Las apariencias engañan...

in Literatos4 months ago


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Muchas veces en la vida, las cosas no resultan ser como parecen, y a veces hasta lo malo conocido, puede ser mejor que lo bueno por conocer, así le pasó a Andrea. Ella era una mujer soltera de unos treinta años de edad, trabajadora, respetuosa, bastante sociable y con un empleo de ingresos ligeramente por encima de la media, que creció y aprendió a conocer la vida en un barrio poco lujoso de la ciudad, donde lo menos que existía era la unión entre vecinos, y en su lugar no importaba mucho lo que pensaran los demás a la hora de hacer fiestas y alborotos, mayormente reinaba el caos, el chisme entre vecinos cercanos, los malos entendidos, los eventos de calles y las constantes disputas de los unos contra los otros, pues al fin y al cabo, todos se conocían y cada quien, sabía quien era quien. Desde que creció y empezó a trabajar siempre deseó vivir en un vecindario mucho mejor a ese dónde pasó sus primeros años de vida. Constantemente se decía a sí misma, que no se quedaría tranquila hasta que lograra esa anhelada meta, por lo que siempre se esforzó en alcanzarla, sacrificando cosas triviales y evitando gastos innecesarios para poder ahorrar, completando estos con un crédito bancario que le fue aprobado, logrando asi adquirir vivienda y mudarse a un urbanismo conocido, que en teoría era bastante tranquilo.


Una vez cerrado el trato y adquirida aquella vivienda, está dama se dispuso a mudarse al lugar, para inmediatamente habitar lo que sería su nuevo hogar. Ese dia fue recibida de forma muy amable por algunos vecinos de esa comunidad, quienes tuvieron maneras particulares de darle la bienvenida. Una señora mayor, con actitud amable y bastante educada en su forma de hablar, de nombre Martha, quien tenía el cabello teñido para ocultar esas canas que van llegando con la edad, se acercó a saludarle y darle la bienvenida con una torta hecha en casa, que ella aprovecho para compartirla con la familia Perez, quienes eran un matrimonio joven con un niño de siete años, que a su vez se habían acercado para ayudarle a descargar las cosas del camión de la mudanza, y principalmente para cargar aquellas más pesadas. Andrea, al ver esos gestos amables por parte de sus nuevos vecinos, rápidamente se sintió acogida y a gusto. Aquellos detalles inesperados superaban las expectativas de lo que ella había estado deseando al mudarse para esa comunidad, lo que a su parecer fue una gran forma para iniciar un tiempo a solas, y recuperarse de su relación pasada.


Durante el primer mes en ese vecindario, Andrea para disfrutar de su tiempo libre, empezó a asistir a las reuniones del grupo de jardinería de la comunidad, así como también comenzó a ejercitarse en una clase de bailoterapia que dictaban al final de la tarde en la cancha múltiple de ese lugar. En todas esas actividades, cada cosa y cada conversación que compartía con sus vecinos, le resultaban bastante reales y loables. Sin embargo, no todo siempre es como se piensa, y mientras Andrea más se involucraba y conocía a esas personas, notó ciertas tensiones entre estos. Lo primera situación ocurrio un dia, cuando inevitablemente escuchó a unas damas comentar en voz baja ciertas cosas referentes a la señora Martha, mientras se encontraba con el grupo de jardinería podando algunas plantas.


—No entiendo porque Martha insiste en seguir organizando esos eventos, si ya nadie quiere ir. Se cree la reina de la comunidad. —dijo una de ellas, con un tono que denotaba mucho prejuicio y envidia.

La mujer que conversaba con esa otra, primero asintio y después carcajeo, para posteriormente mirar hacia los lados para ver quienes las observaban o las habían escuchado. Esa situación resultó bastante incomoda y desagradable para Andrea, naciendo allí las primeras dudas sobre la supuesta comunidad unida que ya se habia idealizado.


Luego de algunas semanas, Andrea recibió invitaciones a reuniones en casa de los Pérez, así como también para aquellos eventos sociales que organizaba la señora Martha, para conversar en pro de la comunidad y divertirse en compañía de los vecinos. Ella acepto esas invitaciones y acudió a esas reuniones y eventos, pero en cada uno de ellos, notó pequeñas rivalidades que siempre pasaban desapercibidas. Mayormente las conversaciones de pequeños grupos, siempre terminaban tornandose tensas, cuando en ellas se se incluía el nombre de la señora Martha, o cuando alguien hacia algún elogio sobre cualquier vecino. Todo aquello siempre solía ser un juego sutil de sarcasmos, miradas que hablaban y sonrisas hipócritas, que ocultaban puñales filosos.


Una noche hubo una reunión en casa de los Pérez a la que Andrea asistió. En esa ocasión, todo empezó de maravillas y era todo risas, pero que de la misma forma igual a las anteriores, se tornó incómoda y tediosa, cuando uno de los asistentes mencionó un chisme, sobre un vecino que supuestamente había sido expulsado de la comunidad por algunos problemas legales. Andrea, ante aquella acotación, observó cómo muchos dirigieron sus miradas en dirección a la señora Martha, quien en esa ocasión se encontraba en aquel compartir.

—Ella fue la que arregló todo para deshacerse de él. —cuchicheó una mujer a otros, y Andrea se sintió atrapada en un nido de víboras, dónde todos aparentemente eran amables, pero que no dejaban pasar ningún instante para destruir con comentarios a la señora Martha.


Andrea, no lograba comprender porque eran asi las personas en esa comunidad, principalmente porque había crecido en un lugar donde los residentes acostumbran a ir de frente y decirle las cosas a los demás en su cara, sin ocultarse nada. Ella decidió que era necesario entender mejor las costumbres y motivaciones de los habitantes de ese vecindario. Razón por la cual comenzó a hacer preguntas breves y a detallar y analizar mejor todo lo que observaba. Así fue como se enteró, que las diferencias entre la señora Martha y los Perez ya llevaba cierto tiempo, y que había iniciado a partir de una disputa sobre el uso del parque comunitario. Estas familias tenían una enemistad desde hacía varios años, y Andrea se encontró como chivo expiatorio en medio de aquel conflicto sin haberlo elegido y sin previamente saberlo, pero lo bueno era que ya se había enterado de aquello.


Una tarde, después de salir de las clases de bailoterapia, mientras caminaba en dirección a su casa, se encontró de frente con Martha. La mujer al verle, la saludó con el cariño acostumbrado y le invitó a tomar una taza de café en su casa. Ante aquella invitación Andrea, no pudo evitar el golpe de conciencia recibido, producto de pensamientos que le llenaban de dudas, no acostumbraba a ser alguien que se dejara llevar por las opiniones de los demás, razón por la cual aceptó compartir aquella taza de café.


Apenas ingresó a la vivienda de la señora Martha, noto que en su interior esta se encontraba muy limpia y organizada, y en especial el área de la cocina, que le resultó ser muy llamativo y bonito, por lo que, al igual que cualquier persona común, no dudo en preguntar sobre quien había realizado tan impecable obra. Mientras la anfitriona preparaba el café, sostuvieron una loable conversación. Sin embargo, está no tardó mucho tiempo en desviarse hacia la familia Perez. Martha se refirió a ellos con mucho prejuicio y desprecio, diciendo algunas frases que Andrea jamás hubiera esperado oír en ese momento.


—No deberías confiar en ellos, Andrea. No son lo que parecen ser y no tardarás en darte cuenta que no les importa meter en problemas a cualquiera. —dijo Martha para advertir a Andrea, dándole a entender que se sentía preocupada por ella.

Andrea no pudo evitar caer en dudas. No sabía a quién creer. Las advertencias de la señora Martha, diferían de la imagen idealizada de la familia Pérez, como una buena familia, cariñosa y amable. Se sentía confundida y al mismo tiempo manipulada, pero no sabía por quién y menos bajo qué interés era todo aquello.


Ella a raíz de todo eso comenzó a limitar sus interacciones con los vecinos, y actuar con cautela, observando más en vez de participar, adoptando una especie de posición neutral al respecto, pues ambos bandos le habían tratado muy bien. Pero, muy a pesar de ello, aquella comunidad ya no le parecía perfecta, porque en todos lados habían chismes y rumores, y las amistades en vez de ser sinceras y reales, parecían ser tan falsas como un billete de tres.


Después de analizar bien y comprender eso, Andrea decidió que lo mejor era hacer amistades fuera del vecindario y de ese modo evitar caer en chismes de vecinos, puesto a que ese ambiente que al principio le pareció tan acogedor, en realidad era un río que llevaba y traía, y una red de agentes infiltrados haciendo inteligencia, para después hablar mal de los demás y compartir en hipocresía.


Con el tiempo Andrea, aprendió a convivir en aquella comunidad sin necesidad de estar compartiendo en unión. La amistad con la señora Martha y con la familia Pérez, continuó, pero con bastante distancia y los límites propios, establecidos a partir de la poca interacción con ellos. Esa experiencia le enseñó a no confiar ciegamente en la amabilidad de las personas, puesto a que nunca se sabe cuando esconden una doble intención, y antes de averiguarlo es mejor prevenirlo, sin necesidad de andar en casas ajenas.


  • Imagen ilustrativa generada con Bing.com


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