¿Cuantos años hacen falta
para llamar su atención, señora?
Ya mis uñas no crecen
porque se quedan entre mis labios
y mis dientes.
Dígame o mándeme a decir
de qué color son las flores que le gustan.
Son tantas primaveras tomando flores
prestadas del campo
que puedo escribir un libro con sus
nombres.
Permítame algún día
volar con su mirada azul.
Déjeme correr detrás de su perfume
sin recriminarme nada.
Escuche mi canción
de voz grave y quejosa
de tanto tragar grueso
mientras mascullo
su indiferencia.
Créame que no aguanto
la soledad a la que me somete
sin piedad.
Ya los días son tan oscuros
como la noche en medio
de este vacío que me atormenta.
Sólo pretendo hacer de sus
labios un templo
y de su risa mi gloria.
Déjeme acercarme a usted
y verá que puede soñar
mientras me escucha.
No pido más, señora.
Lo único que quiero
es amanecer pegado a su piel
sudada y cálida.
Deme una noche
y mi vida habrá valido la pena.
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