El último concierto

in Literatos10 days ago

El último concierto

Autor: @nachomolina2


Entramos jóvenes al campo. Motivados, llenos de ilusión. Aprendemos, trabajamos, jugamos, dejamos una gota de sudor en cada paso mientras con esfuerzo cultivamos los mejores años. Edificamos nuestra vida a pulmón, hasta el cansancio, enorgullecidos de nuestros éxitos y fracasos. Gente que se prepara para ser gente. De acuerdo al oficio, a la profesión, el arte, la ocupación. A fin de cuentas, trabajamos para quien no sabemos ansiando tan solo tener la dicha de llegar a viejos.

Es la propia vida nuestro maestro y ejecutor, un cuarto de cebo, vivimos atrapados en un ciclo de manipulación constante donde quien nos ama también puede llegar a someternos dejándonos plantados a las puertas del teatro, sin nisiquiera, haber iniciado aun el concierto.

fuente

Existen circunstancias inevitables que de la mano con los tiempos propician de la siembra la cosecha, de la práctica la experiencia, del conocimiento el extravío de la mente en el propio pensamiento. Hasta que una vez llegado el momento volvemos sin querer a cero. Según mi pensar, como niños, todos terminamos al final, perdidos.


Tan solo un rostro pálido, ajado, como una vieja partitura. Una trova viva con patas de gallo y el ceño accidentadamente fruncido. Bastaría hablar de su pelo cano enmarañado hasta el hombro, una lacia melena, untada en bitumen la cual sin disimulo deja ver las sienes.

Para hablar del Maestro, aclaro, que no necesariamente se trata de alguien que no se quiere a sí mismo, ni tampoco, de un hombre que la mala racha le ha dejado en ruinas influyendo ésto en su descuidado talante. ¡No!, por el contrario, también lo maravilloso de la vida al final te roba algo, pudiendo quitarte parte de tu tiempo, tu corazón, o en algún otro caso, mutilar por completo tus sentimientos.

Con los labios cubiertos, ligeramente caídos, desencajados en su vieja horma como anillo del bozo y los hilachos de color nicotina que por barba, propician atenuantes las arrugas y los años de gloria que subyacen en cada una de ellas.

fuente

Así, con el singular aspecto bohemio, vestido de saco, camisa de puño y calzando botas de cuero, subía al escenario el Maestro de las cuerdas.

El mismo que en otro tiempo sesionaba en las mejoes orquestas, compositor, arreglista, una leyenda del blues y el jazz. Sostenía con una mano la furnitura de un violonchelo mientras que con la otra depositaba en su boca el túbano humeante y poderoso, característico desaliño, como parte de un proceso inspiracional.

Pausadamente subió un escalón más añadido al tabloide, un escalón que se mofaba de él cuesta arriba como esperando verle caer enredado en las cuerdas. Un escaño, aunque imaginario, que era proseguido de otro, otro a la vez y otro más, ésos, que suman los años cuando las fuerzas se apagan, los que hacen de la vida un teatro, añejo, burlesco, sin llegar nunca a saber la razón de su mueca.

Alegría o molestia, da igual, pues la reputación se viste con todas las edades y la necesidad de aprobación es un mito al que la experiencia misteriosamente mengua.

Mientras ojeaba a detalle el documento los ojos del maestro se anclaron en la hoja, infinitamente, también su mano temblorosa a medio ascenso parecía flotar con la sacudida. Permanecía sentado en una silla giratoria de espaldas a la tribuna con aquel pentagrama que aunque se trataba de su propia obra, ahora no era más que un acertijo para él.

Los espectadores silenciosos no asimilaban lo sucedido pese a que desde el palco algunos proferían quejas grandilocuentes.

Así transcurrían las horas de aquel hombre pensador, aun estando frente a la multitud, él seguía confinado en un sótano oscuro y húmedo, revestido por alfombras, corcho y maderos sin brillo. Pulimentaba el viejo instrumento con una lanilla y en su mente manipulaba un empolvado album de fotos que evocaba el pasado, la rebeldía de sus inicios.

Años brutales, descontrolados, que se llevaron lo mejor de él dejando solo nostalgias en su puesto, piezas de colección, las mismas que hoy atesoraba por ser creación propia, pues, son lo único que le queda, lo único que es.

fuente

Entonces dio la cara al público. Más allá de su letargo empuñando el micrófono abierto exclamó a viva voz:

¡Hoy muere una parte de mí!, ésa que me nubla ¡Estoy seguro de que ha muerto! y la muerte es un látigo que azota el alma. ¡Aun, si de mí, no quedase nada!, pues, qué otra cosa haría yo aquí en este momento, sino, lo que se hacer, filosofar.

El público se quedó quieto mirando a quien creían vencido. Cesaron las murmuraciones adueñándose de todos el inmutable silencio.

¡Si mis manos no tocan pierdo el rumbo! ¡Me quedo a vivir entre nubes grises! el futuro es algo triste e invencible, puede ser también lo que vinimos a hacer en este mundo ambivalente.

En ese justo momento empuñó el arco y tensó las cerdas de crin de caballo. Acompañó su voz con algunas pocas tétradas oscuras, graves, desprendidas del La-Re-Sol-Do, mientras, quebrado, siguió con sus melancólicas palabras. Todos se conmovieron, aquellos que le escarnecían ahora enjugaban sin control sus lágrimas, querían tocarle y subir al estrado, pedirle perdón al maestro por cuestionarle.

Pero así, de igual forma, el maestro se borraba. De a poco quedaba en blanco. Y su prosa se convertía en requiem, mientras su métrica era cada vez más amplia. Dejaba compaces enteros huérfanos disfrazados, luego, continuaba llenándolos con escalas auténticas, abrazando el instrumento como quien planea el desmayo, como si se tratara aquello del concierto último.

Al cabo de unos minutos, se detuvo. Tomó nuevamente la lanilla y sentado en la silla giratoria pulimentó suavemente el violonchelo colocándolo dentro de la caja. Volvió a tornarse tembloroso atinando apenas el parlante, aletargado, acercó el micrófono a sus labios rotos cerrando la sesión con lo siguiente:

¡A razón del arte!, terminamos siendo lo que deriva de él, lo que él quiera que seamos. Pues, los años no transcurren en vano. ¡No es la poesía otra cosa, sino, música, y la música poesía! elixir que arropa el alma donde los sentidos se pierden, sentenciados a obedecer, seguimos el rumbo, a donde nos lleve...

Somos cómplices justicieros. Ojalá, la vida les dé muchos años para ver lo que viene después, después de mí, en éste, mi último concierto.

fuente

FIN

[Original Content]
@nachomolina2

venezuela
2025


Sort:  
 8 days ago  

Literatos-estatico.jpg

Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.

¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!

Gracias hermanos @es-literatos por el apoyo