Relato de amor: "Una vez más" Love story: Once again

in Literatos3 months ago

Fue una escena tonta, demasiado romántica para ser real. Una causalidad, de esas que solo ocurren en sueños.
Venía llegando con mi madre de un cumpleaños, cuando lo vi.
Allí.
Detenido en la puerta, a punto de entrar a aquel departamento, al lado del mío.
Las manos me comenzaron a sudar, mientras mí madre abría. A ella nunca le cayó bien. Es un chico rebelde, me decía, así que ni siquiera lo saludó.
Yo en cambio quería contarle tantas cosas, decirle cuánto lo había extrañado; cuánto había anhelado que volviera. Dos años había pasado sin saber de él, dos años que en ese instante, se volvieron nada.
Me observó, tímidamente, mientras mis mejillas se sonrojaban.
Parecía que el tiempo volvía atrás, porque aunque él tenía el cabello más largo y revuelto, seguía mirándome igual; fijamente, casi sin parpadear, como si yo fuera la única estrella que brillaba en su universo.
Recordé la tarde en que se marchó; aquel abrazo que por las noches tanto anhelaba, nuestro último beso teñido de inocencia y ganas de quedarse. Su madre se iba a mudar a otra país por cuestiones de trabajo y a él no le había quedado más que seguirle. Nuestro problema nunca fue el amor y quizá eso fue lo que más me dolió. Pero solo éramos unos chiquillos. ¿Qué podíamos hacer más que aceptar que nunca nos volveríamos a ver? Decidimos que lo mejor era terminar, cada quien seguiría con su vida, y así no terminaríamos lastimándonos.
Finalmente, mi madre abrió la puerta.
Di un paso, pero una extraña sensación que me erizó la piel, me hizo detenerme.
Lo miré una vez más; él continuaba allí, detenido en la puerta, y yo no sabía qué hacer: qué decirle.
Entre abrí los labios, queriendo pronunciar alguna palabra, pero me arrepentí y negué con la cabeza.
Lo mejor era dejar las cosas como estaban, ¿no?
Me decidí a entrar.
—Espera —escuché su voz, y sentí que todo mi mundo se detenía en ese instante.
Entonces, lo volví a mirar; sus ojos se me hicieron más hermosos que nunca, tenían el color de un atardecer en la playa: el color de mi felicidad.
—Hola —murmuré.
—Hola. —Tragó saliva—. ¿Qué tal?... ¿Cómo has estado?
—Yo…
—¿Qué pasa? —Escuché la voz de mi madre, y la miré—. ¿No piensas entrar?
—Sí… voy —balbuceé—. Un minuto.
Volví a llevar la vista a donde él se encontraba y con cierta timidez, contesté:
—Estoy bien… ¿Tú?
Él no dejaba de mirarme a los ojos.
—Bien… Algo cansado por el viaje.
Asentí y tras dudar algunos segundos, agarré una bocanada de aire y me atreví a continuar nuestra conversación:
—¿Volvieron a cambiar a tu madre de empleo?
—No… —Se pasó la mano por la cabellera, haciendo que un par de sus rizos cayeran sobre su frente—. Regresé solo… Ya soy mayor de edad. Cumplí hace un mes… ¿lo recuerdas?
—Claro —asentí, apretando lo labios, y reteniendo la sonrisa que quería escapar.
El silencio no tardó en invadirnos, incomodándonos, al parecer después de dos años sin vernos, no teníamos mucho de qué hablar, así que me resigné.
—Bueno… ya tengo que entrar —dije, finalmente.
—Entiendo.
Suspiré.
—Chao.
—Cha… No, por favor, espera —rogó, deteniéndome una vez más.
—¿Sí? —El corazón se me cargó de esperanza.
—Yo… —suspiró, y guardó silencio por algunos segundos, dudando, hasta que añadió—: Te extrañé mucho.
El nudo que se había formado en mi garganta comenzó a estrangularme, y los ojos se me humedecieron.
—Yo también —dije con la voz quebradiza—. Mucho. Cada día.
Un par de lágrimas bañaron mis mejillas, pero no eran de tristeza; yo me sentía feliz, tan afortunada de volverlo a ver una vez más.
—Siento tanto todo lo que pasó —musitó, acercándose, y me secó las lágrimas con sus pulgares.
—No, no lo sientas, ya sabes, así es la vida.
Él sonrió, la sonrisa más hermosa que había visto en mi vida, porque en ella se reflejaba la historia de un amor que solo él y yo conocíamos; entonces, lo abracé, e inhalé profundamente, recuperando en aquel instante, todo el tiempo que habíamos perdido.
—Te quiero —musitó.
Cuando escuché aquellas palabras, me aparté y lo miré a los ojos, sumergiéndome en la serenidad de su mirada.
—Yo también. Nunca pude dejar de hacerlo —confesé.
Él agarró un mechón de mi cabello y lo colocó detrás de mí oreja, como siempre solía hacerlo.
—La verdadera razón por la que estoy aquí es por ti, solo por ti —me dijo.
—¿No te irás?
—Nunca más —respondió, y su voz se me hizo la más dulce de las melodías.
Sonreímos, inundándonos de aquella calma que solo trae consigo el verdadero amor y, como el príncipe azul de aquellas historias que tanto me gustaba leer, él me besó. Un beso cargado de nostalgia, recuerdos y esperanza, un beso que me regaló justo antes de que el edificio donde estábamos, se viniera sobre nosotros.


En memoria de las personas que murieron en el derrumbe del edificio de Surfside (Miami, 2021)

Imagen creada por inteligencia artificial en Canvas.


VERSION INGLES

It was a silly scene, too romantic to be real. A coincidence, one of those that only happen in dreams.
I was arriving with my mother from a birthday party, when I saw him.
There.
Stopped at the door, about to enter that apartment, next to mine.
My hands began to sweat, while my mother opened it. She never liked him. He's a rebellious boy, she told me, so she didn't even greet him.
I, on the other hand, wanted to tell him so many things, to tell him how much I had missed him; how much I had longed for him to come back. Two years had passed without hearing from him, two years that in that instant, became nothing.
He looked at me, timidly, while my cheeks blushed.
It seemed like time was going backwards, because although his hair was longer and messier, he continued to look at me the same way; fixedly, almost without blinking, as if I were the only star that shone in his universe.
I remembered the afternoon he left; That hug that he longed for so much at night, our last kiss tinged with innocence and the desire to stay. His mother was going to move to another country for work reasons and he had no choice but to follow her. Our problem was never love and perhaps that was what hurt me the most. But we were just kids. What could we do but accept that we would never see each other again? We decided that the best thing was to end it, each one of us would continue with our lives, and that way we would not end up hurting each other.
Finally, my mother opened the door.
I took a step, but a strange sensation that made my skin crawl made me stop.
I looked at him once more; he was still there, stopped at the door, and I didn't know what to do: what to say to him.
I parted my lips, wanting to say a word, but I regretted it and shook my head.
The best thing was to leave things as they were, right?
I decided to go in.
—Wait —I heard his voice, and I felt like my whole world stopped at that moment.
Then, I looked at him again; his eyes became more beautiful than ever, they had the color of a sunset on the beach: the color of my happiness.
—Hello —I murmured.
—Hello. —He swallowed—. How are you?... How have you been?
—I…
—What's wrong? —I heard my mother's voice, and I looked at her—. Aren't you going to come in?
—Yes… I'm going —I stammered—. One minute.
I looked back at where he was and with a certain shyness, I answered:
—I'm fine… You?
He kept looking into my eyes.
—Fine… A little tired from the trip.
I nodded and after hesitating for a few seconds, I took a breath and dared to continue our conversation:
—Did they change your mother's job again?
—No… —He ran his hand through his hair, causing a couple of his curls to fall over his forehead—. I came back alone… I'm of age now. I turned a month ago… do you remember?
—Of course —I nodded, pressing my lips together, and holding back the smile that wanted to escape.
The silence soon invaded us, making us uncomfortable, apparently after two years without seeing each other, we didn't have much to talk about, so I resigned myself.
—Well… I have to go in now —I said, finally.
—I understand.
I sighed.
—Bye.
—Bye… No, please wait —he begged, stopping me once again.
—Yes? —My heart filled with hope.
—I… —he sighed, and remained silent for a few seconds, hesitating, until he added—: I missed you so much.
The lump that had formed in my throat began to choke me, and my eyes became moist.
“Me too,” I said with a brittle voice. “A lot. Every day.”
A couple of tears ran down my cheeks, but they weren’t from sadness; I felt happy, so lucky to see him again.
“I’m so sorry for everything that happened,” he whispered, coming closer, and drying my tears with his thumbs.
“No, don’t be sorry, you know, that’s life.”
He smiled, the most beautiful smile I had ever seen in my life, because it reflected the story of a love that only he and I knew; then, I hugged him, and inhaled deeply, recovering in that instant, all the time we had lost.
“I love you,” he whispered.
When I heard those words, I pulled away and looked into his eyes, immersing myself in the serenity of his gaze.
“Me too.” I could never stop doing it —I confessed.
He grabbed a lock of my hair and placed it behind my ear, as he always used to do.
—The real reason I'm here is because of you, only you —he told me.
—Won't you leave?
—Never again —he answered, and his voice struck me as the sweetest of melodies.
We smiled, flooded with that calm that only true love brings with it and, like Prince Charming in those stories I loved to read so much, he kissed me. A kiss full of nostalgia, memories and hope, a kiss he gave me just before the building we were in fell on us.


In memory of the people who died in the collapse of the Surfside building (Miami, 2021)

Image created by artificial intelligence on Canvas.


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