Esta tarde me vuelvo a encontrar con él. Nadie nos ha presentado. Es un freak, a su manera; un tipo sin bandera, sin patria, sin hogar...
La memoria le funciona como un reloj, ni más ni menos, el tiempo es así... entrecerrados los ojos, se reclina en el sillón colonial y comienza a mecerse lentamente.
Sonríe, como si los recuerdos mitigaran el dolor; la soledad es una aguja que pincha directamente en el lado izquierdo del pecho. «Voy a colar un poquito de café, muchacha», me dice sin perder la postura de abandono sobre el sillón. «Los cuentos con café son más ricos». Se levanta con agilidad y me quedo observándola mientras en la cocina del pequeño apartamento prepara la cafetera. Es una mujer hermosa, de cuerpo voluptuoso y cabello largo. Todo está muy junto en aquel sitio, como si fuese necesario para que no se escapen los recuerdos; quizás, como le gustaba decir a mi abuela: "las casas se parecen a las personas que les habitan", los cuerpos: a su esencia, y escudriño cada rincón que me permite el ángulo desde el cual estoy sentada. Cuerpo y casa.
La cocina está ordenada, limpia, la casa en general es acogedora y pulcra, cada cosa dispuesta en el sitio que se supone debe ser su lugar. No hay muchos adornos, pero las paredes están llenas de cuadros con fotos familiares. Un niño en distintas etapas de crecimiento, con el cabello castaño y ojos de miel protagoniza aventuras en cada una de ellas; es un retozo constante para la vista y lo disfruto. No tengo hijos, pero siento ese cosquilleo maternal en el centro del pecho.
̶ -¿Con poca azúcar?
El olor inconfundible del café criollo me devuelve a la realidad de la sala y de sus ojos azules. "Lo que te debo la blanca, a mí me gusta el café endulzado con azúcar prieta." Y vuelve la sonrisa cómplice, mientras camina hacia mí con una taza de porcelana, finísima. Los detalles dorados no encajan con el café criollo y el azúcar sin refinar, mucho menos con la historia que necesito escribir. «Con esas tazas tomaba café la Reina Victoria», pienso, y asumo que me descubre, que se da cuenta de lo que mi cabeza teje porque sonríe y se sienta a mi lado con la taza de café.
̶ Ese es mi hijo Freddy ̶ levanto la vista y le miro sorprendida ̶ . Te has quedado lela viendo los retratos. Lo llamamos así por Freddy Mercury. Nació en el 92, justo cuando cantaba al lado de la Montserrat Caballé. Era una "mostra", la gorda, pero a nosotros siempre nos volvió locos el timbre perfecto de Freddy, si hubiese sido hembra le llamaríamos igual, Freddy es un nombre asexual como el propio Mercury.
¿Te molesta que fume? ̶Niego con la cabeza ̶ .Lo estoy dejando, me cuesta, pero hoy es un día distinto y para recordar hay que hacerlo con todos los poquitos.
Se acomoda nuevamente en el sillón, abandonando su puesto a mi lado, las bocanadas de humo quiebran el silencio y bebo el café expectante.
̶ -"Todas las historias de amor son iguales, que nadie te diga lo contrario. ¿Me dijiste que eras periodista?"
̶ -Escritora ̶ bajo la cabeza.
-Es lo mismo ̶ responde. Cuando me dijeron que querían saber sobre "él", sobre "nosotros", estuve tentada a negarme.
Mi investigación arrojó algunos detalles; sé que se llama Laura Díaz, que tiene 50 años, es graduada de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, de estado civil soltera, con un hijo y dos nietos que viven en Canadá. Trabaja en el museo local, compra girasoles y lee poesía una vez al mes en el taller literario de una amiga. "Desahogos", bendito nombre para un taller...podría haber sido cualquier otra mujer con una historia parecida pero una corazonada muy fuerte me lleva ante ella. ¿Intuición? Quizás.
-̶Yo no pedí mi soledad, la obtuve, a la fuerza, un mes después de que naciera mi hijo. He vivido así, desde entonces: sola.
Quiero sacar mi libreta de notas, escribir siempre me ha parecido lo más justo, pero siento los dedos de las manos acalambrados, como si la verdad cayera sobre el papel de golpe, como un aguacero que deshace las hojas y dispersa la tinta. Me decido por la grabadora Sony. Tiene la carga suficiente para aguantar al menos dos horas de conversación.
̶ -Las mujeres de mi generación sabemos lo que es pasar trabajo, aunque yo, para ser sincera, nací en cuna de oro ̶ me dice mientras bota la última bocanada de humo y apaga el cigarro en un cenicero de cristal azul ̶.Pero de que sabemos lo que es tener un solo par de zapatos y ropa "hecha" pues que no te quede la menor duda. Cuando cumplí 15, mi abuela que recibía algunos dólares verdes de la parentela de Miami, me compró a contrabando un pantalón de mezclilla feísimo y con recortes de vestidos de mi mamá, me hizo dos o tres a mí. Yo era la que más tenía, y disfrutaba salir los sábados y domingos para mostrárselos a mis amigos, ventaja de tener una abuela costurera y una madre dadivosa.
Un fin de semana de esos, Rosy, mi mejor amiga de aquel entonces, me llevó a conocer a los "bici voladores", con sus pelos, tatuajes con tintas verdes y fachas de mamarrachos. Las piruetas eran fabulosas y no habría pasado mucho tiempo cuando comencé a descubrir que los temas de conversación eran más fabulosos que los brincos en el aire. Aprendí de música, de arte y de literatura. Por primera vez fui al cine a ver algo más que un drama romántico y a mis manos adolescentes llegaron libros "abreojos"̶ suelta una carcajada ̶ .Dejé los vestidos y me puse el jeans, busqué en todos los guardarropas familiares, blusas oscuras, pulóveres anchos y negros. Trencé mi cabello y corté mis uñas. «La niña está loca», le escuché decir a mi madre. «Esa lo que está es enferma», gritó mi abuela. Y yo me enamoré de Bon Jovi y me aprendí sus canciones. ¿Dónde me dijiste que ibas a publicar esto?
Le miro con curiosidad, la mujer ante mí, tiene las uñas pintadas a la francesa y usa maquillaje. Dos dormilones de oro adornan sus orejas perfectas y lleva un juego de pantalón color beige, ceñido. Distante a la realidad que me cuenta efusiva. ̶ Es para un concurso ̶ le contesto en voz baja ̶ .Ah ya, ustedes los periodistas siempre queriendo ser los mejores. ¿Más café? Asiento otra vez con la cabeza.
Regresa con una taza idéntica a la anterior y vuelve a sentarse en el mismo sitio.
̶-Cuando cumplí 17 quise irme todos los fines de semana con los chicos hasta el malecón, ¡sí!, el único de su tipo en todo el país sin agua, ahí le conocí...Era un sitio de los pelús, para descargar y poner la música en las grabadoras portátiles hasta la madrugada. No éramos bien vistos, lo admito, pero ahí todo el mundo estudiaba o trabajaba, y yo por primera vez me sentía diferente; a él lo vi par de veces, siempre en el mismo lugar, serio e inaccesible. Hablaba poco...pero me gustó. Su cabello por la cintura. Su olor a cigarro y marihuana, su boca perfecta, desentonando con los ripios de los pantalones.
Un suspiro, y yo de frente a su historia.
-Me besó mientras sonaba Freddy en la grabadora: Bohemia Rhapsody, será siempre nuestra canción. Beso con nalga apretada y sexo en un portal. Tuve mucho sexo en casi todos los portales del "Malecón", en uno de esos engendramos al niño. Ni te cuento cómo fueron las cosas. Ya yo me había ido de mi casa y él vivía en un cuartico cerca de la línea del tren. Su familia tampoco lo quería. Y aunque estaba terminando la carrera de Economía, ya le habían dicho que ese pelo largo no era bien visto en los departamentos económicos. No sé en qué momento se le metió en la cabeza la idea de irse, nunca me dijo, durante ocho meses me despertaba en la madrugada el golpeteo del martillo en la madera. El olor a pintura rancia. La voz del negro contrabandista trayendo piezas prohibidas. «Cuida al niño» y me extendió La Edad de Oro. «No quiero cortarme la melena, soy un economista de pelo largo, soy como el Che, cojones».
Llora Laura y yo me arrepiento de esta locura. Pude haber escrito otra historia de amor, una sin orfandad, lejos del caos que produce la ausencia, de los errores y el efecto de las causas (perdidas), una historia sin mar, sólo el de sus ojos...
̶ A los dos años regresé a mi casa, ya me habían resuelto el círculo y me llegó la boleta para la universidad. Me decidí por la carrera de letras más compleja, yo quería marcar un antes y un después, mostrarle a todo el mundo que aprendí de erudición en aquel Malecón sin agua, con unos jeans feos y el cabello trenzado, escuchando a Freddie Mercury.
Se detiene y me mira. Sé que quiere que me vaya. Mi grabadora Sony tiene suficiente información. Está desnuda de emociones frente a mí.
-Debo conectar la WiFi, a esta hora siempre llamo a mis nietos.
Salgo a la calle y de frente me cruzo con una parejita freak, vestidos de negro, tomados de la mano, llevan en sus manos libros, CDS y unos pequeños recortes de papel. Me entregan uno. Concierto esta noche, 10 pm. Lugar: Malecón. Sonrío mientras siguen su camino. Y yo corro a escribir.
Su lugar seguro fueron mis manos. Is this the real life? Is this just fantasy?/ Caught in alandslide, no escape from reality/ Open your eyes, look up to the skies and see/ I'm just a poor boy, I need no sympathy/
LA IMAGEN ES PROPIA, TOMADA CON MI TELÉFONO CELULAR SAMSUNG A13.
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Gracias siempre
Toda una historia de vida acompañada de un café y hasta me imaginé la taza @lismaga ☕ 😊 👏🏼👏🏼
Gracias