UN PADRE DENTRO DE UNA LATA. Hispaliterario 38 / Por el amor a una lata [ES/EN]

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Un padre dentro de una lata.jpg

Diseño propio elaborado con Photoshop / Own design created with Photoshop


Estaba frente a él, a una distancia prudencial. El tiempo no lo había cambiado mucho. Ella se dio cuenta de que esperaba a alguien por la insistencia con que miraba el reloj. ¡Cómo le hubiese gustado ser el motivo de su ansiedad! Cuando se decidió a llamarlo, él salió al encuentro de una joven que llegaba en un autobús. Se saludaron con efusividad. La recién llegada tenía la misma edad que ella y era imposible no darse cuenta como ambas se parecían. A pesar del bullicio de la terminal de ómnibus, ella sintió nítidamente el chasquido de algo que se rompió en su interior.


-***-

"Las hijas son de los padres" le decía su abuela cuando era pequeña y a ella le encantaba escucharlo. El más dulce y nítido recuerdo de su infancia le llegaba a través de una voz grave que la llamaba "mi princesita". Esos retazos aislados de la memoria se unían en su imaginación para construir la imagen del hombre merecedor de la primera palabra que logró pronunciar: papá.

Sin entender el porqué, un día dejó de verlo. Primero le preguntó a su madre por él, pero esta siempre tenía una historia a mano, presta a esquivar la respuesta que la niña buscaba. Luego recurrió a la abuela, que como era más vieja, debía conocer a dónde se había ido su padre. La anciana le aseguró que estaba trabajando lejos de casa, pero que pronto regresaría. Cómo aún no entendía la dimensión del tiempo, no pudo calcular cuánto más tardaría lo que le decía su abuela.

Después supo que el "pronto" de la abuela equivalía a los seis meses que aún le faltaban para cumplir los cinco años. Ese día el padre regresó a casa. Le traía un presente que le entregó, llenándola de besos, a la vez que le decía "este regalo es para mi princesita". ¡Cuánto había extrañado durante su ausencia, aquella barba incipiente que le pinchaba la cara mientras la acariciaba!

El regalo resultó ser una lata redonda y achatada, de color rojo, con una inscripción en letras doradas donde se leía "Giselle. Galleticas finas de mantequilla". En ese momento la niña no supo qué decía el rótulo de la tapa que después leyó tantas veces mientras las letras fueron perdiendo su brillo original.

Cuando la emoción del reencuentro le permitió abrir la lata, encontró dentro unas galletas con formas diferentes, separadas por envase individuales de papel pergamino plisado. Con sabor a vainilla, limón, coco o pasas, el dulce regalo dejó escapar su aroma inconfundible. Por mucho tiempo, después de aquel día, para ella, el olor de un padre estuvo ligado al de las galletas de mantequilla.

Adoró aquella lata. Cada vez que la abría, sentía que liberaba el cariño del padre conservado en la vasija de hojalata. Deseaba comer las suaves golosinas y a la vez no quería que se terminaran nunca. Dilató lo más que pudo el proceso, hasta que le llegó el turno a la última de las galletas que habían estado perfectamente acomodadas en tres camadas.

Cuando ya no hubo galletas en la lata, la dulce fragancia perduró por mucho tiempo, el mismo en que esperó en vano por el regreso del padre. Fue entonces cuando la lata roja se convirtió en el cofre donde guardaría los tesoros más valiosos para el alma. Un pequeño libro de cuentos con ilustraciones muy coloridas que le regalara su papá tuvo el privilegio de ser lo primero que atesoró la lata. Cuando todavía el padre no se había marchado de casa, antes de dormir, le leía los relatos del libro. Ella, había aprendido de memoria cada palabra de las breves historias y reconocía, por las imágenes, la página donde estaban escritas. Cada vez que hojeaba el libro, la voz del padre regresaba del pasado. Ella decidió que, junto al aroma de las galletas, la lata-cofre, era el mejor lugar para conservar, también, la añorada voz paterna.

Una foto de su primer cumpleaños en brazos del padre, el encendedor roto que él ya no usaba, una carta con los rasgos inseguros de la escritura recién aprendida que nunca le envió; fueron ordenándose dentro de la lata. Con el tiempo, cuando ya no encontró recuerdos del padre para guardar, entonces llegó el turno al diario de las confidencias adolescentes, los poemas de amor apasionado que copiaba de algún libro junto a los que ella misma escribía, fotos de artistas de moda. Así, hasta que ya no quedó mucho espacio libre y algunos viejos tesoros cedieron su lugar a los nuevos. Eso sí, las cosas que servían de conector directo con el padre no abandonaban el envase metálico. Hasta aquel día cuando lo distinguió entre la multitud de la terminal y todo cambió en su interior.

De regreso a casa fue directo en busca de la lata donde guardaba sus tesoros más íntimos. Sintió que había estado atada, por mucho tiempo, a recuerdos que acababan de perder todo su valor. Ninguna explicación justificaría aquel abandono. La lata-cofre terminó bajo tierra, en un obscuro agujero que ella misma cavara en el fondo del patio. Solo unos cuantos objetos merecieron salvarse.

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English Version

A FATHER INSIDE A TIN


It was in front of him, at a safe distance. Time had not changed him much. She could tell he was waiting for someone by the insistence with which he looked at his watch. How she would have liked to be the reason for his anxiety! When she decided to call him, he went out to meet a young woman arriving in a bus. They embraced effusively. The newcomer was of her own age, and she could not overlook their resemblance. Despite the bustle of the bus terminal, she distinctly felt the snap of something breaking inside her.


-***-

“Daughters belong to fathers” her grandmother used to tell her when she was little, and she loved to hear it. The sweetest, sharpest memory of her childhood came to her through a gravelly voice calling her “my little princess.” Those isolated snippets of memory came together in her imagination to build the image of the man deserving of the first word she managed to pronounce: daddy.

Without understanding why, one day she stopped seeing him. First she asked her mother about him, but her mother always had a story at hand, ready to dodge the answer she was looking for. Then she turned to her grandmother, who, being older, must have known where her father had gone. The old woman assured her that he was working away from home, but would soon return. Since she did not yet understand the dimension of time, she could not calculate how much longer what her grandmother told her would take.

She later learned that her grandmother's “soon” was equivalent to the six months she was still six months away from her fifth birthday. That day, the father returned home. He brought her a present which he gave her, showering her with kisses, while saying “this present is for my little princess”. How much she had missed during his absence, that incipient beard that pricked her face as he caressed her!

The gift turned out to be a round, flattened, red tin with an inscription in gold letters reading “Giselle. Fine butter cookies”. At that moment, the little girl did not know what the label on the lid said, which she later read so many times as the letters lost their original shine.

When the excitement of the reunion allowed her to open the tin, she found inside cookies in different shapes, separated by individual packages of pleated parchment paper. Flavored with vanilla, lemon, coconut or raisins, the sweet gift let out its unmistakable aroma. For a long time after that day, for her, the smell of a father was linked to the smell of shortbread cookies.

She loved that tin. Every time she opened it, she felt like she was releasing her father's affection preserved in the tin pot. She longed to eat the soft treats and at the same time never wanted them to run out. She dragged the process out as long as he could, until it was the turn of the last of the cookies that had been perfectly arranged in three layers.

When there were no more cookies in the tin, the sweet fragrance lingered for a long time, the same time she waited in vain for the father's return. It was then that the red tin became the chest where she would keep the most valuable treasures for the soul. A small storybook with colorful illustrations given to her by her father had the privilege of being the first thing the tin treasured. When her father had not yet left home, before bedtime, he would read the stories from the book. She had memorized every word of the short stories and recognized, from the pictures, the page on which they were written. Every time she flipped through the book, her father's voice came back from the past. She decided that, along with the aroma of the cookies, the cookie tin was the best place to keep, also, the longed-for father's voice.

A photo of her first birthday in her father's arms, the broken lighter he no longer used, a letter with the insecure features of the newly learned handwriting she never sent him, were arranged inside the tin. With time, when she could no longer find memories of her father to keep, then it was the turn of the diary of adolescent confidences, the poems of passionate love that she copied from some book, along with the ones she herself wrote, photos of fashionable artists. And so on, until there was not much free space left, and some old treasures gave way to new ones. Of course, the things that served as a direct connector with her father did not leave the metal container. Until that day when she spotted it in the crowd at the terminal and everything changed inside her.

On her way home, she went straight for the tin where she kept her most intimate treasures. She felt that she had been tied, for a long time, to memories that had just lost all their value. No explanation could justify that abandonment. The tin box ended up underground, in a dark hole that she herself had dug at the bottom of the courtyard. Only a few objects were worth saving.


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Contenido original de ✏️ Original content by @leopard0
Escrito original en Español ✒️ Translated with DeepL.com (free version)
Imágenes propias 📸 Own pictures


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Poético y conmovedor relato en el que nos ofreces una hermosa historia recreadora del sentido que puede tener una lata. Saludos, @leopard0.

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las desilusiones duelen y nos rompen los sentimientos en lo profundo. Buen relato.... saludos

Así es, y son más dolorosas cuando no existe argumento que pueda justificarlas. Nada explica el abandono de un padre para con un hijo. Después de tanto tiempo, esforzándose por mantener vivo el recuerdo de un padre ausente, descubrir que está cerca y hasta es un buen padre, hace que todo cambie.

Gracias por la lectura y valoración. 👍

Sometimes people believe that their pain is the biggest, the worst of all, the one that makes them suffer the most...and today with your story you made me try to put myself in her place and I rejected the idea so strongly because I found it extremely painful to think that my father would have done that to me....for a child it is unacceptable that a loved one could behave that way.....

Maybe I just don't understand that there could be people like that with the size of father I had.

Excellent as always.

🌻

Sintió que había estado atada, por mucho tiempo, a recuerdos que acababan de perder todo su valor.

Triste.

Una historia real, muy cercana, me inspiró a escribir el relato. Lo que lees es pura ficción: personajes, situaciones y por supuesto, la lata de galletas como hilo que teje la narración. Sin embargo, la historia de abandono paterno que conozco me permitió escribir apelando a esa realidad. Es incomprensible como alguien que asumió la responsabilidad de tener un hijo, luego puede olvidarse de su existencia por completo. Más asombroso es que lo haga viviendo relativamente cerca. Incluso ni una llamada telefónica. ¿Cómo se puede vivir en paz con uno mismo cuando sabes lo que estás haciendo? Cómo se puede ser buen padre para unos hijos y olvidarse de que otro también merece esa atención? De esas preguntas sin respuestas lógicas nació esta historia.
Me resulta difícil entender que un hijo rechace a un padre, pero hay padres que no han hecho nada para no merecerlo. Tienes razón: es triste.

Gracias por tu lectura y comentario, siempre tan amable 🌷

Apasionante relato, muy original, cuánta ternura en una lata. Saludos

Una lata para sustituir a un padre ausente. Encontrar la verdad cambió todo de un tirón.

Gracias por la lectura y el comentario. Es de mucho valor para mí 👍