ROJO Y NEGRO (ESP)

in Literatos2 days ago

Saludos para los amigos de la comunidad literatos ❤️🖤❤️

Género: Cuento

ROJO Y NEGRO

Era una noche estival, cuando Naye Saquí siguió durante horas las pisadas fuertes de un hombre de joroba pronunciada, hasta que lo vio entrando a un comercio de joyas de la calle Amargura.

El semblante de la mujer denotaba tristeza. Llevaba días vagando en busca de un regalo para su madre, pero las monedas que poseía no le alcanzaban para comprar el obsequio. Se detuvo discretamente en la vidriera para no ser vista, mas todas las alhajas en venta tenían un precio superior a una onza de cobre puro.

Aquel hombre, era el dueño del negocio. Tenía un carácter rígido, quizás porque toda su vida vivió solo. No se le conocía familia, ni tenía descendencia. Su conocimiento sobre orfebrería, y diseño le facilitaban ser gran admirador de las marcas más reconocidas del mundo.

En los exhibidores para accesorios de joyas, mostraba relojes de alta gama, diferentes alhajas, y pulseras. Como oferta principal tenía un anillo de ramas de dos tonos con bayas y hojas diminutas, pero el más vendido era uno que poseía una piedra que brillaba como el sol.

Estaba puliendo una alianza de boda que le había encargado un cliente, cuando desvió su mirada hacia la chica que a diario frecuentaba la vidriera, pero nunca compraba nada.

— ¡India! ¡India! —la llamó.

Aquella chica obedeciendo a la voz, fue dejando de lado lo que la distraía y preguntó:

—¿Me llama usted?

—Sí.

—Mi nombre no es India señor, me llamo Naye.

—¡Ah! —¿Desea comprar algo?

—No. —Sólo miraba.

—Soy Kai, estoy para servirla.

Se despidió de ella con una sonrisa y no era para menos, apreciaba como con el de cursar del tiempo aumentaba la clientela. Se sentía satisfecho con las ventas del día por lo que se dispuso a cerrar el establecimiento, para luego dirigirse a su interior ha contar, una y otra vez sus ganancias. Sus ojos destellaban al ver las monedas. Cuando iba de regreso a casa fue sorprendido por el pensamiento de conquistar a la chica.

A la semana siguiente, cuando Kai caminaba en la mañana avistó a Naye sobre la vereda vestida de hojarasca. Logró apresurar el paso hasta alcanzarla.

—Joven, hoy comienza el festival. —¿Puedo pasar a buscarla?

—Sí —contestó ella emocionada.

Al caer la tarde fue a la cabaña que habitaba la chica; tenía sed de fuego y danza. Cuando pretendía tocar la puerta, ella abrió; vestía con total sencillez, y él extrañado al verla con ironía dijo:

—Perdona mi indiscreción. —¿No tienes más ropa?

Ella llena de vergüenza bajó la cabeza e hizo el ademán de dirigirse hacia la habitación, no sin antes retirarse un collar de grandes piedras rojas que descansaba en su voluptuosidad. Se lo puso a él en las manos, mientras sus lágrimas caían.

—No señor. —no poseo nada, sólo mi resguardo.

—¿Pero, que te has creído tú? —Yo no creo en chakras, ni misterios. Mientras con vigor arrojó el collar al suelo y todas las piedras comenzaron a saltar, cuando unas secuencias de luces las alcanzó. Para ese entonces, se habían convertido en cristal.

La muchacha se horrorizó al ver el suceso. Él había fragmentado el amuleto, y con ello su castigo sería prolongar su propia cruz. De hecho, Kai se marchó cabizbajo, parecía que su joroba se pronunciaba más.

Al siguiente día fue temprano a abrir la joyería. Para su mala suerte no entró ningún cliente a comprar. Tenía un mal presentimiento. Al instante su corazón comenzó a latir fuerte y le daba corrientazos. Era como si un espíritu maligno habitara dentro de él.
Al término de la jornada, con pasos cansados se dirigió a casa. Al llegar vio todas sus pertenencias en el piso. Parecía que habían robado, mas no faltaba nada. Tenía un hambre voraz y se dirigió con cautela hacia la cocina. En la despensa, sólo había un huevo y galletas de cereal.

—Mejor lo dejo para el desayuno, pensó.
—En esta casa todo está de cabezas.

Durmió con pesadumbre durante toda la noche. Al levantarse intentó preparar el café y hacerse una tortilla, pero el fogón no prendió. Se recostó en el sofá percibiendo como su mente divagaba. Al salir, vio que la lluvia había roto todos los pronósticos, pero aun así logró llegar al trabajo. En el interior del negocio, se sintió solo. Llevaba días en que la caja registradora de la joyería, sólo tenía los billetes del fondo destinados para abrir y ese, era otro más.

Ya estando afuera para cerrar, vio pasar a la muchacha con un paraguas. Molesto ha tirado la puerta hasta sentir como sus chirridos ensordecieron sus oídos. Estaba desencajada he intentó abrirla, pero tampoco pudo, se había trabado la cerradura.

Tomó el teléfono y llamó al cerrajero, mas este jamás respondió. Era todo lo que necesitaba ese día. Furibundo blasfemaba una y otra vez. Cruzó la calle y entró en su vehículo con la ropa empapada, desde ahí podía observar la entrada de la joyería y esperar a que alguien pasara. No podía irse, dejando su negocio en tales condiciones.
El sereno de la noche lo sorprendió. Sudaba a chorros y la piel le ardía. Sintió su cuerpo como soleado río, cuando la vio otra vez pasar.

—¡Oye! —le alcanzó a decir con voz quebrada. —¿Puedes traerme algo para la fiebre?

Sin pronunciar palabras ella asintió. Le puso a él, el collar rojo, que ya había arreglado, y con calidez le besó la mejilla. Mientras él miró, con otros ojos, aquella falda ajada por el tiempo. Esta vez comprendió, el valor de los colores que contrastan el alma.

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He confeccionado mi publicación con un cuento de mi autoría . El banner y las imágenes han sido editado en versión gratis de Canvas.



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