Liliana Lara es una escritora venezolana radicada en Israel desde hace veinte años. Es una de las voces más reconocidas de la narrativa venezolana contemporánea desde que en 2007 ganó el premio de la Bienal Ramos Sucre con el que sería su primer libro: Los jardines de Salomón. Su libro de cuentos más reciente, Método rumano para dejar de fumar, apareció a finales del 2022, publicado por LP5 Editora y se puede comprar en Amazon.
El tema de los desplazamientos humanos entre fronteras en los cuentos que conforman Método rumano para dejar de fumar es central. Por ejemplo, está la muchacha venezolana que limpia casas en Israel, en “Casas vivas”; la anciana europea depositaria de un tesoro bibliográfico en “Un viejo manuscrito”; la venezolana obsesionada con unos objetos en el Museo de Israel, cotidianos unos, rituales otros, en “Exhibición permanente”; la mujer de regreso temporal a Venezuela, un país que se le hace extraño en medio de la debacle económica, en “Un paisaje alpino”; el joven recluta del ejército israelí, de origen ucraniano, en “Migdal Or”; y la pareja venezolana y el jubilado rumano, que posiblemente sea también un personaje de “Casas vivas”, en “Método rumano para dejar de fumar”, el cuento que da título al libro de Liliana Lara.
En la mayoría de los relatos la migración, el desplazamiento, la pérdida de referentes, articula la construcción de los relatos, y sin embargo, ni estos ni el resto de los cuentos se ven limitados a un tema que, en sí mismo, luce inagotable al tocar tantos aspectos de la vida humana. Dicho de otra manera, Método rumano para dejar de fumar está más allá de la experiencia migrante; la incorpora, la sufre, la vive desde distintos ángulos y perspectivas, pero siempre está un poco más allá, en un ámbito que se abre a múltiples significados. El desarraigo, sí, y el desamor, pero también la memoria y la pérdida de la identidad en la desmemoria, la esperanza a pesar de todo, el extravío de sí mismo y la recuperación de un espacio para construir un nuevo ser.
Fuente
En el ya mencionado “Exhibición permanente” hay una enumeración que quisiera destacar, por un lado, por su valor rítmico, su condición de pura literatura, y por otro, porque me parece que concentra algunas de las ideas y emociones que animan estos cuentos, en una suerte de caleidoscopio sentimental y cultural, donde lo que se superpone y se confunde no son los objetos exhibidos en el museo, sino el deseo de pertenecer a un lugar, el deseo de quedarse donde se está y paradójicamente volver al sitio del origen, de integrarse a un mundo que todavía no es el propio, pero pudiera serlo, que seguramente en algún momento del futuro lo será, sin perder el sitio de donde se viene. Dice la narradora:
entré en aquel mundo de ritos, de demonios, de miedos, de dioses, de mitos, de escenas, de baberos, de prudencia, de decencia, de lujo, de oro y de oropel. Tantas cosas juntas, tantos objetos que apenas mostraban sus caras externas como si tan solo fueran las iniciales de las palabras de un salmo poderoso y oculto. Esas iniciales que ahora se iban abriendo como palabras ante mí. Que brillaban y me llevaban de un lado a otro de la sala. Que se expandían como flores extrañas y desplegaban su mitología ante mis ojos como un aroma inevitable... Letras, muchas letras, grabadas minuciosamente, encriptando versículos. Tal vez palabras, sin espacio entre ellas. Oraciones, párrafos pegados los unos a los otros dando vueltas en pulseras, sin un inicio ni un final visibles. Seguramente una plegaria contra los hechizos, el mal-de-ojo, las enfermedades y la desmemoria.
Una plegaria, un hechizo contra las enfermedades y la desmemoria, es el regalo que nos ofrece la autora en su magnífico libro. Qué más podemos pedir a la literatura.
Interesante libro de relatos que valdría la pena leer.