El asilo

in Literatos3 days ago (edited)

Un fragmento de una novela en la que he estado trabajando desde hace varios años, y está prácticamente terminada; eso es lo que presento hoy. En otras palabras, un adelanto. "El asilo" no es el título de la novela, solo es el de esta parte. Espero que consiga sus lectores, tanto la novela como estas pocas páginas.
Saludos.

Fuente: Pixabay

Lo he visto varias veces, pero nunca he hablado con él. ¿Para qué? Seguramente no se acuerda de mí, y si se acordara tampoco tendríamos nada que decirnos, o casi nada. Antonia. Antonia podría ser un tema de conversación, pero tampoco estoy seguro de que se acuerde de ella. Después de todo, han pasado casi cincuenta años. Es mucho tiempo para olvidar, y olvidar es lo que mejor se hace aquí. Hace unos días me desperté en plena noche y no pude recordar dónde estaba. Había soñado con mi vieja casa, la que vendí hace veinte años, y cuando abrí los ojos creía estar allá, pero la habitación me resultaba desconocida. Lo supe de inmediato a pesar de que en la oscuridad no podía ver nada con claridad.

El olor, creo. Eso fue lo que me alertó primero. Un hedor rancio, seco, como el del cuero que ha estado al sol durante demasiado tiempo, años. Décadas. Más tarde me enteré de que era el olor de mi cuerpo, que también se me había hecho extraño, ajeno, y me llegaba en olas espesas, agobiantes. Luego percibí la extrañeza de la cama en la que estaba acostado y el perfil de las cosas en la habitación que surgían poco a poco en la escasa luz. Y fue entonces cuando me pregunté dónde estaba ya que aquella no era mi habitación. Todavía sin estar asustado, ni siquiera preocupado.

Todo eso pasó en dos o tres minutos y luego sí comencé a asustarme porque mientras más me concentraba, mientras más intentaba recordar, más difícil se me hacía, como si las aguas de una inundación fueran llenando una casa, un torrente de agua sucia y revuelta que se iba llevando los álbumes de fotografías y las cajas de cartón donde se guardaban otras fotos que por descuido y por falta de espacio nunca fueron a parar a los álbumes, y los muebles heredados o comprados, las camas, los platos, los adornos de las paredes, las ropas con las formas de nuestro cuerpo, los zapatos, hasta que solo quedaban paredes vacías, una casa de paredes vacías, y yo sabía que pronto las paredes también desaparecerían arrastradas por el agua negra del olvido. Sentí tanto pánico que estaba a punto de ponerme a llorar.

Fuente: Pixabay

Y entonces todo volvió. El recuerdo no llega poco a poco. Primero no hay nada, sino ese vacío espantoso, y después has recuperado todo de golpe, como si unas piezas que antes no estaban allí encajaran unas con otras y ahora todo tuviera sentido. Lo malo es que lo que recuperas, las circunstancias en las que te encuentras no compensan lo que has perdido; lo que descubres de repente es que tienes más años que Matusalén y tu mujer se ha muerto, tus hijos han muerto, tu barco se quemó en un puerto extranjero y, en fin, que la vida es una mierda.

Durante la visita mensual le conté al médico lo que me pasó y no le dio ninguna importancia. Dijo que a todas las personas les pasa alguna vez en la vida que se despiertan sin saber dónde están. Que no me preocupara; que yo estaba bien. No quedé muy convencido, pero ¿qué podía hacer? Por eso me pregunto si él se acordará de Antonia. Es un visitante pero tiene sus años. ¿Por qué él está afuera y nosotros adentro? ¿Vale la pena ocuparse de eso? Claro que no, pero igual me lo pregunto porque hay, o sospecho que hay, como una injusticia en esa situación. Sé que es un pensamiento poco digno y poco cristiano, dirían las monjas que nos cuidan.

Yo tengo aquí ocho años y vine por voluntad propia; nadie me trajo ni me obligó ni me recogió en la calle, como he escuchado que les sucedió a muchos que se encuentran en este mismo sitio. Es cierto que no tenía quién se ocupara de mí. Tuve cuatro hijos y todos murieron hace años, una desgracia de la que no quiero acordarme aunque en las noches no me deja dormir; gané dinero y lo perdí; fui dueño de una casa y de un negocio y me quedé sin nada, todo por mi mala cabeza.

Fuente: Pixabay

Esta mañana, al salir de la habitación que comparto con otros dos, encontré el asilo completamente cambiado. Yo reconocía todo, y tampoco faltaba nada, pero todo me parecía distinto, como si hubiera estado soñando y en ese momento hubiera despertado; lo que veía ante mí era la realidad, y antes me movía en medio de una ilusión. Me dirigí al comedor para tomar el desayuno; las cosas pasaron como siempre, ni más ni menos, pero con otro sentido. Y ni siquiera era eso; no es que el mundo tuviera un significado diferente, o siquiera significara algo, sino simplemente que era así, tal cual lo vivía en ese momento: desolado. Después fui al jardín y busqué un sitio apartado de los demás porque aquello era demasiado fuerte. Pensé que tal vez me estaba muriendo, aunque no sentía nada malo con mi cuerpo. Así debería ser la muerte, pensé, sentirse despegado de las cosas del mundo, las buenas y las malas, sin dolor, sin angustia; alejarse, dejarse ir; pero tampoco era eso.

<><><><><><><><><><><><><><><><><><><><><>

Gracias por su visita. Vuelvan cuando quieran

Sort:  

Muy buena prosa, como siempre. Espero poder ver pronto publicada esa novela.

Gracias por permitirnos leer esa parte de tu novela. Un excelente texto narrativo, con una perspectiva y una enunciación que nos confronta con la desolación del personaje. Saludos, @rjguerra.

comunidad y comparte tu talento con nosotros. Tu post ha sido votado por @celf.magazine, proyecto curatorial y revista digital sobre arte y cultura en Hive. Únete a nuestra
community and share your talent with us. Your post has been voted by @celf.magazine, curatorial project and digital magazine about art and culture in Hive. Join our



 3 days ago  

Literatos-estatico.jpg

Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.

¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!