“El silencio de las olas a veces guarda el grito de otro mundo.”
La invasión.
Temprano llego a las playas del litoral Central que a menudo utilizo para desestresarme. Esto lo hago los fines de semana. Pero hoy me encuentro con una situación nada usual: la playa en la que he decidido acampar, la veo convertida en un escenario de imágenes inquietantes. Las personas que me rodean parecen estar poseídas. Sus comportamientos no son normales, algo les pasa, sus ojos se han vuelto negros, y su piel parece estar cubierta con una especie de sudor viscoso azulado. Comienzo a sentirme como si estuviera en una película de ciencia ficción, pero esta vez es real.
Intento escapar del sitio, pero al hacerlo, mis pies húmedos y pegajosos me paralizan porque la arena está totalmente seca. La brisa, saturada de sal, rasguña mi cara. Dirijo mi atención a las olas cuando rompen con la orilla; de allí proviene un eco, un zumbido magnético, como si algo estuviera vibrando en el aire. Las personas a mi alrededor realizan extraños movimientos, una especie de danza lenta y sincronizada, como si algo los controlara.
A unos metros de la orilla, se forma un torbellino puntualmente frente a mí, cuando una figura empieza a salir del agua. Es alta y delgada, con la piel grisácea y unos ojos que brillan como luciérnagas. Me mira fijamente y siento miedo. Se acerca y percibo su aliento frío y maloliente. Espero lo peor, pero en lugar de atacarme, solo habla en un idioma que no entiendo.
Y entonces, sucede algo increíble. El ser se transforma ante mis ojos: ahora se muestra como una persona normal, está completamente desnuda, con piel morena y ojos castaños. Me sonríe y me dice:
—Este es nuestro hogar—
Me quedo más paralizado de lo que estaba. ¿Qué querrá decir? No entiendo. Se comporta como un ser alienígena.
No tengo tiempo para preguntar, porque en ese momento, la playa comienza a llenarse de luces con rayos de múltiples colores, y luego todo se vuelve blanco. Cuando abro los ojos, me encuentro en mi cama, en mi apartamento al norte de la ciudad. Todo ha sido un sueño, o eso pienso. Porque allí, en el espejo, veo nuevamente a la figura, pero esta vez sonriéndome.
La invasión apenas comienza…
English Version
“The silence of the waves sometimes holds the scream of another world.”
The Invasion.
Early in the morning, I arrive at the beaches of the Central Coast, a place I often visit to de-stress. This is something I do on weekends. But today, I encounter a most unusual situation: the beach where I’ve decided to camp has turned into a scene of unsettling images. The people around me seem possessed. Their behaviors are not normal; something is wrong with them. Their eyes have turned black, and their skin appears to be covered with a kind of bluish, viscous sweat. I begin to feel as though I’m in a science fiction movie, but this time, it’s real.
I try to escape the place, but as I do, my wet and sticky feet paralyze me because the sand is completely dry. The breeze, saturated with salt, scratches my face. I focus my attention on the waves as they break against the shore; from there comes an echo, a magnetic hum, as if something is vibrating in the air. The people around me perform strange movements, a kind of slow, synchronized dance, as if something is controlling them.
A few meters from the shore, a whirlpool forms directly in front of me, and then a figure begins to emerge from the water. It’s tall and thin, with grayish skin and eyes that glow like fireflies. It stares at me, and I feel fear. It approaches, and I sense its cold, foul-smelling breath. I expect the worst, but instead of attacking me, it only speaks in a language I don’t understand
And then, something incredible happens. The being transforms before my eyes: now it appears as a normal person, completely naked, with brown skin and hazel eyes. It smiles at me and says:
—This is our home—
I freeze, more paralyzed than before. What could it mean? I don’t understand. It behaves like an alien being.
I don’t have time to ask, because at that moment, the beach begins to fill with lights, beams of multiple colors, and then everything turns white. When I open my eyes, I find myself in my bed, in my apartment in the northern part of the city. It’s all been a dream—or so I think. Because there, in the mirror, I see the figure once again, but this time it’s smiling at me.
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