Micro-cuento de Terror Psicológico. “La Nana.”/ Psychological Horror Micro-Story: "The Nana”(ESP/ENG)

in Literatos7 months ago

"El canto de la Nana brinda paz, pero su mirada revela secretos."

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La Nana.

Desde que tengo memoria, la figura de la Nana ha sido una constante en nuestra casa. Ella llegó cuando falleció mi madre, y mi padre, desesperado por llenar ese vacío, la trajo para cuidarnos, principalmente de mí.

A simple vista, la Nana es una mujer común, aunque cuando la vi era más blanca de lo normal, de edad indefinida, con manos callosas y ojos que siempre parecen saber más de lo que dicen. Pero hay algo en ella que siempre me ha inquietado, una presencia que va más allá de lo físico, es su vestimenta negra que se proyecta en cada rincón de la casa.

Los días pasan lentos en esta morada de corredores largos y habitaciones cerradas. La Nana sigue cada uno de mis pasos, siempre un poco detrás, siempre vigilante. Su voz suave y su canto oportuno llenan los silencios con una cadencia hipnótica. No sé por qué, pero esa voz nunca dejó de darme escalofríos, como si cada nota trajera consigo un trozo de invierno.

A veces, en las noches, despierto con la sensación de no estar solo. Escucho unos pasos sigilosos en el pasillo acompañado con el crujido de la madera. Me levanto, y al abrir la puerta, siempre la encuentro ahí, entre la penumbra, con esos ojos grises observándome sin parpadear.

-No puedes dormir,- dice con una sonrisa a medias.

-No,- respondo, sin poder apartar mi mirada de su cara.

Ella me toma de la mano y me regresa a la cama, y en ese trayecto balbucean voces que parecen tener el poder de calmar y enloquecer al mismo tiempo. Su voz es un eco en mi mente, escuchándose en los rincones más profundos de mis pensamientos.

Un día, mientras indagaba en el ático, encontré una caja de fotos viejas. Manchadas y llenas de polvo. Eran imágenes de mi madre, mi padre pero también de una mujer parecida sorprendentemente a la Nana. Me paralizo al reconocer el mismo rostro, y más aún cuando estaba presente en otras fotos más antiguas, con mis bisabuelos y otras con los tatarabuelos aunque un poco más joven, con la misma mirada penetrante.

Corro a enfrentar a mi padre con las fotos en la mano. Él la mira con una expresión preocupante, una mezcla de sorpresa y resignación.

-Ella ha estado con nosotros desde siempre,- me dice, -y siempre estará.- Culmina, dejándome en el pasillo con un miedo inmensamente aterrador. Aturdido proceso su mensaje. Me da la espalda y se va.

Esta noche, las palabras de la Nana comienzan a ser más persistentes. Me envuelven, me arrullan y siento que me asfixian. Se convierte en una pesadilla de la que no puedo despertar. En mi sueño, estoy atrapado en una casa sin puertas, con corredores interminables y la sombra de ella deslizándose por las paredes. La Nana está en todas partes, así como su canto alrededor de mi sombra.

Despierto sudando, y vuelve a estar ahí, sentada en la silla junto a mi cama, mirándome. Sus ojos, esos ojos imborrables, me chocan con una intensidad que me atraviesan. Siento que me pierdo en su mirada, y su presencia me consume.

-¿Por qué estás aquí?- le pregunto, haciendo juego con el silencio del lugar.

-Siempre he estado aquí,- responde ella, alcanzando a escuchar su voz en un eco de mi propio miedo. Continúa. -Y siempre estaré.-

Ahora, comprendo que la Nana no es solo una cuidadora, sino una presencia, un ente que va más allá del tiempo y el espacio. Es un guardián y una prisión, un ser que se alimenta de nuestras vidas, de nuestros miedos.

La mañana llega algo lenta. La Nana me observa desde la puerta. Siento que después de la conversación de anoche algo cambió. Por fin, la verdad ha sido revelada. La casa, nuestra casa, no es solo un hogar, sino una maraña de historias del que nunca podremos escapar. La Nana sonríe, y su canto, esa vos permanente en mis oídos, me envuelve en una niebla de incertidumbre y terror.

Sé que nos acompaña por generaciones, sedienta de almas, y lo peor, de las nuestras…

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Jorge Rodríguez Medina(@siondaba)


Gracias por leer. Hasta la próxima.


English Version

"The Nana's song brings peace, but her gaze reveals secrets."

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The Nana.

For as long as I can remember, the figure of Nana has been a constant presence in our house. She arrived when my mother passed away, and my father, desperate to fill that void, brought her to care for us, especially me.

At first glance, Nana is a common woman, although when I saw her, she was paler than usual, of indeterminate age, with calloused hands and eyes that always seem to know more than they say. But there is something about her that has always unsettled me, a presence that goes beyond the physical, her black attire that projects itself into every corner of the house.

The days pass slowly in this abode of long corridors and closed rooms. Nana follows my every step, always a bit behind, always vigilant. Her soft voice and timely singing fill the silences with a hypnotic cadence. I don't know why, but that voice never stopped giving me chills, as if each note carried a piece of winter.

Sometimes, at night, I wake up with the feeling of not being alone. I hear stealthy footsteps in the hallway accompanied by the creaking of wood. I get up, and upon opening the door, I always find her there, in the dim light, with those gray eyes watching me without blinking.

-You can't sleep,- she says with a half-smile.

-No,- I reply, unable to look away from her face.

She takes my hand and leads me back to bed, and in that journey, voices murmur that seem to have the power to soothe and drive mad at the same time. Her voice is an echo in my mind, heard in the deepest corners of my thoughts.

One day, while rummaging in the attic, I found a box of old photos. Stained and covered in dust. They were images of my mother, my father, but also of a woman strikingly similar to Nana. I froze upon recognizing the same face, and even more so when she was present in older photos, with my great-grandparents and even older ones with my great-great-grandparents, though a bit younger, with the same penetrating gaze.

I run to confront my father with the photos in hand. He looks at them with a troubling expression, a mixture of surprise and resignation.

-She has always been with us,- he says, -and she always will be.- He finishes, leaving me in the hallway with an immensely terrifying fear. Stunned, I process his message. He turns his back and leaves.

That night, Nana's words become more persistent. They envelop me, lull me, and I feel suffocated. It turns into a nightmare from which I cannot wake up. In my dream, I am trapped in a house without doors, with endless corridors and her shadow sliding along the walls. Nana is everywhere, just as her song is around my shadow.

I wake up sweating, and there she is again, sitting in the chair next to my bed, watching me. Her eyes, those indelible eyes, strike me with an intensity that pierces me. I feel lost in her gaze, and her presence consumes me.

-¿Why are you here?- I ask, matching the silence of the place.

-I have always been here,- she responds, her voice echoing my own fear. She continues. -And I always will be.-

Now, I understand that Nana is not just a caretaker, but a presence, an entity that goes beyond time and space. She is a guardian and a prison, a being that feeds on our lives, our fears.

The morning arrives somewhat slowly. Nana watches me from the doorway. I feel that after last night's conversation, something has changed. Finally, the truth has been revealed. The house, our house, is not just a home, but a tangle of stories from which we can never escape. Nana smiles, and her song, that permanent voice in my ears, envelops me in a fog of uncertainty and terror.

I know she will accompany us for generations, thirsty for souls, and worse, for ours…

Fuente


Jorge Rodríguez Medina(@siondaba)


Thank you for reading. Until next time.

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