
Uno de los primeros hombres que con humildad y esfuerzo vendió de manera ambulante “Perros Calientes” en Villa de Cura comenzando la década del 60, continuando con esta rutina todos los días hasta el 2005. Hay que reconocer que jamás se apartó en la Villa de esta actividad comercial.

Nunca olvido a los muchachos de casa y otros de la cuadra, viviendo por la calle doctor Manzo, y detrás los adultos echábamos a correr cuando sentíamos pasar al INDIO MARA por el frente de la calle empujando un coche que parecía forrado de porcelana, repleto de este alimento. Uno consumía el primer “perro caliente” y daban muchas ganas de entrarle al segundo
Ataviado siempre con su bata y boina blanca. Cargaba siempre un bolígrafo Papermate en el bolsillo de la bata para sacar cuenta, pero cuando le pedían fiado se excusaba de manera inmediata: ¡Ay, mijiiito, lo siento pero yo no fío!.. Para evitarse esa incomodidad mandó a pintar con su amigo José Seijas un letrerito sobre el carro que decía "No Fío" y en el otro extremo "Perros 0.50".
!HAY PERROS!.. !HAY PERROS!. se le oía pronunciar bien fuerte. Desembocaba en cada esquina o se posaba a la entrada y salida de una escuela, muchas veces se instalaba en el estadio donde se juega béisbol, asiduo en cada estación que lo paraban. Quería mucho y era muy apreciado por los alumnos, bedeles y maestras del Grupo Escolar Arístides Rojas. En el atardecer de cualquier día no buscaba pararse en otra esquina que no fuera frente a la bodega de don Carlos Lovera en la calle Sucre. Muy cerca de esta institución educativa.
A pesar del tiempo transcurrido ninguna persona de aquella generación puede olvidar lo rico de aquellos amenos “perros calientes” que en las propias calles solitarias y tranquilas de Villa de Cura les servía el popular personaje. Como tampoco podrá dejar de lado su pregonar con su ronca voz que como una flecha llegaba hasta los oídos de adultos y pequeños: ¡Hay Perros!...Y detrás cantaba, echaba un relato o recordaba cualquier anécdota u ocurrencia simpática.
Un hombre humilde, alegre, de voz fuerte, buen conversador, narraba hazañas y muy hábil contando fábulas, recitaba versos y canturreaba por la calle, muy dado a piropear a las damas con elegancia. Don Santiago era un hombre que trataba con respeto, muy gracioso, buscaba reírse con los niños, así como el obeso Santa Claus cuando entra diciembre... ¡Jo, jo,jo,jo!.
Era un experto en saber elegir tanto el pan como los añadidos que utilizaba para aderezar y acompañar una salchicha de la marca Oscar Mayer, su marca preferida. En la salsa, probablemente, estaba la diferencia. Seguramente la mayoría no lo recuerdan, pero les voy a refrescar la memoria; cuando uno sostenía el “perro” en la palma de la mano, la salsa blanca y rosada se derramaba por entre los dedos de la mano y hasta la hoja de papel de su envoltura provocaba relamerse.
Que me perdone su hija Ana Lucy, pero no debo dejar de contar otra cuestión, don Santiago (como lo hacen miles de mortales) en el anochecer cuando regresaba a casa después de trabajar, detenía el coche en medio de la cuadra frente a mi casa, se lo observaba pedaleando discretamente un roncito Santa Teresa de un frasco que guardaba dentro del carro. Nadie se metía con él, siempre con Dios y La Virgen por delante.
El transitar de uno por la vida deja muchos recuerdos, nuestro amigo no era oriundo de Villa de Cura, como seguramente pensarán algunos, aquí llegó de 25 años de edad. Había nacido en la población de San Joaquín estado Carabobo el 25 de mayo de 1923. Hijo natural de la sanjoaquinense Isabel Hernández. No he dicho que llegó a querer tanto a este pueblo de Villa de Cura que a muchos les decía que era villacurano.
Adolescente, bisoño, fue trasladado a Caracas por su progenitora, allá estudió primaria, después fue mensajero en una institución bancaria; obrero de limpieza en el Museo Bolivariano frente a la Plaza El Venezolano; además cumplió responsabilidades como jardinero en la casa de la upatense doña Menca Fernández de Leoni esposa del que fue presidente. Conocía esa quinta y a la familia, contaba que entraba y salía como Santiago por su casa.
Trabajó algunos años para un maestro constructor de casas en Caracas con el cual se desempeñó como maestro albañil. En sus tiempos mozos trabajó para las Agencias de Lotería de la capital de la República, ganaba un dinero pregonando la lotería con aquella voz de trueno en Sabana Grande, Chacaíto, Plaza Venezuela y en el Terminal del Nuevo Circo; tenía clientes que le compraban billetes completos y "quintos" de las loterías “Zulia”, “Caracas” “Oriente” y otras más. En la ciudad de Santiago de León de Caracas fue donde se inició posteriormente con los “perros calientes”, en tiempos cuando era presidente el general Marcos Pérez Jiménez.
Don Santiago tenía voz de locutor. Una vez me contó luego de disfrutar de un cafecito en su casa que, los empresarios de boxeo y de lucha libre de Caracas, aprovechando su fuerte voz lo enseñaron a anunciar las peleas sobre el ring. (no necesitaba micrófono). El público se emocionaba cuando le oían subir la entonación de la voz; su papel era anunciar a los púgiles sobre el cuadrilátero en el Palacio de los Deportes ubicado en la Avenida San Martin de la capital. Se hizo amigo del conocido anunciador oficial de boxeo don Pepe Pedroza, de narradores y comentaristas.
También me manifestó que su gran pasión en la mocedad fue la lucha libre, en cuyo deporte tuvo discreta actuación sobre el ring, además le correspondió recibir y dar entrenamiento en esta disciplina, entrenaba con luchadores de renombre como aquellos que dentro ring se hacían llamar: "Dragón Chino", "Bassil Battah", "El Chiclayano" y "Camba El Salvaje", pero no siguió según me dijo por lo bajo de la remuneración.
En Caracas se enamora y contrae nupcias en 1959 con Fermina Aurelia Cantero o "Doña Yeya", como todo el mundo después nombraba a su esposa de nacionalidad española, quien a causa de una enfermedad terminal que iría a minar su existencia fallece el 3 de junio de 2012 en Villa de Cura, la ciudad que fue como su patria adoptiva, la cual tanto quiso y donde fue altamente apreciada por sus numerosas amistades. Se este matrimonio nació Ana Lucy Hernández Cantero. Fue también padre amoroso de dos hijas de otra relación, Gloria y Josefina, oriundas de Caracas.

En 5 de mayo de 1998 la alcaldía del municipio Zamora, cuyo titular era el señor Alberto Roye Flores, lo distinguió con la “Orden Ciudad de Villa de Cura”, ganada por su nobleza y tenacidad de buen ciudadano. Y el 25 de agosto de 2013 con la condecoración "San Luis Rey". Además, fue honrado con diplomas y reconocimientos por diferentes organizaciones deportivas que hacían vida en la comunidad.
Entre otras distinciones recibidas se destaca un diploma otorgado el 25 de mayo de 2010, por “Cooperativa Conociendo al Estado Aragua y Algo Más SRL”, presidida por la comunicadora social Yolanda González, coincidiendo con la celebración de los actos conmemorativos de los 288 aniversario de la ciudad de Villa de Cura. Don Santiago Hernández el popular INDIO MARA colaboraba con nuestro pueblo en todo lo concerniente con el deporte, particularmente con la liga de béisbol aficionado y también con el béisbol menor, razón por la cual fue homenajeado en varias oportunidades. Le fueron entregados diplomas, placas y medallones por su valiosa contribución en varios torneos de béisbol llevados a cabo en el estadio “Ramón María Acosta”, vimos que muchos de ellos ocupan las paredes y otros espacios de la casa.
Hubiera sum
ado más años en su labor de vendedor de “perros calientes” pero tuvo que retirarse con 82 años de edad. Con el peso de los años el hombre humilde, sencillo y jocoso fue perdiendo facultades y el tiempo le fue ganando ventaja. Ya no oía ni veía bien, sus pasos se hicieron cansinos. La nostalgia por no poder ejercer más el trabajo que fue gran parte de su vida le fue minando la existencia. No bastó la asistencia psicológica oportuno que le buscó su hija Lucy.
A muchos villacuranos nos dolió su partida, agradezco a la vida haberlo tenido como vecino y amigo, me sorprendió cuando llamaron por teléfono para anunciarme su repentino viaje. Se había marchado en uno de esos atardeceres villacuranos por entre un camino de nubes blancas y grises el 10 de febrero de 2014, en vísperas de cumplir 91 años. Su casa se inundó de abrazos amigables. Su sepelio causó revuelo y se convirtió en una verdadera manifestación de dolor popular., don Santiago Hernández, a todos los villacuranos de una generación nos dejó una estela de recuerdos difíciles de olvidar. Tómese esta nota como un sentido homenaje. Paz a su alma.
La Villa de San Luis, febrero 2019
Reeditado/junio 2021
Don Santiago Hernández. Foto propiedad de Editorial Miranda, escaneo y retoque a cargo de don Ramòn A. Corniel.
NOTA: Fotos cortesía de Lucy Hernandez, hija del Indio Mara.
Diagramación y publicación Ramón Alfredo Corniel
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