"El río Orinoco guarda secretos que el tiempo no borra, y el corazón siempre recuerda, más aún en épocas decembrinas"
La última historia.
El sol cae esta tarde sobre el Orinoco, tiñendo sus aguas de un rojo que parece sangre. Estoy aquí descalzo, sintiendo el barro fresco entre mis dedos. El abuelo me ha enseñado que este río tiene vida propia, que escucha y guarda los secretos de quienes lo cruzan. Hoy quiero que guarde uno mío: la promesa de hacer realidad su deseo, pasar una Navidad diferente.
La ceiba, imponente y sagrada para nuestra cultura, ya está adornada para celebrar las navidades. Tiene cintas de colores que colgamos, mis amiguitos y yo, esos niños que ahora las ven bailar con la brisa. Bajo el árbol, las mesas improvisadas están llenas de plátanos asados, yucas cocidas y los pescados que recolectamos en la mañana. El aroma del ajo y el cilantro flota en el aire, mezclándose con el frescor del río.
Los vecinos llegan poco a poco, risas y voces llenan la orilla. Todo parece perfecto, pero mi pecho se aprieta al mirar la silla vacía del abuelo junto a la mesa principal.
—¿Dónde está el abuelo? —pregunto a mamá, que me mira con ojos tristes.
Lo busco entre la gente, el corazón late con fuerza. No está en su hamaca ni en la casa. Corro hacia el único lugar que, año tras año, ambos visitamos en esta época decembrina: el río. Mis pies resbalan entre las piedras húmedas. Y entonces lo veo.
El abuelo está flotando, arrastrado por la corriente. Su rostro tranquilo parece mirar el cielo, como si fuera una ofrenda más para el Orinoco. Una bruma se levanta sobre él. Me mira tiernamente y veo cómo desaparece con la tarde.
Caigo de rodillas, el agua fría me envuelve. Mamá, a lo lejos, con su rostro melancólico, me vigila. Se repite este año el recordatorio de la despedida del abuelo en esta época decembrina, pero es ahora cuando entiendo sus palabras: este río escucha, y hoy se lleva su última historia.
Sin olvidarlo. Hoy lo dejo ir…
English Version
"The Orinoco River holds secrets that time does not erase, and the heart always remembers, especially during the Christmas season..”
The Last Story.
The sun sets this evening over the Orinoco, tinting its waters with a red that resembles blood. I’m here barefoot, feeling the fresh mud between my toes. Grandpa has taught me that this river has a life of its own, that it listens and keeps the secrets of those who cross it. Today, I want it to hold one of mine: the promise to fulfill his wish of having a different kind of Christmas.
The ceiba tree, imposing and sacred to our culture, is already adorned to celebrate Christmas. It has colorful ribbons that my little friends and I hung, ribbons that now dance with the breeze. Beneath the tree, the improvised tables are filled with roasted plantains, boiled cassava, and the fish we caught this morning. The scent of garlic and cilantro drifts through the air, blending with the freshness of the river.
The neighbors arrive slowly, laughter and voices fill the riverbank. Everything seems perfect, but my chest tightens as I see Grandpa's empty chair by the main table.
—¿Where’s Grandpa? —I ask Mom, who looks at me with sad eyes.
I search for him among the crowd, my heart pounding. He’s not in his hammock, nor in the house. I run to the only place we visited year after year during this season: the river. My feet slip on the wet stones. And then I see him
Grandpa is floating, carried by the current. His calm face seems to gaze at the sky, as if he were yet another offering to the Orinoco. A mist rises above him. He looks at me tenderly, and I watch as he fades away with the evening.
I fall to my knees, the cold water enveloping me. Mom watches from afar, her face melancholic. This year repeats the reminder of Grandpa's farewell during this season, but it is only now that I understand his words: this river listens, and today it carries his final story.
Without forgetting. Today, I let him go…
Una hermosa historia familiar y comunitaria (étnica), cargada de una emotividad mítica y memoriosa. Saludos, @siondaba.
@commentrewarder
Saludos, @josemalavem. Agradezco tu visita y comentario. Las épocas decembrinas, de alguna forma, nos envuelven con ese misterioso sentido que nos invita a recordar las cosas buenas de la vida, a pesar de que algunas de ellas nos marquen tristemente. Abrazos.
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