Con qué sutileza, donde a medida que se lee, casi se puede llegar a tener un recuerdo fresco en la memoria de aquéllos aromas de antaño, nos recuerdas al Toñito que todos hemos sido y esos despertares de la carne que nos incitaba el Diablo cuando el Ángel de la Guarda se tomaba un respiro, mientras, aprovechando que en ese momento no miraba, nos poseía el espíritu inquieto de Onán y ya te puedes imaginar cómo terminaba el tema de puertas del servicio para adentro. Claro que, ni se te ocurriera mencionarlo el domingo en confesión, pues te caía la misma somanta de palos que a Cristo fustigado en la columna. Un abrazo
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Jajajaja. Esos despertares, @juancar347! Como decía el poeta: "juventud, divino tesoro", inocencia perdida. Un suspiro por esos años en los que el descubrimiento de los días es parte de la vida. Abrazos muchos
Ja, ja, ja....cierto. Después de todo...miedo me daría no haberlos pasado.