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El muelle
Las personas de los continentes creen que los isleños viven prisioneros en sus ínsulas, atrapados por el mar que los rodea por todas partes. Todo lo contrario piensan los habitantes de las islas. Ellos se sienten eternos marineros, libres de soltar las amarras y echarse a navegar en la dirección que los empuje el viento.
Esa sensación fue la que llevó a Miguel a subirse en un barco mercante que estaba de escala en Canarias. No tenía dinero para pagarse un pasaje, trabajar de marinero era el único modo de hacer el viaje sin costo. Apenas tenía 17 años cuando se fue a Cuba en busca de fortuna. Escapaba de la guerra que reclamaba soldados para saciar su voraz apetito de sangre joven.
Cómo todos los forasteros que llegaban al pequeño pueblo de Aragüí, se bajó de un tren un día cualquiera y allí echó raíces. Comenzó trabajando de zapatero remendón para ganarse los frijoles. Luego, fue adquiriendo maestría en el oficio hasta llegar a fabricar los mejores zapatos de la región. Para ese entonces, sus dos hermanos mayores también habían venido a la isla del Caribe, y juntos, fundaron un negocio familiar.
Miguel se casó con una criolla que le hizo olvidar su promesa de un día regresar rico a su isla natal. En este lado del Atlántico nacieron sus tres hijos. Si bien nunca perdió el sobrenombre de "el isleño" con el que fue bautizado por la gente del pueblo a su llegada, poco lo diferenciaba ya de los nativos.
El tiempo hizo viejo a Miguel, el isleño. Fue entonces, sintiendo la cercanía del final, cuando despertó la añoranza por volver a su volcánico terruño. Uno de sus nietos le recordaba tanto a aquel joven que se subió a un barco un día lejano en su memoria. El chico lo visitaba con frecuencia y él le contaba, una y otra vez, las mismas historias de aquella isla, desde dónde puso rumbo hacia otra desconocida.
Miguel nació en medio de una severa crisis económica, en los años en que su país se sintió más isla que nunca. Terminó sus estudios de medicina y comenzó a trabajar como médico de familia. Le era difícil entender que lo que le pagaban no le alcanzara para vivir. Sus primos, zapateros por tradición familiar, tenían una vida más holgada.
Un día tomó la firme decisión de probar suerte en otros horizontes. Muchos de sus amigos habían emigrado ya. Hasta ese momento, el apego a la familia había pesado más en su balanza. Imaginaba el dolor que traería a sus padres la herida de la separación. Él, era su único hijo y ellos habían sacrificado mucho para hacerlo un hombre y verlo graduado.
La tristeza en sus rostros, el día de la despedida en el aeropuerto, fue una imagen que no lo abandonaría nunca más. Cuando el avión despegó sus ruedas del suelo, por primera vez se cuestionó, si en realidad, era aquello lo que más deseaba.
Al llegar a su destino, a Miguel le resultó familiar el lugar. Enseguida reconoció el paisaje volcánico de escasa vegetación. Tuvo la sensación de que aquella imagen había quedado grabada en su mente ochenta años atrás.
Sabiendo que nada era más urgente para él, averiguó como podía llegar al pueblo y se puso en camino. Ya en el autobús, tanteó entre sus pertenencias del equipaje de mano, buscando dentro una pequeña urna. Estaba acompañando al abuelo, Miguel, el isleño, en el viaje de regreso a su canaria natal.
Agradezco la nueva convocatoria que nos brinda Literatos para la participación en sus concursos de creación literaria. En esta oportunidad podemos hacerlo sobre un tema que acompaña a la humanidad desde sus orígenes y que en la actualidad está marcado por signos políticos que muchas veces distorsionan sus verdaderas causas.
Aquí les dejo el enlace para que conozcan las bases de la convocatoria al Concurso de relatos de migración.
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Imágenes propias 📸 Own pictures
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Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.
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Gracias a Literatos por el apoyo.
Lamentablemente es la forma en la que muchos terminan retornando a sus raíces.
Gracias por compartir, éxitos en el concurso también.
Esta es la historia de dos migrantes. Épocas diferentes, motivos diferentes pero en realidad todo se resume en una misma historia de migración. Hay hilos que van tejiendo los enlaces invisibles.
El abuelo Miguel cruza el Atlántico rumbo al nuevo mundo en busca de fortuna mientras la vieja Europa se destruía por la guerra. 8 décadas después su nieto, también Miguel, hace la ruta contraria. Lo hace por sus propios motivos, pero lleva una encomienda prioritaria. Así cierra la ruta del abuelo y comienza la suya.
Las migraciones poblaron el planeta, están enraizadas en nuestra cultura y filosofía de la vida.
Gracias por tu lectura y comentario 🌷
Historias que nos lastran a diario...
¡Excelente!
Gracias por su lectura 👍
¡Un placer!