Su mirada profunda, inquisitiva, negra, muy negra, su cuerpo y el mío en perfecta desnudez, el blanco del suyo pareciendo brillar en la obscuridad.
En su primer ataque agarró mi labio inferior y tiró de él exponiendo toda su flexibilidad, el alarido se escuchó solo en mi interior. En un intento de defenderme, lo sostuve por la espalda, deslicé mi mano en toda la línea que formaban sus vértebras, por la separación de sus nalgas, provocándole un sonido que demostraba que estaba más herido que yo. Los dos habíamos encontrado una manera de acercarnos frente a frente para una batalla directa. El sonido de las arpías retumbaban en toda la cripta y el techo, con su cúpula grotesca de ladrillos en relieve, filtraban los líquidos de la lluvia que caían sobre las sábanas junto a nosotros como negras manchas de pus.
Bajó el rostro, alzó la mirada de fuego y sus pies ascendieron paso a paso por las paredes, elevándome consigo al acto. No había notado hasta ese instante el par de alas sobre su espalda, unas alas púrpuras de tinta, más obscuras que el cráter que había engullido nuestro mundo. Era imposible ya separarse, estaba muy alto, suspendido en el aire en una especie de abrazo letal y él seguía aprisionándome con sus dientes manchados de sangre.
La cúpula dio un giro o simplemente nos inclinamos, (la realidad ya no era predecible, calculable y mucho menos confiable) sus cabellos amarillos que antes caían cubriendo una de sus mejillas levitaban en marítimo compás.
El resto de los guerreros había caído, sus gritos de agonía no se escuchaban, solo esos pajarracos infernales y los gemidos que intercalábamos eran audibles.
¿Por qué seguía luchando? ¿Lo supe alguna vez?
No hubiera necesitado sentir el olor de tantas vísceras y sangre para saber que no me gustaba la guerra, eso es solo para personas con honor, con motivos, yo solo era un asesino que no discriminaba bandos.
Pase mi otro brazo bajo su axila y coloque mi mano sobre su hombro, rozando bruscamente su cuello y dejando una huella igual a la de un zarpazo. Lo tenía bien asegurado y aun así seguía pensando que era el quién me aprisionaba con más fuerza. Acerqué más mis labios a los suyos, palpé con mi lengua el interior tibio de su boca, era esa la única manera de soltarme del todo, de poder penetrarlo estando vulnerable. El filo se deslizó suave hasta la base del puñal, las alas desaparecieron y caímos bruscamente sobre las sábanas, ahora manchadas en su totalidad por la negra viscosidad.
Mi espalda arremetió contra la superficie con un crujir que me dejó paralizado, en un instante el puñal dejó de estar dentro de él para perforarme una y otra vez, sobre mi abdomen, dentro de mi boca, mi garganta y hasta mi estómago. Cuando no le quedaban espacios para apuñalarme me volteó con la facilidad con que se movería a un muñeco relleno de algodón. Mi cuerpo paralítico era incapaz de ofrecer resistencia alguna y a pesar de la hemorragia, cada estocada se sentía como la inoculación de alguna sustancia vital. Sobre mi espalda corría una mezcla de nuestros sudores, manchas de tinta, plumas negras, sangre de guerreros. Apoyo su mano en uno de mis hombros y con la otra agarró mi pelo haciéndome girar la cabeza. Su respiración sé sentía sobre mí como si bufidos de un animal se tratase.
Es momento de que me declares tu nuevo dios —dijo y me arrastro hasta el interior de la séptima cúpula.
His deep, inquisitive, black gaze, very black, his body and mine in perfect nakedness, the whiteness of his seeming to shine in the darkness.
In his first attack, he grabbed my lower lip and pulled on it, exposing all its flexibility, the scream echoed only inside me. In an attempt to defend myself, I held him by the back, slid my hand along the line formed by his vertebrae, through the separation of his buttocks, causing a sound that showed he was more injured than me. We had both found a way to get close face to face for a direct battle. The sound of the harpies echoed throughout the crypt and the ceiling, with its grotesque dome of relief bricks, filtered the rain liquids falling on the sheets next to us like black pus stains.
He lowered his face, raised his fiery gaze, and his feet ascended step by step up the walls, lifting me with him to the act. I hadn't noticed until that moment the pair of wings on his back, purple ink wings, darker than the crater that had swallowed our world. It was impossible to separate now, he was very high, suspended in the air in a kind of lethal embrace, and he continued to imprison me with his blood-stained teeth.
The dome spun or we simply leaned (reality was no longer predictable, calculable, or reliable), his yellow hair that had previously fallen covering one of his cheeks levitated in a maritime rhythm.
The rest of the warriors had fallen, their cries of agony unheard, only those infernal birds and the moans we interchanged were audible.
Why did I keep fighting? Did I ever know?
I wouldn't have needed to smell so many entrails and blood to know that I didn't like war, that's only for people with honor, with motives, I was just a killer who didn't discriminate between sides.
I passed my other arm under his armpit and placed my hand on his shoulder, roughly brushing his neck and leaving a mark like a claw scratch. I had him well secured, yet I still thought he was the one holding me with more force. I brought my lips closer to his, touched with my tongue the warm inside of his mouth, that was the only way to let go completely, to be able to penetrate him while vulnerable. The blade slid smoothly to the base of the dagger, the wings disappeared, and we fell abruptly onto the sheets, now completely stained with the black viscousness.
My back hit the surface with a crunch that left me paralyzed, in an instant the dagger was no longer inside him to stab me over and over, on my abdomen, inside my mouth, my throat, and even my stomach. When there were no more spaces to stab me, he turned me with the ease of moving a cotton-stuffed doll. My paralyzed body was unable to offer any resistance, and despite the hemorrhage, each thrust felt like the inoculation of some vital substance. A mixture of our sweats, ink stains, black feathers, and warriors' blood ran over my back. He placed his hand on one of my shoulders and with the other grabbed my hair, making me turn my head. His breath felt on me as if it were puffs of an animal.
It's time for you to declare me your new god —he said and dragged me inside the seventh dome.
Source
La imagen usada es propiedad de @yecier quien me permitió su uso para una actividad de escritura creativa.
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Una narración de una extraña relación, muy bien lograda en sus imágenes sensoriales y su ritmo verbal, donde lo corporal se mezcla y confunde con lo sexual y la lucha por la defensa o el control del otro, pero que también podría imaginarse como el combate entre Dios y Satán. Saludos, @magicalex.
PD: He visto esa imagen muy usada últimamente.
Papa, cuándo tú piensas incorporarte a mi taller? Hay talento aquí. Mucho talento.
Tú me avisas cuando hay y me llegó.
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