Photo by Kirill Pershin on Unsplash
«Los efectos del amor o de la ternura son fugaces, pero los del error, los de un solo error; no se acaban nunca, como una cavernícola enfermedad sin remedio».
«The effects of love or tenderness are fleeting, but those of error, those of a single error; they never end, like a cavernous disease without remedy».
— Antonio Muñoz Molina
E S P A Ñ O L
EL PROMETIDO
Mi historia comienza bajo el resguardo de un bosque nocturnal, arropado por una lluvia aciaga que parecía no tener fin. Como de costumbre, escuchaba la cantinela resonancia de las hojas, excitadas por el estruendo de las gotas al caer. Al compás venían las ráfagas concurridas de la tormenta, haciendo danzar hasta las flores mustias. Tocaba mi flauta para convertir el momento en alegre, pero una noticia rebotó en mi oído dejándome pensativo sobre el invierno. No presté mucha atención al principio; grave error, pues hubiera eludido algo que me marcó por el resto de mis días.
Yo era hijo de la primavera; antes, pues ahora no lo soy, y esto me ha dolido más que la punzada de miles de espuelas, dejando a mis ojos al principio como dos cataratas infaustas. Extraño a los valles y mis hermanas filomenas. Extraño las colinas y sus aberturas resonantes. Extraño a mis árboles y sus hojas inquietas. Extraño a las ninfas y a sus traviesas ideas para los humanos. Extraño al sol y sus destellos ambarinos con filtro diamantino. Y aunque la tristeza me invade por momentos briosa, soy feliz ahora en mi nueva vida, sobre los nuevos soles que me acompañan y mis nuevos amigos habitantes de un ambiente inclemente.
Hace una semana exactamente, me he enterado que mi madre: la primavera, me había prometido mucho antes de nacer al invierno. Jubiloso tocaba una canción para las gardenias, hasta que mi rostro se dibujó con la tristeza y caí en un letargo. El invierno; tan imponente y brioso, me reclamaba desde los albores de su reino que se aproximaba. Los heraldos aurales descendían del cielo en sus mantos brillantes por mí, y en una carroza de luces me acompañaron hasta llevarme a mi nuevo hogar.
Sentí miedo y odio contra mi madre, pero más miedo que cualquier otra cosa, pues fui alejado de todo lo que conocía y amaba. La alegría en mi interior se apagó y paulatinamente sentía que me desvanecía, sin embargo, no fue opción rendirme, pues ahora que viviría una nueva vida no podía permitir que mi corazón se cubriera por el hielo.
En un palacio de cristal labrado con hermosa arquitectura, conocí al invierno y su temible imponencia. Se veía más severo y rígido que la noche, y su corona de hielo despuntaba a la fragilidad de mis emociones. Con rudeza, intentó acercarse a mí, pero por miedo no le permití tocarme. Él frunciendo el ceño, les ordenó a sus vasallos que me enviaran a mi habitación y allí me quedé por varias horas.
Entre lágrimas, quedé atrapado en un domo de cristal, extrañando mi vida en el reino de la primavera. La soledad parecía querer abrumarme, hasta que nuevamente obtuve compañía. Era el invierno quien, de manera sutil y amigable, se acercó a mí y con éxito pudo tocarme. Sentí sus brazos gélidos sobre mis muslos, cintura y pecho, y la lamida de su aliento como ráfaga delicada sobre mi cuello. No sentí en ningún momento ningún frío lacerante o estremecedor, al contrario, fue tan agradable y cálido como el abrazo de un amante.
Después de ese momento sentí un poco de comprensión hacia él; se sentía solo y desdichado, y estas características le concebían una personalidad amargada. Con su reino, era un regente severo y rígido; un déspota que no permitía siquiera que sus súbditos le dirigieran la palabra, pero conmigo, era todo lo contrario; era dócil, cariñoso y afable. Comencé a amar a este reino porque empecé a amarlo a él, y empecé a explorar los fríos bosques y páramos que lo conformaban. Me hice amigo de las flores, de las camelias y narcisos, de las prímulas y begonias, de los pequeños copos que vivían en sus hojas.
El invierno era muy duro y no permitía que cualquiera entrara a su reino, solo había animales que soportaban su austera dominación, pero conmigo comenzaba a ceder, y abría sus caminos a quienes lo necesitaban. La hostilidad fue reemplazada por el amor, y al mismo tiempo en que él comenzó a amarme yo empecé a amar el entorno. Volví a tocar mi flauta y las ráfagas heladas me acompañaban. La nieve me seguía a todas partes y alegre cantaba conmigo. Y aunque aún extraño la primavera, siento que ya tengo un nuevo hogar, donde descanso entre lechos fríos arropados por besos de amor.
FIN
E N G L I S H
THE PROMISED
My story begins under the shelter of a nocturnal forest, wrapped by a fateful rain that seemed to have no end. As usual, I listened to the resonant chanting of the leaves, excited by the roar of the falling drops. To the beat came the busy gusts of the storm, making even the wilted flowers dance. I played my flute to make the moment a joyous one, but a tidbit of news bounced in my ear, leaving me brooding about winter. I did not pay much attention at first; a grave mistake, for I would have shirked something that marked me for the rest of my days.
I was a child of spring; before, for now I am not, and this has hurt me more than the prick of a thousand spurs, leaving my eyes at first like two unhappy cataracts. I miss the valleys and my philomenal sisters. I miss the hills and their resonant openings. I miss my trees and their restless leaves. I miss the nymphs and their mischievous ideas for humans. I miss the sun and its diamond-filtered amber glints. And although sadness invades me at times spirited, I am happy now in my new life, about the new suns that accompany me and my new friends inhabitants of an inclement environment.
Exactly one week ago, I have learned that my mother: spring, had promised me long before I was born to winter. Jubilant I played a song for the gardenias, until my face was drawn with sadness and I fell into a lethargy. Winter; so imposing and spirited, claimed me from the dawn of his approaching kingdom. The aural heralds descended from the sky in their shining cloaks for me, and in a chariot of lights accompanied me until they took me to my new home.
I felt fear and hatred against my mother, but more fear than anything else, for I was taken away from all I knew and loved. The joy within me was extinguished and gradually I felt that I was fading away, however, it was not an option to give up, for now that I would live a new life I could not allow my heart to be covered by ice.
In a crystal palace carved with beautiful architecture, I met winter and its fearsome imposition. He looked sterner and stiffer than night, and his crown of ice blunted the fragility of my emotions. Roughly, he tried to approach me, but out of fear I would not allow him to touch me. He frowned and ordered his vassals to send me to my room, and there I remained for several hours.
In tears, I was trapped in a glass dome, missing my life in the realm of spring. Loneliness seemed to want to overwhelm me, until again I got company. It was winter who, in a subtle and friendly way, approached me and successfully was able to touch me. I felt his icy arms on my thighs, waist and chest, and the lick of his breath as a delicate gust on my neck. I did not feel at any moment any lacerating or shivering coldness, on the contrary, it was as pleasant and warm as a lover's embrace.
After that moment I felt a little sympathy for him; he was lonely and unhappy, and these characteristics conceived him a bitter personality. With his kingdom, he was a stern and rigid regent; a despot who would not even allow his subjects to speak to him, but with me, he was the opposite; he was docile, loving and affable. I began to love this kingdom because I began to love him, and I began to explore the cold forests and moors that made it up. I befriended the flowers, the camellias and daffodils, the primroses and begonias, the little flakes that lived in their leaves.
The winter was very harsh and did not allow anyone to enter its kingdom, there were only animals that endured its austere domination, but with me it began to yield, and opened its paths to those who needed it. Hostility was replaced by love, and as he began to love me I began to love the environment. I played my flute again and the icy flurries accompanied me. The snow followed me everywhere and joyfully sang with me. And though I still miss spring, I feel I have a new home, where I rest between cold beds tucked in with kisses of love.
THE END
Escrito por @universoperdido. 30 de marzo del 2022
Written by @universoperdido. March 30, 2022
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Demasiada poesía junta y bien ordenada que le dan una atmósfera encantadora a este relato.
Para mí, es la manera más artística y bella de relatar una historia.
¡Saludos @jesuspsoto !
goooddd
Excelente, con una fluidez fascinante y proveniente de un mundo interior envidiable... Aplauso!
Gracias por tu comentario @jlinaresp, es una certera apreciación.
¡Saludos!