LA SEXTA CABALLERÍA DE KANSAS (3) FINAL.

in Literatos8 days ago


Saludos #hivers! Mi afecto para toda la colmena de #Literatos!

🎯 Aquí les comparto la TERCERA PARTE y final de mi cuento La Sexta Caballería de #Kansas.

(Viene de 2).

Esa es la meta. El objetivo. Correr. Calle abajo. O calle arriba. No importa. Correr. Correr fuerte. Muy fuerte. A veces corremos porque vamos huyendo. A veces corremos porque creemos que alguien nos persigue. A veces porque vemos pasar la patrulla. A veces solo corremos. A veces corremos y la gente corre detrás de nosotros. Y entonces nosotros corremos con más fuerza. Pero otras veces, como ahora, corremos porque algo nos toca. Está muriendo la princesa de los negros. Y es preciso que la princesa de los negros viva. Que viva por mucho tiempo. Incluso más allá de nuestras vidas. Primero corrió Sepultura. Pasó por nuestro lado como una flecha negra, como alma que se lleva el viento. Después corrí yo, y cuando vine a darme cuenta Abigaíl corría con nosotros. Yo corrí detrás de Sepultura, primero por vicio. Y después porque lo vi apretando los dientes para no llorar. Y después porque me dijo: “se muere, se muere”. Y afinqué los pies y corrimos más duro. Pasamos por donde Abigaíl estaba sentado, como dos flechas, como alma que se lleva el diablo. Y cuando vinimos a ver éramos ya los tres. De nuevo a las andadas. Sepultura apretando los dientes y corriendo. Abigaíl preguntándome qué pasó y yo corriendo, y diciéndole. Sepultura apretando el paso. Y Abigaíl. Y yo. Y otra vez La Habana a nuestros pies.

Calles y más calles. Se muere, se muere, decía Sepultura. Apretábamos el paso. Cada segundo contaba. Cada gota de sudor. Y después mucha gente detrás de nosotros. Y después un poco más lejos. Y así, calles y más calles. Y después nadie detrás de nosotros. Calles interminables que nos llevan hasta la princesa de los negros. Es que ya perdimos a la reina. Debemos hacer lo que sea para no perder a la princesa. La princesa se llama Yadira. Tiene 14 años. Y cuando nació, Sepultura dijo que sería la princesa y todos estuvimos de acuerdo. Y ahora se está muriendo. Emergencias queda lejos. No nos importa. Corremos. Somos uno en la noche. Se desangra, se desangra, dice Sepultura, sin dejar de correr. Y yo imagino la sangre sin poder explicarme por qué sangra la princesa. Pero no pregunto. Y Sepultura no dice más nada. Abigaíl tampoco pregunta. Solo corremos. Rumbo a la princesa. Que muere. Que sangra. En Emergencias. Se muere la princesa de los negros. Queda el reino triste. Otra vez. Como hace diez años cuando murió la reina. Pero la reina estaba enferma. Lo sabíamos. Era inevitable. Pero la princesa no está enferma. Solo tiene 14 años. Es hermosa. Llena de vida. Con una risa amplia y contagiosa. Con un cuerpo elástico y gracioso al caminar. Y al bailar. Nosotros le enseñamos los pasos. Nosotros le hemos enseñado tantas cosas. La hemos mimado tanto. Le hemos servido tanto. Somos sus fieles vasallos. Tratamos de enseñarle cuáles son los hombres buenos y cuáles no valen tres centavos, con quién se debería acostar y con quién no. Le enseñamos qué es provocar. Qué es no hacer caso a los babosos de la acera, cómo se trata a los babosos de la acera que la molestan cuando pasa. Bamboleándose. Le dijimos, casi desde niña, qué es un hombre de la acera y un hombre de su casa. Será la nueva reina. Queremos un reino hermoso, espléndido. Hemos trabajado con amor en eso. La princesa no sabe de carencias. Es la negra más linda de La Habana. Nuestra princesa. Sepultura es su padre y nosotros sus tíos. Pero en verdad los tres somos sus esclavos. Por fin llegamos. Emergencias. Luces. Enfermeras. Camilleros. Sirenas. Calor. Gritos. Dudas. Alguien llamándonos a la calma. Nosotros que no nos calmamos. Una lista. Unos espejuelos leyendo en la lista. Sin encontrar el nombre de la princesa. Sepultura. Devastado. Otra vez corriendo. Ahora por los pasillos. Llamando. Gritando. Apretando los dientes. Sepultura. Los espejuelos que vuelven a mirar. Y sí, el nombre de la princesa que aparece. Que nos llena de esperanzas. Que nos quita las esperanzas. Operar, oímos. Delicada, oímos. Esperar, oímos. Sentarse, oímos. Avisaremos, oímos. Sepultura forcejeando con el policía de guardia en Emergencias. Traemos a Sepultura. Nos sentamos. Abigaíl le pide paciencia. Yo le pido paciencia. El policía le pide paciencia. Sepultura mete la cabeza entre las manos. Derrotado. Esperamos. Una hora. O dos. No sé.

Anhelantes a que se abra la puerta y salga el médico. Una hora. O dos. No sé. Sepultura en la misma posición. Abigaíl dando paseítos. El policía firme. Como si tuviera una cabilla clavada. El policía a nuestro lado. La princesa allá adentro. Quién sabe cómo. Quién sabe si reclamándonos. Quién sabe. La puerta que se abre. Una y otra vez. Pero el médico que no sale. Emergencias es blanco. Un blanco descascarado. Faltan luces. Hay vendedores de café. Hay mujeres mal vestidas. Sudando. Con un escobillón en la mano. Arrastrando su imperio. De remover la basura. Mujeres desalmadas. Con olor a brazos. A brazos sucios. Que no piden permiso. Y tiran agua. Mujeres de miradas duras. Miradas bestiales. Mujeres que pasan por tu lado. Ignorándote. Que le sonríen al policía. El policía que sonríe. Mujeres de azul en su imperio blanco. Desconchado. Que lanzan agua sucia en las macetas. Mujeres que tienen hambre. Que miran el reloj. Mujeres de piernas gordas. De nalgas gordas. De brazos gordos. De labios gordos. Que caminan como si nada les importara. Y nada les importa. Abigaíl mirando a una mujer así. Yo también. Sepultura con la cabeza entre las manos. Abigaíl mirando la punta de las nalgas de una mujer así. Yo mirando que la mujer pasa el trapo sobre una mesa. Ignorándonos. Nosotros ansiosos. Esperando. Al médico. Que no sale. La puerta se abre mil veces pero no sale. El médico que nos dirá que seguiremos con princesa en el reino. Emergencias, blanco. Desconchado. Sepultura desecho. Emergencias blanco. El médico, por fin sale. Blanco. Como un papel. Nosotros que nos paramos en el acto. Sepultura que vuelve a la vida para volver a la muerte. El médico como un papel. Moviendo la cabeza. Acosado por nosotros. El policía inquieto que también se acerca. Sepultura mirando al médico a los ojos, queriendo atravesarlo. Abigaíl. Sepultura. La mujer gorda detiene el paño sobre la mesa y nos mira. Lo sentimos, dice el médico. Hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, dice. Emergencias se llena de los gritos de Sepultura. Emergencias. Destrozado. Hecho añicos. El policía, blanco. Como un papel. El médico, blanco. Como un papel. La mujer gorda que deja caer el paño y abre la boca. Sepultura nos mira y sale. Corriendo. Hacia la calle. Abigaíl lo sigue. Yo lo sigo.

Correr. Es la meta. El objetivo. Correr. Calle abajo. O calle arriba. No importa. Correr. Correr fuerte. Muy fuerte. Somos tres negros que corremos. En la madrugada. Tres negros que corremos. En La Habana. Tres negros del viejo barrio. Inocentes. Gacelas. En la jungla. La Habana. Nosotros corremos con todas las fuerzas. Fuerzas de negros. Fuerzas alcanzadas a golpe de hambre, alcohol y rumba. Somos tres. Inseparables. Somos la sexta caballería de Kansas. Lo mato, dice Sepultura y aprieta los dientes. Y el paso. Nosotros también. Voy a matar al maricón ese, dice. Abigaíl y yo apretamos el puño. La Habana tiembla, La Habana se derrumba. Corremos. La Habana es un golpe difícil de comprender. La acera tiembla. Tiemblan los músculos de la cara de Sepultura, tiembla su nariz. Tiemblan los músculos de la cara de Abigaíl. Abigaíl tiembla todo mientras corre. Mientras suda. Mientras vamos hacia lo desconocido. Sepultura nos lleva a lo desconocido. Sepultura sabe a dónde vamos y con eso basta. Somos uno en la noche. Somos una sinfonía en tropel por La Habana. Creo que Sepultura se refiere al novio de la princesa cuando dice, mato a ese maricón, lo mato. El novio de la princesa es blanco, blanco, y ella es negra, negra, retinta. Se han llevado bien. Son novios desde niños. Juntos han compartido cosas difíciles. Como todos los hijos del barrio. Juntos querían estudiar medicina. Irse a los mundos. Curar. Han soñado tanto. Han reído tanto. Se han divertido tanto. Y por un momento creo que Sepultura se refería a él. Que lo mate o no, deja de ser importante. Él está más cerca de ellos. Sabe qué hay en sus corazones. Y lo seguimos. Inmutables. Como en cámara lenta. Y la verdad no sé por qué me ha dado por pensar en el novio. No tengo motivos para hacerlo. Pero lo he hecho. No se me ocurre nadie más. No sé qué estará pensando Abigaíl. No sé siquiera si Abigaíl está pensando en algo. Abigaíl no piensa demasiado. Si hay que hacer algo, lo hace. Podría decirse que a veces no le importan las consecuencias.

Un sábado lluvioso, por ejemplo, le rompió la cara a uno de los hombres de la acera. El hombre de la acera le dijo una grosería a la princesa. Abigaíl le rompió la cara. Luego el novio de la princesa quiso hacer lo suyo pero ya no había cara que romper. Abigaíl disfrutó mucho que los novios se fueran calle arriba tomados de la mano. Después nos contaba. Y reía. Y se veía que había disfrutado ver cómo se alejaban tomados de la mano.

(Fin).

El texto y las imágenes utilizadas son de mi Autoría.

Sort:  
 7 days ago  

Literatos-estatico.jpg

Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.

¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!