Impoluto - Relato

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Impoluto

El señor M. tenía problemas psicológicos. Vivía en un apartamento pequeño y blanco que no revelaba mucho sobre su personalidad más que esa obsesión por dejarlo todo impoluto. Salía desde hacía meses al mismo supermercado de la esquina, a la misma hora, a comprar las mismas cosas. Soñaba despierto con ser alguien diferente, porque ya no dormía lo suficiente como para soñar.

Estaba seguro que de hacerlo, tendría las mismas pesadillas de siempre, porque su vida organizadamente perfecta era, en realidad, un infierno. Odiaba los espejos porque nunca había conseguido uno que al mirarlo le devolviera un reflejo que le gustara, pero más odiaba su cuerpo, ese sobre el cual hacía chistes y que saturaba con papas fritas y gaseosas porque ya no quería comer nada más.

El señor M. había vuelto del alcohol su hábito diario. No tomaba siempre hasta llegar a un punto grave de alcohol en la sangre, pero ansiaba sentir el placer de ver alterados sus sentidos lo suficiente como para no pensar. Tenía pocos amigos e intentaba complacerlos, sonreía con una mueca que parecía a punto de romperse en cualquier momento y había encontrado una nueva obsesión en la cual poner su interés.

Sí, había encontrado en sus problemas psicológicos la excusa perfecta para el despropósito que tenía en su vida. No era de los que admitiría gustarle la vida de no tener que trabajar, tener alguna responsabilidad, ni nada que lo encadenara e hiciera reflexionar. Era de los que secretamente disfrutaba su desgracia, y pronto encontró a alguien con quien quería compartirla.

Era ella. La chica pequeña y poco habladora de la tienda. La nueva, que se concentraba en las tareas de su trabajo como si no existiera otra cosa, como si no existiera él. Pero pronto empezó a planificar estrategias para que eso cambiara.

Debía admitir que le iba muy mal, puesto que llegado el momento de actuar era incapaz de hacerlo como lo había previsto. Su cuerpo, que nunca le había gustado, le agradaba aún menos. Sus ojos se desviaban solos, dejándolo un poco en evidencia, pero su garganta se negaba a trasmitir cualquier sonido si se trataba de intentar hablarle a ella.

Ya no le hacía falta ir al psicólogo. Lo que necesitaba era amor, esa fuerza que todo puede curarlo. Alguien que lo cuidara, notara, escuchara. Alguien que se compadeciera de él, que viera lo triste que era su vida, la víctima en la que se había convertido. Necesitaba la alegría de alguien, la energía de ella.

Había perdido la cuenta de las veces que había fantaseado con ella. La había traído a casa, la había atendido, tratado bien. Poco a poco, la había dejado dominarlo, adueñarse de su vida, guiarlo, dirigirlo. Dado las respuestas que buscaba. Pero pasaban los días y nada había cambiado.

La chica, que había notado la tortura que emanaba de él al querer acercársele, lo ayudó un poco. Tuvo la iniciativa de hablarle, y pronto se hicieron algo más que extraños. Sin embargo, todo lo que ganaba lo perdía con sus planes y sus actitudes extrañas. Lo que no sabía era que, en un principio, ella también gustaba de él. Pero él, negado a verlo, la rechazó una y otra vez con sus inseguridades.

La chica notó lo que ocurría, el autosabotaje del señor M. que era más grande que él. Su poca disposición para colaborar, sus ideas absurdas acerca de lo que significaba la salvación. Y es que anteriormente había conocido a alguien parecido, y no, no quería ser la dueña de las riendas de nadie, la salvadora milagrosa. No quería que la volvieran a amenazar con quitarse la vida si no se quedaba al lado de alguien, porque esas actitudes no eran sanas y solo la hacían retroceder lo que ella había avanzado.

La chica le tendió la mano de forma sincera, pero, como el señor M. seguía dañándola, decidió partir. El señor M. cada día se desesperaba más con este silencio, deseoso de depender. Sin embargo, todo había salido mal. Su destino era seguir solo y triste, ciego para darse cuenta que la solución podría tenerla bajo sus manos limpias, en su vida impoluta.

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Un cuento de una "historia" (las comillas porque casi no hay acciones) muy dura y paralizante, que puede ser la de algunos de nosotros. Al leerla me vinieron Kafka, Joyce y Beckett. ¡Muy bueno, @mariart1! Saludos.

Holi, gracias <3 saludos :)

También concuerdo... En algún momento del relato se espera uno el arranque, el "clic" que detone la acción y abra paso al alud de sucesos... pero se apacigua y muere como una gota en un suelo caliente. Sin embargo, es bastante bueno.

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Parece que las obsesiones siempre terminan en cosas indeseadas. Irónico, ¿no?

Sí. Supongo que ninguna obsesión es buena, mucho menos por parte de personas que son dependientes emocionales. :) saludos

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Interesante punto de vista. El tedio al que se somete Mrs M. es mucho más real de lo que nos gusta aceptar. Ese ser perfecto que nos mide, pesa y tasa desde lo interno es nuestro principal enemigo. ,, genial tu texto!

Gracias por tu comentario. 💜