la vez que me leí un "Bhagavad Gita" que Papá tuvo que comprale a "unos tipos locos con vestidos naranja y con panderetas, en el aeropuerto" (así los describió Papá 😂) y mi abuela materna casi me quema en una hoguera cuando le comenté que uno "reencarnaba varias veces"... Bueno, en fin, ha sido "entretenido" leer a lo largo de la vida caray... Ahora soy más de "audiolibros" 🤷🏼♂️... Pero sigo de vez en cuando dándole a los libros físicos cuando puedo... El pasado mes me leí "El vuelo del alcatraz" de Herrera Luque, que siempre se las ingeniaba para inventar sus vainas y matar a los puristas de la historia de un yeyo 😂😂😂... Bueno, en fin, saludos tocayo, feliz tarde... 👍👍👍
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Muy buen relato, recoge la mejor tradición de la fábula. Te felicito.