(Spanish)
Buscando a Dayanna
Autor: @nachomolina2
Empujé la puerta principal y luego de entrar, automáticamente esta se cerró, hermética y pesada como cuando alguien azota con todas sus fuerzas un viejo tablón aurora.
El portazo bofo encajonado clausuró el marco de la puerta en una acción proseguida del inmutable silencio.
No menos intrusa, fue la oscuridad que se apoderó del salón con un súbito atardecer de penumbras.
Salvé la galería desafiando el hecho de no ver nada, ver sin querer, en cualquier dirección equívoca y antojosa a la que mis ojos deslumbrados obedecieran.
No así, en cada esquina se precipitaron las sombras amontonadas en el piso con el aspecto de nomos guardas que detectaron mi arribo.
Noté que la escalera de caracol sumaba peldaños brillantes elongos hacia el techo, mientras se afincaban las crujientes pisadas que en retroceso marcaron sus huellas en el caoba.
Espectrales huellas, que iluminaron los ventanales y retrayéndose luego en la oscurana fueron indistinguibles.
Busqué a Dayanna en aquel espacio limitado, diáfano, apenas visible al igual que su ausencia. Sin dudas, era una treta de bienvenida, pues, ella sabía de mí, ella misma me pidió que fuera a su casa sin necesidad de anunciarme y con gusto sería atendido.
La casa tenía las puertas abiertas, por lo menos, así fue hasta el momento de mi llegada. La fachada de antaño aparentaba tener la edad de los viejos tiempos arropándome con la inusual sensación de abandono propia de los lugares olvidados.
Miré de reojo las oscuras habitaciones cortinadas, batientes, con el soplido mínimo colado entre las hendijas del asbesto.
Buscaba a Dayanna, aunque no atiné a ver forma alguna, aun así, me pareció estar ante la insustancial compañía de algún anfitrión.
Momento justo cuando tropecé con un perchero de trípode al cual me abracé para no dejarlo caer en una maniobra de pasos contiguos hacia adelante y hacia atrás girando luego en el medio del salón hasta lograr estabilizarme.
La percha tenía guindado un anticuado sombrero, un vetusto chaleco de otra época y un bastón de nogal.
Sosteniendo aun el colgadero, mantuve el sombrero en la corona también cuidé de que el bastón y el traje siguieran guindados, arrastré la percha suavemente hasta la esquina de la pared lugar donde inicialmente estaban ubicados.
¡A no ser que los sentidos me engañaran! de momento creí ver el perchero reclinarse, aun más, escuché la voz de un caballero que amablemente dijo: ¡Gracias señor!
Embozados en aquel recinto oscuro cada uno de los elementos alrededor jugaban extrañamente con mi sensible imaginación orquestando una cinética tosca que se tornaba divertida tanto como siniestra que me ponía a pensar en teorías absurdas del embrujo.
Hasta que con un acento fantasmal oí el llamado expelido de alguna de las habitaciones diciendo: ¡Pase usted, señor!
La voz salió de los recovecos y dentro, más adentro, de cada recámara emanaban moribundas frases de bienvenida.
Caminé apresurado por el pasillo tratando de no violentar la atmósfera de total silencio, presa del pánico, en pocos minutos hube entrado por fin a la antesala.
Iluminada cálidamente por un candelabro una segunda recámara me permitió adaptar la vista a media luz, había una pequeña mesa con dos copas servidas.
Una de las dos copas parecía haberse derramado o tal vez haber sido consumida por alguien hasta la mitad, la otra copa aún mecía el líquido pecaminoso, probablemente, Dayanna me dejaba pistas a su paso en un misterioso juego seductor.
Quedé anonadado con el prosaico estilo de aquella morada, la llama endeble de la lucerna se movía ligera revelando la ostentosa decoración de pinturas realistas y una colección de libros apilados en la rinconera.
Pensé en sentarme quieto en la alfombra y esperar, leer un tomo de aquellos o acercarme a los frescos tratando de inmortalizar su imagen.
Pero mis ojos no paraban de danzar inquietos. Además, no tan ajeno al arte, ya mi mente creativa había empezado a materializar esquemas que excedían a la realidad, cambiando gradualmente esa sensación placentera de estar en un clásico hospicio por una inmensa cuota de profundo pánico.
Un banjo y una flauta dulce permanecían depuestos entre los cojines, así como, las hojas pentagramadas a carboncillo sujetas a un atril. El sofá con apoyadores vestía de terciopelo con un diseño incómodo pero atractivo, acanalados de color oro y el tétrico púrpura característico de las obras helenísticas.
Al fin y al cabo, es un privilegio sumergirse en la contemplación e inundar los sentidos con una buena dosis de arte puro, sin embargo, cuando el arte cobra vida ante tus ojos cambia el misterio por realidad, aviva la historia y vuelca contra ti sus ángeles.
Nuevamente escuché los pasos descender por la escalera de caracol y el espectro lumínico intermitente parecía recorrer la galería en dirección hacia mí.
Sin pensarlo dos veces me alejé de aquel húmedo pasillo, monótono y oscurecido, tristemente decorado con grandes jarrones de arcilla y un follaje ralo de briznas secas.
Así, me detuve ante la última puerta la cual cerrada a pestillo, supuse que indudablemente me conduciría a la habitación de Dayanna, así comencé a zarandear el picaporte tratando de abrirla.
Repentinamente las cornisas se reclinaron, parecían tener el poder de aplastarme entre los detalles antiquísimos que inundaban el olvidado claustro.
Ahora yo ansiaba salir corriendo, escapar de la casa de Dayanna olvidando las iniciales ganas que tenía de verla.
Pensé en el hecho de que hallar a Dayanna no superaría la brutal congoja que sentía en aquel momento cuando un mar de sentimientos encontrados se apoderó de mí.
Descubrí una cajuela cerca de la hornilla la cual guardada una llave. Aun tibia y humeante, la pequeña estufa crepitaba ligeramente entre las brasas y aquella antigua llave cilíndrica con orejas remachadas en un trébol de bronce fue mi salvación.
La llave estaba corroída por el óxido pero aun así la introduje en el cerrojo. Al girarla, la vieja ganzúa se partió en dos.
La acorazonada cabeza de trébol deslizó inservible entre mis dedos y no tuve más opción que aceptar que Dayanna nunca aparecería, así mismo, entendí que había arruinado la única alternativa que tenía de salir.
Me recosté de espaldas en la pared y con desánimo miré el largo y triste pasillo que había dejado atrás, la escalera de caracol, el sofá y la pequeña antesala.
En la mesa estaba servida una tercera copa de vino y más al fondo se abrió la puerta principal, alguien entró sin anunciarse y finalmente vi como la puerta estrepitosa se cerró detrás.
@nachomolina2
venezuela
2023
(English)
Finding Dayanna
Author: @nachomolina2
I pushed the main door and after entering, it automatically closed, airtight and heavy like when someone slams an old Aurora board with all their strength.
The dull slam of the door closed the door frame in an action followed by immutable silence.
No less intrusive was the darkness that took over the room with a sudden twilight of darkness.
I saved the gallery, defying the fact of not seeing anything, seeing without wanting to, in any equivocal and whimsical direction that my dazzled eyes obeyed.
Not like that, in every corner the shadows piled up on the floor rushed in with the appearance of guard nomes that detected my arrival.
I noticed that the spiral staircase added shiny long steps towards the ceiling, while the crunchy footsteps that receded marked their footprints on the mahogany.
Spectral footprints, which illuminated the windows and then receded into the darkness, were indistinguishable.
I looked for Dayanna in that limited, diaphanous space, barely visible like her absence. Without a doubt, it was a welcome trick, because she knew about me, she herself asked me to come to her house without needing to announce myself and I would be happy to be attended to.
The house had its doors open, at least, that was until the moment of my arrival. The façade of yesteryear seemed to have the age of old times, enveloping me with the unusual feeling of abandonment typical of forgotten places.
I looked out of the corner of my eye at the dark, curtained, swinging rooms, with the slightest breath sneaking through the cracks of the asbestos.
I was looking for Dayanna, although I couldn't see any form, even so, it seemed to me that I was in the insubstantial company of some host.
Right moment when I tripped over a tripod coat rack which I hugged so as not to let it fall in a maneuver of adjacent steps back and forth, then turning in the middle of the room until I managed to stabilize myself.
Hanging on the hanger was an old-fashioned hat, an old vest from another era, and a walnut cane.
Still holding the hanger, I kept the hat on the crown, I also made sure that the cane and the suit remained hanging, I dragged the hanger gently to the corner of the wall where they were initially located.
Unless my senses deceived me! At the moment I thought I saw the coat rack recline, even more so, I heard the voice of a gentleman who kindly said: Thank you sir!
Hidden in that dark enclosure, each of the surrounding elements played strangely with my sensitive imagination, orchestrating a rough kinetics that became both fun and sinister that made me think about absurd theories of witchcraft.
Until with a ghostly accent I heard the call expelled from one of the rooms saying: Come in, sir!
The voice came out of the recesses and inside, deeper, from each bedroom dying phrases of welcome emanated.
I hurriedly walked down the hallway trying not to violate the atmosphere of total silence, in a state of panic. In a few minutes I had finally entered the anteroom.
Warmly illuminated by a chandelier, a second bedroom allowed me to adapt the view to half-light, there was a small table with two glasses served.
One of the two glasses seemed to have spilled or perhaps been half consumed by someone, the other glass was still cradling the sinful liquid, probably Dayanna leaving me clues in her wake in a mysterious seductive game.
I was stunned by the prosaic style of that dwelling, the weak flame of the skylight moved lightly, revealing the ostentatious decoration of realistic paintings and a collection of books stacked in the corner.
I thought about sitting still on the carpet and waiting, reading one of those volumes or approaching the frescoes trying to immortalize his image.
But my eyes didn't stop dancing restlessly. Furthermore, not so alien to art, my creative mind had already begun to materialize schemes that exceeded reality, gradually changing that pleasant sensation of being in a classic hospice for an immense amount of deep panic.
A banjo and a recorder remained placed between the cushions, as well as the charcoal pentagram sheets attached to a music stand. The sofa with bolsters was dressed in velvet with an uncomfortable but attractive design, gold ribbing and the gloomy purple characteristic of Hellenistic works.
After all, it is a privilege to immerse yourself in contemplation and flood the senses with a good dose of pure art, however, when art comes to life before your eyes it changes mystery into reality, enlivens history and turns its angels.
Again I heard the footsteps descending the spiral staircase and the intermittent spectrum of light seemed to run through the gallery towards me.
Without thinking twice I walked away from that damp, monotonous and darkened hallway, sadly decorated with large clay vases and sparse foliage of dry blades.
Thus, I stopped before the last door which was closed and bolted, I assumed that it would undoubtedly lead me to Dayanna's room, so I began to shake the handle trying to open it.
Suddenly the cornices receded, they seemed to have the power to crush me among the very ancient details that flooded the forgotten cloister.
Now I wanted to run, escape from Dayanna's house, forgetting the initial desire I had to see her.
I thought about the fact that finding Dayanna would not overcome the brutal anguish I felt at that moment when a sea of mixed feelings washed over me.
I discovered a trunk near the stove in which a key was kept. Still warm and smoking, the small stove crackled lightly among the embers and that ancient cylindrical key with ears riveted into a bronze clover was my salvation.
The key was corroded by rust but I still inserted it into the lock. When I turned it, the old lockpick broke in two.
The heart-shaped clover head slipped uselessly through my fingers and I had no choice but to accept that Dayanna would never appear, and I also understood that I had ruined the only alternative I had to leave.
I leaned back against the wall and looked dejectedly at the long, sad hallway I had left behind, the spiral staircase, the sofa, and the small anteroom.
A third glass of wine was served on the table and further down the front door opened, someone entered without announcing themselves and finally I saw how the door slammed shut behind them.
@nachomolina2
venezuela
2023
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Saludos al equipo @es-literatos, gracias!
¡Que grato tenerte de nuevo por aquí, amigo @nachomolina2 !
Cómo siempre, nos traes una historia con una narrativa enganchadora, difícil de safarse, dejándonos al final un suspiro de tensión.
Gracias por publicar en Literatos.
¡Feliz día!
Gracias amigo @universoperdido!